Coronavirus

Doblemente confinados los 72 vecinos de Tabarca, la isla poblada más pequeña

Desde que se activó el estado de alarma se prohíbe entrar o salir de esta minúscula isla

Cornavirus isla (Fotogalería)
La Santa María es la encargada de abastecer desde Santa Pola a los algo más de 70 habitantes de la isla de Tabarca que desde el confinamiento por el COVID-19 sólo reciben su visita una vez a la semana con frutas,verduras,carne,pescado,pan y bebidasMorellAgencia EFE

Los 72 habitantes incomunicados desde hace un mes en la minúscula Tabarca (Alicante), la isla poblada más pequeña de España, viven sosegados y deseando pasar desapercibidos el confinamiento por el coronavirus (Covid-19), que para ellos es doble porque se añade a su habitual aislamiento por la frontera natural del mar que les separa de tierra firme.

De 0,3 kilómetros cuadrados a 4 kilómetros de la costa de Santa Pola, las aguas cristalinas de Tabarca (la reserva marina más antigua de España, de 1986) son una joya de la biodiversidad con 1.400 hectáreas sumergidas que incluyen inmensas praderas de posidonia con aproximadamente la mitad de las especies de flora y fauna del Mediterráneo, unas 7.000.

Desde que se activó el estado de alarma se prohíbe entrar o salir de esta minúscula isla, a excepción de un servicio de lancha-taxi cada martes para que media docena de vecinos hagan gestiones de primera necesidad durante varias horas en Santa Pola, como adquirir alimentos o medicinas.

Otra embarcación, la pequeña ‘Santa María’ de Fran Chacopino, acude tres veces por semana para labores de mantenimiento y recoger residuos y una cuarta, los viernes, exclusivamente para el transporte de víveres previamente encargados.

Libres del temido coronavirus, los tabarquinos desean a toda costa mantenerse alejados del resto del país sin contacto exterior hasta el punto de que, incluso, rehuyen explicar telefónicamente a los periodistas cómo es su día a día para evitar atención mediática. “Los vecinos quieren tranquilidad y nos han pedido que no se hable de la isla”, ha insistido a Efe la presidenta de la asociación de vecinos Isla Plana de Tabarca, Carmen Martí, confinada en su casa de la ciudad de Alicante porque allí le cogió el estado de alarma.

“Estamos tranquilos, no queremos comentar nada”, han repetido a Efe varios tabarquinos al ser preguntados por teléfono. En este aparente remanso de paz que se aparta intencionadamente de la publicidad, la máxima autoridad la ejerce un policía local, que es el único funcionario en servicio 24 horas junto a un enfermero. Este agente que pide anonimato está para todo tipo de tareas, desde vigilar que no lleguen barcos a supervisar la lista de vecinos que se apuntan al servicio del martes de ‘Tabarca Water Taxi’, en la lancha de Héctor Boix, o encargarse de coordinar los pedidos de víveres, que Fran Chacopino trae cada viernes en su embarcación.

Con sus guantes y mascarilla, todos los días recorre las calles del pequeño pueblo y llama a la puerta de los vecinos, con especial dedicación a los mayores que viven solos para preguntarles cómo están y si precisan de algo. En caso de necesidad, tiene a mano el teléfono de Salvamento Marítimo para una lancha e, incluso, puede pedir el helicóptero de Emergencias: “aquí cualquier cosa me lo comunican: me falta esto, y yo se lo llevo”.

Este policía ha asegurado a Efe que el confinamiento en Tabarca es “igual que en el resto de ciudades y pueblos” porque, pese a que no hay positivos de Covid-19 y la isla está sellada, los vecinos “están muy concienciados y lo respetan a rajatabla”.Normalmente habitan el islote varias decenas de personas, muchas de ellas de avanzada edad, pero el aislamiento ha coincidido con más gente, incluidas familias con niños que habían llegado unos días antes del estado de alarma tras el cierre de los colegios."Aquí se lleva mejor el confinamiento porque se está acostumbrado a vivir así, sobre todo en invierno", según el punto de vista del policía, que coincide con el patrón de la lancha de taxi, Héctor Boix, quien observa cada semana que, “aunque la tranquilidad les gusta mucho, están superaburridos”.

Todos los viernes, otro patrón de Santa Pola, Fran Chacopino, carga en su barca entre cuatro y cinco palets de veinte cajas cada uno repletos de víveres “básicos”, principalmente pan, carne (con alrededor de 70 kilos semanales), pescado, verduras, frutas y todo tipo de bebidas, sobre todo agua embotellada, sin faltar la cerveza.Chacopino ha explicado que en la isla vive su madre, que está bien y a la que únicamente ve “por la ventana”, y ha relatado que reparte los víveres puerta a puerta, donde tras llamar deja las cajas a distancia para minimizar al máximo el contacto y garantizar que Tabarca siga siendo la excepción a la pandemia mundial.