Opinión

Domingos en El Delfín en Alicante

Somos las ciudades que habitamos; esas en cuyos rincones, calles, plazas, iglesias, bares y cafeterías hemos construido nuestra vida

La Explanada de Alicante y, en segundo término, el espacio que antaño ocupaba el restaurante El Delfín
La Explanada de Alicante y, en segundo término, el espacio que antaño ocupaba el restaurante El DelfínLa Razón

Somos las ciudades que habitamos; esas en cuyos rincones, calles, plazas, iglesias, bares y cafeterías hemos construido nuestra vida; esas en las que se han forjado nuestros recuerdos. Y uno de los recuerdos de mi infancia más nítido y entrañable es el restaurante El Delfín, ubicado en la Explanada de Alicante; un lugar privilegiado en frente del mar.

Los domingos en El Delfín son mi niñez; el día en que la familia al completo -mis hermanas y una servidora vestidas como tres infantas o incluso mejor- comíamos arroz a banda, nuestro favorito, en un establecimiento que es un gran referente en la gastronomía y vida social de Alicante. Era pequeña, ocho o nueve años, pero recuerdo perfectamente sus cristaleras enormes con vistas a la Explanada, la barra y la parte de la cafetería, en la planta baja, diferenciada a la perfección del restaurante, en la primera planta; más señorial y elegante.

Así que cuando leo en la prensa que ha fallecido José Manuel Varó, el cocinero de El Delfín, viajo a esa época y a su sonrisa, con la que, sin excepción, nos atendía. Varó elevó una arrocería como no ha habido otra en la capital de los arroces a los altares de la cocina, al obtener una Estrella Michelín.

El tiempo pasó y la decoración del restaurante cambió; a mí me encantaba la original, la que permitía ver el azul del mar; y luego cerró. El restaurante era un espacio de contrastes, y en su barra era habitual ver a algún señor mayor invitando a desayunar o a comer a la señorita del club de alterne de la calle San Fernando -la trasera de la Explanada- con la que había pasado la noche; una calle que ahora se va a convertir en un eje cultural, gracias al Instituto de Cultura Juan Gil-Albert.

Pues eso, que El Delfín desapareció y la ciudad perdió un emblema; ahora fallece Varó y todos lloramos lágrimas con sabor a arroz a banda y alioli.