Naturaleza

¿Por qué somos el único animal que hace turismo?

Nos cuesta imaginar una vida sin viajar, pero eso es lo que le ocurre a la mayoría de los animales

Mapa de Europa con chinchetas conectadas por cordeles
Mapa de Europa con chinchetas conectadas por cordeles TheAndreasBarta Pixabay

Somos hijos de nuestro tiempo y no siempre es sencillo alejarnos de las convenciones sociales para ver nuestra cultura con perspectiva. Por ejemplo, nos parece inconcebible que alguien de la altura intelectual de Immanuel Kant jamás saliera de su ciudad en toda una vida. Könisberg era fantástica, de eso estamos seguros, pero… ¿y la curiosidad? Y es que ahora vivimos en la era dorada de los viajes. Ya no hace falta ser rico para cruzar el mundo y podemos vivir aventuras sin los riesgos que corrieron aquellos románticos exploradores de antaño. Podríamos decir que el viaje se ha vuelto prácticamente una necesidad, y no solo por ocio, también por estatus.

Es más, esos mismos sesgos presentistas nos afectan cuando pensamos en otras especies. Cuando reflexionamos sobre si los zoológicos son éticos, solemos preocuparnos por la necesidad de los leones de ver mundo. Están condenados a recorrer los mismos metros cuadrados de por vida. ¿Realmente tienen esa necesidad viajera? Es razonable que nos preguntemos si necesitan mucho más que el espacio estrictamente necesario para moverse y separarse del resto de individuos. Dejemos a un lado las especies migratorias. Cuando una población tiene suficiente espacio y alimento allá donde vive, no suele preguntarse qué habrá detrás de las montañas que pueblan el horizonte. O, al menos, no parece que se lo pregunten por lo que sabemos sobre su comportamiento. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que seamos el único animal que hace turismo?

El ocio llevado al extremo

Nuestro cerebro es realmente complejo comparado con el de la mayoría de los animales. Del mismo modo que un gran músculo necesita ejercitarse para estar sano, un gran cerebro necesita estímulos constantes. Volviendo a los zoológicos, una de las maneras de asegurar el bienestar animal es dotar a sus instalaciones de elementos con los que puedan jugar. Puzles sencillos, alimento escondido, juguetes con sonido… En nuestro hemos llevado esto hasta el extremo. Necesitamos resolver problemas, descubrir cosas nuevas, mantenernos activos. Y, aunque podríamos hacer eso hundiéndonos en el trabajo, existe el concepto de “ocio”. Jugar no es algo único de nuestra especie, aunque hemos creado toda una cultura del juego, con retos complejos y artificiales totalmente desvinculados de la supervivencia.

Golpear una esfera botadora con unas cuerdas tensadas no nos prepara para un combate y conocer la melodía de la última canción de Taylor Swift no nos hace más hábiles para buscar alimento. El turismo, en cierto modo, es algo similar. Buena parte de la población mundial vive lo suficientemente segura como para permitirse salir de la rutina. No necesitan controlarlo todo porque hemos desarrollado experiencias seguras y controladas en las que vivir pequeñas aventuras. El cambio ya no es inquietante, porque apenas puede haber peligro tras un viaje a Marbella. Así que, en este sentido, sí. Somos el único animal que, como especie, hace turismo. Porque las motivaciones que hay tras un animal migratorio son otras, mucho más básicas y, ahora sí, relacionadas con la supervivencia.

¿Somos el mono que viaja?

Nos gusta simplificar las cosas y no es culpa nuestra, es de nuestro cerebro, que no tiene capacidades infinitamente potentes. Ha de hacer lo que puede con lo que tiene y, la mejor forma es desarrollar una tendencia innata hacia la simplificación. Por eso nos atraen ideas como “el mono que viaja”, pero hay un problema. Para poder tomar este rasgo como definitorio de nuestra especie tienen que cumplirse dos cosas. La primera es que ha de estar presente solo en nuestra especie, por supuesto, y como hemos visto, parece que en cierto modo así es. Todo depende de cómo de sofisticado sea nuestro concepto del viaje, pero podríamos aceptar esta primera parte.

La segunda es la conflictiva, porque no solo tiene que ser exclusivo de nuestra especie, sino algo bastante invariable entre individuos de esa especie, tanto a lo largo del tiempo como de la geografía. Y este es el problema, porque tenemos suficientes registros históricos como para saber que el viaje tal y como lo hemos entendido en este artículo no ha sido la norma en otras épocas históricas. Incluso desde el punto de vista de la antropología podemos constatar que hay muchas poblaciones humanas donde el viaje es una excentricidad. Y no hace falta viajar lejos, las aldeas más rurales de nuestra geografía son un buen ejemplo. Así que, por bien que suene, no parece que el viaje sea algo suficientemente definitorio de nuestra especie, aunque pudiera ser exclusivo a ella. O, al menos, no más que la tendencia a jugar con videoconsolas. En definitiva, el turismo no es algo propio de nuestra especie, sino de animales con necesidad de estímulos intelectuales y que viven lo suficientemente despreocupados.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Por supuesto, también podemos tomar una definición mucho más amplia del viaje, no como una alternativa a las migraciones y el nomadismo, sino como una suerte de término paraguas bajo el que agrupar todas aquellas acciones que implican un desplazamiento. Podemos buscar incluso algo intermedio entre lo que propone la RAE y las definiciones más restrictivas. Significados de “viajar” en los que podríamos incluir, por ejemplo, los desplazamientos que periódicamente realizan algunos cetáceos, como las ballenas jorobadas. Recorren miles de kilómetros para dar a luz en las aguas tropicales o subtropicales y luego vuelven a aguas más frías, donde hay más alimento para ellas. Sin embargo, no parece ser una migración del todo necesaria, de hecho, los científicos desconocen todavía por qué lo hacen. Podría ser uno de los casos más cercanos a nuestros “viajes” dentro del reino animal.

REFERENCIAS (MLA):

  • E., S.A.R., Fryxell, J.M. and Milner-Gulland, E.J. (2011) Animal migration: A synthesis. Oxford: Oxford University Press. Hiscock, P. (2013)
  • ‘5 early Old World Migrations of Homo sapiens: Archaeology’, The Encyclopedia of Global Human Migration [Preprint]. doi:10.1002/9781444351071.wbeghm806.
  • McNeill, W.H. (1984) ‘Human migration in historical perspective’, Population and Development Review, 10(1), p. 1. doi:10.2307/1973159.