Fiestas
El primer seglar Capellà de les Roques en el Corpus Christi de Valencia, se baja del caballo tras 40 años
A sus 80 años, Donis Martín, será sustituido este año por Juanfran Barberá
Donís Martín Albizúa no se subirá este año al caballo que le porta todos los años por la carrera de la procesión invitando al pueblo valencianos a asistir a la solemnial processó de Corpus Christi, la "festa grossa" de la Ciutat. Lo ha hecho durante 40 años y ha dignificado al máximo la fiesta, siendo uno de sus grandes valedores. Sus casi 80 años le han aconsejado que relaje su actividad y pase a contemplar el barroco espectáculo de la gran fiesta eucarística de España, la que celebra Valencia.
El Capellà de les Roques, que antiguamente era un sacerdote, funcionario municipal, Capellán de la Casa de la Ciudad. Va montado en un caballo que porta una gualdrapa de terciopelo negro con los escudos de la ciudad bordados en plata. Es el encargado de convidar al pueblo valenciano a la Procesión.
Le va a suceder en el oficio otro gran valenciano de pura cepa como su predecesor, que ejerce su valencianía Juanfran Barberá, quien ha vivido en su familia, abuelo padre y tíos, lo abrumador que resulta creerse de verdad esto de nuestra historia, fiestas y tradiciones. Joven, director de teatro, cantante, percusionista, periodista y radiofonista, compañero de Radio Intereconomía.
Donís Martín fue el primer seglar o laico que ejerció de Capellà de les Roques, oficio reservado para clérigos funcionarios municipales, quienes además vivían en la Casa de les Roques velando por todos los útiles de la fiesta. No era clérigo Donís Martín, no le hizo falta, su amor por la fiesta era inconmensurable. A caballo, por las esquinas de la ciudad iba recitando la crida del Consell de la Ciutat a sus convecinos para que colaborasen y participasen en la fiesta.
Emocionaba y él mismo se emocionaba como buen poeta que es, artífice del ritmo y el bello verso. Era como la portada de la procesión, admirado por propios y extraños, vestido de traje talar con bonete y a lomos de brioso corcel. Se nos hizo pronto muy familiar su estampa anunciadora, evangelizadora. Un clásico de la fiesta, que la conocía en profundidad y la vivía, sirviéndola como fiel e intrépido soldado, como eterno enamorado.
Donís no puede marcharse así tan silencioso, como parece que quiere irse. Hemos de detenerle y abrazarle, rendirle el tributo de un ferviente homenaje, un largo aplauso de cierre y despedida, mejor, de un hasta luego, porque seguro que va a ser eso un “no es más que un hasta luego”, pues él seguirá ahí en primera fila de este gran poema barroco, mediterráneo, valencianísimo, que es la procesión de Corpus Christi de Valencia. Su homenaje debería estar ya enlistado, a punto, reconocidísimo. Valencia debe coronar con el mejor de sus laureles a este gran poeta y valenciano, hermoso y bello corazón, abacial y dulce pacificador, tierno y profundo, emotivo, cantor de esta excepcional tierra rica en historias y tradiciones.
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