Estado de alarma
El cauce del Turia, desbordado de corredores tras cincuenta días de paro
Imposible guardar el distanciamiento social
Cincuenta días sin correr al aire libre se ha convertido en un reto más duro que el del muro del maratón y Valencia ha demostrado por qué se ha ganado, a base de kilómetros y récords, el sobrenombre de “ciudad del running” con la presencia de los miles de atletas que este sábado han desbordado el viejo cauce del río Turia.
Sin mascarillas en su inmensa mayoría y desde las seis en punto de la mañana, los corredores han invadido el circuito de tierra de cinco kilómetros.
Para la ocasión, éste se ha reconvertido en un carril de sentido único con dirección hacia la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde precisamente está ubicada la línea de meta del maratón de la ciudad, con el que siguen soñando muchos de los que han vuelto a correr.
Los despistados en sentido contrario eran los menos, pero la masificación a las 8:30 horas a la altura del puente de Calatrava ha hecho inviable la distancia social.
Voluntarios, varias patrullas de la Policía Local y Nacional y los propios atletas de viva voz han intentando organizar a la avalancha de corredores que hasta han hecho 'cola', todavía de noche, para devorar sus primeros kilómetros postcoronavirus.
Atestado el circuito, cualquier hueco libre, bien fuera de asfalto, tierra o césped, era ocupado por un atleta para juntar zancadas lo más rápido posible.
Las señales puestas por el Ayuntamiento también han ayudado a mantener, con cierta claridad: el margen derecho era para correr hacia el Oceanográfico y el izquierdo, para volver hacia el Bioparc.
Cuatro metros era la distancia recomendable y algo más del doble la preferible, pero por lo visto en directo bastante tenían los 'runners' con no chocar entre ellos, no tocarse y mantener un ritmo decente después de tanto tiempo de inactividad.
A las siete de la mañana era ya misión imposible mantener una distancia prudente.
A Rubén, con una decena de maratones en sus piernas y más de veinte años corriendo, ni el madrugón le ha salvado de la fiebre atlética.
“Deseaba correr pero no sé si he hecho bien. He empezado con muchas ganas, pero al bajar al río he sentido agobio y he vuelto por arriba, por la calzada. Un domingo cualquier a las diez no hay tanta gente corriendo como hoy a las siete de la mañana”, señaló.
Ha sido el truco empleado por muchos. Usar la carretera vacía de vehículos para saltarse los tramos con más gente. Los más veteranos han recordado sus carreras en los ochenta y los noventa por un paseo de la Alameda casi desierto y ocupado, casi cuarenta años después, por los corredores.
Todo ello en un día soleado, sin apenas brisa y con más de veinte grados ya desde las ocho de la mañana.
Para Alfonso, un habitual de las carreras más cortas y rápidas de la ciudad, las aglomeraciones no han sido un obstáculo. "Había mucha gente, pero se podía correr bien y mantener más o menos la distancia", dijo.
"A veces tienes que cambiar el ritmo para mantenerte lejos, pero ha valido la pena", explicó completamente empapado por el primer esfuerzo en casi dos meses.
El sueño y la meta de muchos sigue en pie porque el maratón de Valencia previsto para el 6 de diciembre no ha sido cancelado para alegría y motivación de los 30.000 inscritos.
Una de ellas es Ester, que ha disfrutado esta mañana con su mejor medicina. "El saludo de lejos de conocidos y las risas contagiosas han sido mejor que un gel en el kilómetro 38 del maratón", confesó.
Uno de esos saludos casuales entre dos corredores ha acabado, COVID-19 mediante, con un saludo con el trasero.
A escasos metros, una patrulla de la Policía Local alertaba a través de la megafonía. "Mantengan la distancia de seguridad", repetía sin cesar el mensaje grabado con voz femenina que muchos corredores, con sus pinganillos con o sin cable, ni siquiera escuchaban.
Las camisetas de los grupos de atletismo y los pulsómetros han dejado paso desde las nueve a centenares de caminantes que han aprovechado, sin tanto madrugar, el primer día de libertad para dar un paseo por el río, aunque por la cantidad de gente, bien podía parecer ser la céntrica Calle Colón en el primer día de rebajas.
La convivencia entre los 'runners' más dormilones, los ciclistas casuales y los paseantes ha sido todavía más compleja justo antes del toque de queda, fijado para las 10:00 horas.
Apenas unos minutos antes de esa hora el sonido de la sirena de una ambulancia, casi a la altura del Jardín de Viveros, interrumpía el habitual silencio de los corredores para socorrer a uno de los miles de ciudadanos que hoy, por fin, han podido cumplir con su rutina deportiva.
La Policía destaca el buen comportamiento
El comportamiento de la mayoría de los corredores ha sido bueno y, en la medida posible, han intentado respetar el distanciamiento social, según ha destacado uno de los miembros de la Policia Local de Valencia que desde minutos antes de las seis de la mañana ya vigilaba el río. La afluencia, tal y como han reconocido, ha sido tan masiva como esperada después de casi cincuenta días sin que se pudiera hacer deporte en la ciudad poder la crisis del COVID-19.
Las autoridades habían previsto que el margen derecho del viejo cauce se usará para correr en dirección hacia la Ciudad de las Arts y las Ciencias y el izquierdo para dirigirse hacia Mislata y así lo han respetado la práctica totalidad de los miles de deportistas que han inundado el centro neurálgico de la “ciudad del running”.
Las recomendaciones sanitarias proponían que los corredores mantuvieran como mínimo cuatro metros de separación entre ellos pero en ciertos momentos y tramos ha sido imposible mantener esa distancia social.
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