Gastronomía

Horizontes golosos, dulce derroche

Los sugerentes dulces cuentan con un crédito goloso ilimitado en todos los escaparates de hornos y pastelerías durante las vacaciones de primavera

La mona, con voz propia y el recurrente panquemado comparten cartelera
La mona, con voz propia y el recurrente panquemado comparten carteleraLa RazónGastronomía

El derroche goloso y el despliegue de liberación dulce a pesar del obligado confinamiento se restablecen un año más durante el prólogo de la primavera consolidada, en idas y venidas de pasión y pascua. La mona, con voz propia y el recurrente panquemado comparten cartelera con torrijas, huesos de santo, suspiros, rosquillas, canutos, borrachuelos, buñuelos de viento, tortas, rollos fritos y pestiños. El orden dulce que se desarrolla es un reparto de simetrías golosas y el complemento ideal de una beata admiración.

Mientras algunos golosos de guardia se conminan a un acto de contrición perfecta y pública en nombre de la torrija, que ha sido mancillada en pretéritas sobremesas, otros no ocultan su militancia e intensifican la habitual peregrinación sometidos al imperio de la tradicional Mona de Pascua. Hay valores gustativos que nunca se pierden.

Durante la pasada Semana Santa se decretó el estado de alerta golosa. Como entregados costaleros golosos no dejan escapar ninguna oportunidad de probar el universo repostero popular. Las preferencias de los clientes, con orígenes bien diferentes, ambientes gustativos dispares, concepciones golosas antagónicas y gustos personales desiguales se diluyen cuando acuden en busca de los dulces tradicionales. Un pulso goloso colosal se mantiene en todos los escaparates.

Entre los clientes, las alegrías de unos son preocupaciones para otros por sí se terminan las monas de pascua. Todos anhelan al unísono conseguir el dulce deseado. Es el máximo común denominador durante las vacaciones de primavera. Los dulces de pascua no son un género menor de la gastronomía, todo lo contrario, todas las voces gustativas lo ejercitan. Se abalanzan sobre nuestros paladares. Nos emocionan como nostálgicos recuerdos de la ciencia culinaria de las abuelas, como queda dicho y demostrado en los múltiples pero limitados encuentros familiares

La arcadia azucarada habitada por una pléyade de dulces nos acompaña durante el recorrido por pastelerías y hornos. Cada creación desde su personalidad, con mayor o menor ortodoxia pastelera, conquista indefinidamente nuestros gustos.

Aunque el discurso goloso es endémico y los amantes del dulce aciertan por instinto, la dulce cruzada vuelve a gozar de excelente salud. Más vale aprender cómo manejarla por si la curiosidad o la tentación vencen a la prudencia en el último minuto. Como el ultimátum goloso nos hace gracia nos preciamos de responder mientras un amplio catálogo de dulces traza la veta golosa. En esta era de globalización gastronómica imparable, cuando se resquebraja la noción de soberanía culinaria y cualquier dulce se plantea en términos transnacionales todavía hay quienes, por fortuna, aún siguen aferrados a los clásicos dulces.

Somos esbirros del dulce y como tal actuamos en consecuencia. En plena operación final de las vacaciones de primavera nos conducimos, de manera atenta, hacia el escaparate repostero más cercano en busca del dulce deseado con el efecto satisfactorio inevitable. Las pastelerías se convierten en meca de peregrinación. Nos mimetizamos en el paisaje dulce, al final la alienación colectiva deja huella en nuestros paladares de manera vitalicia. Resulta difícil imaginar el panorama sin su presencia. Su conexión es constante. Postres que casan a la perfección en cualquier momento.

Al final el efecto de satisfacción es inmediato. Los sugerentes dulces cuentan ya con crédito goloso ilimitado. No oculten su militancia. Las rosquillas son devoradas por una orquesta de paladares bien acompasada. Los pequeños roscos evocan dulces recuerdos. El avituallamiento puntual pasa a ser un dopaje recurrente.

Aunque los confines golosos no tienen frontera y el hermanamiento dulce de aromas y sabores aún no ha terminado. Mejor ir tomando carrerilla que nos acerque al final del artículo. En cuanto abandonemos las edulcoradas vacaciones de primavera regresaremos a la tozuda realidad de bajar la dosis de azúcar. Pero mientras tanto vivamos la pasión golosa en busca de un dulce destino a través de horizontes golosos.