El Gallinero

Oltra, una dimisión inevitable

Compromís le pedirá su retirada, si no lo hará Puig

Su dimisión es inevitable. Cuestión de horas, de días. Como vicepresidenta del Consell conoce la imposibilidad de mantenerse en el cargo tras ser imputada por el TSJCV en el grave asunto de su exmarido. Y como Mónica Oltra con mayor motivo, porque le precede una vida política implacable para los demás, exigiendo dimisiones a otros incluso tratándose de asuntos más leves.

Su posición numantina daña gravemente al presidente Ximo Puig, al Consell, a su partido Compromís y a la Comunitat. Tanto, que estoy convencido de que serán sus compañeros quienes la convencerán de su salida, antes de que el Molt Honorable se vea obligado a tomar cartas en el asunto.

Muy pocos, aparte de ella, entienden su resistencia a apartarse de una responsabilidad para la que el auto del Alto Tribunal la incapacita acusándola, nada más y nada menos, «por la posible existencia de un concierto entre la señora Oltra y diversos funcionarios a su cargo, con la finalidad, o bien de proteger a su entonces pareja (…) o bien proteger la carrera política de la aforada».

Como es sabido, se trata del caso por el que su exmarido fue condenado por abusos a una menor en un centro tutelado por la Conselleria que ella dirige y desde donde se miró hacia otro lado.

Oltra debería recordar la implacabilidad que ha aplicado durante su vida política contra otros. Camps, Rita y cualquier dirigente del PP en condición de investigado fueron víctimas de sus diatribas, camisetas y escraches. Por si no le es suficiente, recuerde su acoso dialéctico contra el marido de la entonces consellera de Sanidad, Carmen Montón, que le hizo renunciar a la gerencia de una empresa pública de la Diputación de Valencia por sus críticas «no me parece estético. Creo que es una noticia que no se tenía que haber producido» (M.O, dixit). Coherencia, vicepresidenta. Así es la vida.