Salud

El “caso Fortnite”, ¿es mi hijo adicto a los videojuegos?

“No hemos de demonizar las pantallas, sino su uso descontrolado”, afirman los expertos

La directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas advierte de que la solución a la adicción a videojuegos no es vetar la actividad al completo. Foto de archivo
La directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas advierte de que la solución a la adicción a videojuegos no es vetar la actividad al completo. Foto de archivolarazon

El primer caso clínico en el mundo de un menor hospitalizado en Castellón por presentar una grave adicción comportamental a Fortnite ha activado la alarma de muchísimas familias que, preocupadas por la gran cantidad de horas que sus hijos dedican a los videojuegos, temen consecuencias negativas en su desarrollo.

La directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas, Consuelo Tomás, relata a LA RAZÓN cómo un uso responsable de los videojuegos, sin la necesidad de abandonar completamente las pantallas, puede evitar una conducta adictiva entre los y las más pequeños.

“No hemos de demonizar las pantallas, sino su uso descontrolado. Esto se debe a que su uso no es negativo, pues puede implicar entretenimiento y diversión, el problema existe si se genera una conducta adictiva”, indica Tomás.

“Llama la atención como padres y madres ofrecen a niños, de incluso un año, el móvil cuando están desficiosos. Como respuesta, los niños se calman”, explica la experta en psicología clínica. La iniciación a las pantallas sucede, prácticamente, cuando los infantes nacen, y los videojuegos son estimulantes y pueden mejorar el desarrollo de reflejos.

Sin embargo, podemos conocer si el consumo está resultando dañino cuando el videojuego se convierte en el eje central de la vida de la persona que juega porque se manifiesta de diversas formas. En primer lugar, se exteriorizan nervios e irascibilidad cuando, por ejemplo, se interrumpe el juego; lo que implica la aparición del síndrome de abstinencia por parte del jugador. Y en segundo puesto, la tolerancia al videojuego aumenta, y se acaba invirtiendo una mayor cantidad de tiempo y dinero en esta adicción.

Asimismo, invertir tantas horas al día frente a la pantalla puede generar conflictos personales por dejar de realizar actividades que se llevaban a cabo antes, enfrentamientos familiares, alteraciones del ciclo del sueño por jugar más, y consecuentemente, una bajada del rendimiento laboral o académico.

De esta manera, y si esta tendencia va a la alta, las personas que son absorbidas por los ordenadores y los mandos suelen presentar problemas de concentración y atención por dirigir todos sus pensamientos al videojuego, y pueden creer que, igual que son héroes y heroínas en la ficción, lo son también en la vida realidad, generando un bienestar emocional.

También la temática puede resultar determinante en la actitud del menor. Los contenidos violentos de los videojuegos producen una mayor activación, y entre los más jóvenes se pueden copiar modelos de comportamiento que no se reflejan en la sociedad, incrementando la irritabilidad y la agresividad en su conducta.

Además, la falsa creencia -también observada entre adultos- de que se está produciendo un acto de comunicación desemboca en aislamiento social y nunca debería sustituir relaciones reales y conversaciones en personal, según la experta.

No obstante, este hábito se puede cambiar, y con el objetivo de prevenir que la afición suscite una adicción, Tomás recomienda “no ir en contra del juego, sino fomentar un uso responsable”. Es fundamental una buena comunicación en el entorno familiar para consensuar (no imponer) el tiempo de uso de pantallas y conocer el contenido del videojuego. Y también la existencia de una red de ocupaciones externas puede animar a salir de esta obsesión. Por último, “no hay que dudar en pedir ayuda profesional” ante cualquier duda, recuerda la psicóloga.