Valencia
Cronometrar las tomas puede llevar al fracaso de la lactancia
Cada lactante regula su ingesta de acuerdo a sus necesidades. El bebé es quien decide cuándo comer y cuándo no
Una cuñada llevó a su bebé de dos meses a urgencias porque lloraba mucho. El doctor le dijo que era porque estaba sobrealimentado, ya que ella le da libre demanda, y que como tomaba mucha leche estaba hinchado por los gases. Le dijo que dejara la libre demanda y espaciara las tomas porque además está un kilo por encima de lo que corresponde a su edad. ¿Creen que es posible sobrealimentar a un bebé de esa edad? ¿Es posible que haya mal interpretando la libre demanda y le ofrezca demasiado el pecho?
Si hace lo que le recomendó el doctor, corre el riesgo de ir a urgencias otra vez y que le digan que el bebé esta deshidratado, o que de su pecho ya no sale suficiente leche, o que no alimenta… Cualquier argumento que pueda ocurrírsele al prodigioso «doctor de turno», que por ciencia infusa es capaz de diagnosticar sobre lactancia, gracias a ese maravilloso ojo clínico que sobrepasa el saber científico porque parece que no hay necesidad de formarse para saber diagnosticar los problemas de lactancia.
Cuando una madre con problemas acude a consulta y el bebé está siendo amamantado, probablemente se busque en la leche materna la causa del fallo. Si el bebé engorda poco… es que la leche no le alimenta. Si por lo contrario, engorda mucho… es que le ofrece el pecho con demasiada frecuencia. Cuando un lactante llora mucho… puede que la madre tenga que retirar algún alimento que le produce dolor de tripa, o puede que tenga hambre y deba darle biberón de leche de fórmula. Si el bebé no duerme de un tirón toda la noche… también la responsable de ello es la lactancia. En definitiva, es tal la presión, que muchas madres se ven inundadas de dudas, que derivan en abandonos de lactancia que, con un adecuado apoyo, habría continuado.
Las madres que acuden a consulta con un problema sobre lactancia pueden hallar dos tipos de profesionales. El primero, no hace falta describirlo, ya que se explica en este caso. Es el típico profesional que da recomendaciones, fruto del conocimiento empírico, no aprendido en la universidad, ni avalado por estudios científicos. Antagónicamente, podemos tener la suerte de que aparezca un profesional que valore esa lactancia y pida a la madre observar una toma al pecho. Descritos ambos, decidan ustedes por qué tipo de profesional quieren ser atendidas. En sus manos está exigirlo.
No es necesario ser muy entendido ni saber mucha fisiología para discernir que las madres no tienen aire en el pecho, sino leche, por tanto, si el agarre es bueno, el bebé no traga aire. Así pues, en este caso lo primero sería valorar cómo come el bebé.
Tampoco, está demostrado que los alimentos que come la madre generen gases (ni cólicos) en el bebé, de manera que, una madre que amamanta puede realizar una dieta completamente normal, (equilibrada y sana). Si es cierto que algunos niños pueden presentar cierta intolerancia a alimentos provenientes de la dieta de la madre, como es el caso de las proteínas de leche de vaca. No obstante, un lactante que tiene intolerancia presentará a su vez otros síntomas asociados al cólico.
Considero que, uno de los principales problemas de la lactancia es el «reloj», y me refiero a calcular el tiempo que un bebé pasa en uno de los pechos. En ocasiones la madre ofrece al bebé el otro pecho sin llegar a vaciar el primero. En consecuencia, el bebé ingiere más leche del inicio de la toma que es rica en lactosa. Su intestino delgado no es capaz de digerir tanta cantidad de lactosa, así que, esta pasará directamente al intestino grueso, donde será fermentada por las bacterias intestinales. Esta circunstancia producirá gases y retortijones en el bebé. A su vez, la leche de inicio de la toma no tiene tanta grasa (menos calorías) como la leche del final. Debido a ello, el bebé sentirá antes hambre, reclamando volver a mamar. De tal modo que entrará en un círculo vicioso que no hará más que empeorar el malestar del bebé.
Si aún no ha sido suficiente con la información expuesta, quiero dejar la última reflexión. La leche materna es el mejor alimento para el bebé. Durante el periodo de lactancia materna exclusiva (los primeros seis meses), los bebés crecen y engordan de forma diferente. Cada lactante regula su ingesta de acuerdo a sus necesidades. El bebé, por regla general, es quien decide cuándo comer y cuándo no. Cuando le disminuimos la cantidad de tomas, estamos haciendo que coma menos cantidad de la que necesita. Al mismo tiempo, hay que tener presente que existen excepciones y algunos niños ganan más peso aun siendo alimentados al pecho de forma exclusiva. La norma nos dice que los niños amamantados no ganan tanto peso como los bebés alimentados con leche de fórmula, ya que en definitiva, esta es leche de vaca y está dispuesta para alimentar a un ternero, que tiene un ritmo de crecimiento mucho más rápido que un bebé, y un cerebro que no va a desarrollarse igual que el nuestro. El ternero duplica su peso de nacimiento alrededor del mes de vida, un bebé sobre los seis meses. Un ternero nunca podrá razonar, ni tener la inteligencia de un humano.
Es normal que un lactante gane peso de forma acelerada los primeros seis meses de vida y este se regule cuando el bebé se vuelve más activo. Hay que tener mucho cuidado porque podemos encontramos con un niño que crece en talla pero que mantiene durante muchos meses su peso. Si sigue siendo amamantado podemos encontrarnos con el «iluminado de turno» que deduce que la leche materna ya no alimenta, dirá: «Pasados los seis meses se vuelve agua». En definitiva, sea cual sea la situación, hemos perdido el eje de la normalidad y nos hemos llegado a creer que el patrón en el que fijar el modelo es la alimentación con leche de fórmula.
No hay mejor forma de lograr un óptimo estado de salud que alimentar con leche materna a demanda por el mayor tiempo posible, ya que el abandono temprano de esta práctica representa un factor de riesgo importante tanto para la salud presente como futura.
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