Vida Marina
Una red de sensores reveló un nuevo tesoro submarino: las ballenas azules pigmeas
Su descubrimiento en 2021 fue gracias a una infraestructura capaz de detectar ensayos nucleares
Las ballenas azules pigmeas son criaturas colosales que se desplazaron en secreto durante generaciones. A pesar de que pueden llegar a medir 24 metros de longitud y pesar 90 toneladas, han permanecido ocultas a los ojos humanos durante siglos. Fue solo en el año 2021 que su existencia emergió de las profundidades del océano, en una historia que se entrelaza de manera sorprendente con una red de sensores global, cuyo origen reside en la era de las armas nucleares.
La historia se remonta a las pruebas nucleares de la década de 1940 y al subsiguiente Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT). Este tratado internacional tuvo como objetivo frenar la carrera armamentística nuclear y promover la transparencia entre las naciones. Como parte del CTBT, se estableció el Sistema Internacional de Vigilancia (SIV), una red de más de 300 instalaciones ubicadas estratégicamente en todo el mundo.
Inicialmente concebido para detectar pruebas nucleares no autorizadas, el SIV se ha convertido en una herramienta multifacética de investigación científica. Su red de sensores, que incluye estaciones sísmicas, micrófonos hidroacústicos en los océanos, estaciones de infrasonidos y detectores de partículas radiactivas, ha demostrado ser invaluable para el estudio de una amplia gama de fenómenos naturales y humanos.
Científicos de diversas disciplinas han utilizado esta red para investigar desde el ruido del transporte marítimo hasta la actividad volcánica submarina, pasando por el registro de infrasonidos generados por las auroras boreales y australes. Lo que comenzó como una herramienta de seguridad global se ha transformado en una ventana abierta a los misterios de nuestro planeta.
El misterio de las ballenas azules pigmeas se desveló cuando un grupo de investigadores australianos decidió explorar el reino de los sonidos oceánicos utilizando la red hidroacústica del SIV. En 2021, Emmanuelle Leroy, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, y su equipo se propusieron analizar los cantos de diversas poblaciones de ballenas en el océano Índico central. Descubrieron un nuevo canto, apodado el "canto de Chagos" en referencia al lugar donde se detectó, el atolón Diego García, en el archipiélago de Chagos.
Sin embargo, el misterio no se detuvo allí. No se sabía a qué grupo de ballenas pertenecía este nuevo canto. Cada manada de ballenas tiene llamadas distintivas, lo que permite su clasificación en "poblaciones acústicas". Pero el "canto de Chagos" no coincidía con ninguno de los grupos conocidos. Fue entonces cuando los científicos se dieron cuenta de que la red del SIV podría proporcionar respuestas.
Durante casi dos décadas, estudiaron el canto de las Chagos en diferentes ubicaciones del océano, desde Sri Lanka hasta Australia Occidental. El resultado fue sorprendente: el canto de Chagos correspondía a una población completamente nueva de ballenas azules pigmeas, una revelación que emocionó a la comunidad científica y brindó esperanza, ya que estas ballenas son una especie escasa que sufrió gravemente debido a la caza en el siglo XX.
El SIV, originalmente concebido para garantizar la seguridad global, ha evolucionado en una herramienta que desvela los secretos de la naturaleza. En las profundidades del océano Índico, en un rincón del mundo que rara vez se explora, se encuentra un tesoro oculto que se reveló gracias a una red de sensores que continúa sorprendiendo al mundo con sus descubrimientos y su capacidad para revelar los misterios de nuestro planeta.
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