
Crítica musical
Serenates bajo el signo del metal
Un concierto que también le recuerda a la ciudad que su porvenir también late en los atriles universitarios

La noche llegó sin luna y, si bien no se ocupó la totalidad de la platea, el claroscuro entre sillas parecía el mejor telón para que la música obrara de luminaria silenciosa. Sobre las losas del claustro, la expectación vibraba en racimos concentrados. El Festival Serenates -alianza habitual entre la Universitat de València y el Institut Valencià de Cultura- añadía esta vez la complicidad del Palau de la Música y de la International Tuba Euphonium Conference, que convertiría la velada en epicentro de los metales graves.
Quien firma estas líneas no pudo evitar una emoción distinta: hace ya algunos años empuñé el violín en la Orquestra Filharmònica de la Universitat de València (OFUV). Volver ahora como cronista y hallar a algunos de sus miembros fundidos con la veterana Orquesta de Valencia confirma que la música es un territorio que no entiende de edades: cadete y decana respiraron al unísono, recordándole a la ciudad que su porvenir también late en los atriles universitarios.
Abrió programa la "Variazioni sulla ritirata notturna di Madrid" de Boccherini, vertida al color orquestal por David del Puerto. Valero-Castells -gesto franco, sonrisa de quien disfruta- perfiló una lectura grácil; los spiccati de la cuerda relampaguearon, el viento sopló con elegancia y la orquesta en conjunto convertiría el claustro en calle madrileña de 1780.
Siguió "The Unknown Soldier", que entregó el protagonismo al bombardino de Bastien Baumet. Apenas el solista se alzó sobre el escenario, un estallido de vítores cortó el aire. La pieza irrumpiría con percusión compacta; Baumet, de articulación fibrosa y sonido casi orgánico, se fundió con la masa sinfónica hasta diluir la frontera entre solista y tutti. Su timbre, extraordinariamente cálido, rubricó pasajes de insólita liricidad para un instrumento rara vez destinado al frente escénico. Al concluir, un silencio brevísimo -más atónito que reverente- antecedió a una gran ovación cuajada de vítores que agradecían la dignidad concedida al héroe anónimo, festejaban la presencia del compositor Ricardo Mollá y rendían tributo a la magistral interpretación del músico francés.
En "Flúor, Cobre, Uranio, Vanadio", Valero-Castells se volvería director y compositor sin fisuras hermenéuticas. Encargo de la Facultat de Química, la partitura, dedicada a Pedro M. Rodríguez, transformaría números atómicos en duraciones y proporciones. Recursos como burbujas de agua, algún que otro col legno y una batería condujeron a un laboratorio de texturas donde el motivo principal, casi en forma de ostinato, mutaba en diversas células rítmicas.
El "Concierto para tuba" de John Williams puso el broche con perfume de première. Øystein Baadsvik pulverizó clichés con agilidad felina: desgranó arpegios de vértigo, desplegó un lirismo casi baritonal y deslizó guiños que evocaban el universo cinematográfico sin pertenecerle. Entre tanto, los solistas de otras secciones entretejían réplicas disciplinadas y contratiempos inmaculados. Su tuba no se regodeaba en el virtuosismo: contaba historias; y Valero-Castells iluminaría cada pasaje con relámpagos de celuloide, siempre medidos, jamás deslumbrantes.
En el bis -"Fnugg Blue" de Christian Lindberg- el noruego combinó beat-boxing, canto y multifónicos como quien juega con fuego y lo domina, desatando otra oleada de vítores. Solo se echó de menos una instantánea conjunta, quizá un breve dúo, con el bombardino: primos sí, iguales no, y aquella noche quedaría claro.
El saludo final, no obstante, reservó un guiño a la casa: unos fugaces segundos de foco para los jóvenes de la OFUV, homenaje a la institución anfitriona de la velada.
Cuando el último eco se disolvió, nadie se apresuró a marchar. El público demoraba el adiós: sin luna ni focos extra, fueron las campanas inversas de una tuba y un bombardino quienes alumbraron el claustro; y fueron dos orquestas —una nacida en pupitres universitarios, otra curtida en décadas— las que soldaron juventud y experiencia. Así se entiende que, a veces, el Festival Serenates no precise luz celestial: le basta con encender la memoria de sus treinta y ocho ediciones para que la noche resplandezca únicamente con sonido.
Concierto: Bastien Baumet, bombardino. Øystein Baadsvik, tuba. Orquesta de València. Orquestra Filharmònica de la Universitat de València. Andrés Valero-Castells, director. Festival Serenates -La Nau, 27 de junio de 2025
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