
Historia
El monumento que los duques de Calabria levantaron a los Reyes Magos en Valencia
«El Escorial valenciano» ha sido asilo de mendigos e incluso cárcel

El monasterio de san Miguel y de los Reyes fue edificado en honor a los Reyes Magos de Oriente por Fernando de Aragón, duque de Calabria, y su esposa, la virreina Úrsula Germana de Foix. Quiso el duque de Calabria rendir un homenaje a los Reyes Magos, especialmente a Baltasar, de quien decía ser descendiente, al tiempo que construir un enorme panteón para cuando muriesen él y su esposa, y alumbró un hermoso conjunto arquitectónico que ha sufrido lo indecible a lo largo de la historia, debido, principalmente, a la poca cultura e insensibilidad artística de los gobernantes.
Hoy, recuperada en buen parte su dignidad histórica y arquitectónica, sigue sumido en un lamentable y deslavazado contexto urbanístico que afea el hermoso conjunto calificado como "el Escorial valenciano", del Renacimiento español, modalidad castellana, encarnado en medio de la huerta de Rascanya.
Aunque sus precedentes históricos se remontan a finales del siglo XIV, 1371, al fundarse –mediante Bula del Papa Gregorio XI- el convento de san Bernart de l’Horta, de la Orden del Císter, en la alquería de Rascanya, la actual fábrica del edificio comenzó a ser construida a mediados del siglo XVI, levantado tras ser desalojados los monjes cistercienses del lugar por orden del Papa a causa de la licenciosa vida que llevaban. Fueron los monjes Jerónimos sus nuevos ocupantes y los dueños de sus fértiles huertas. El total del Monasterio de San Miguel y de los Santos Reyes fue concluido en 1644.
Los arquitectos diseñadores del precioso conjunto fueron Alonso de Covarrubias, Vedaña, Herrera, Ambueras, Cambra y Olinde. Resultó un inmenso edificio hecho a la manera del Renacimiento español, con tamiz castellano, de ahí que se le acabara apodando el Escorial Valenciano, por su remisión al Escorial de Madrid.
Contaron los nuevos inquilinos con el apoyo de Fernando de Aragón, duque de Calabria, a quien Carlos I hizo virrey de Valencia, tras casar con Germana de Foix, viuda de Fernando el Católico, después de que hubiera estado encerrado prisionero diez años en el castillo de Xàtiva. Devino luego ser poseedor de grandes riquezas, que en parte invirtió - cuenta Cruilles- "en la fundación de un monumento religioso, que dando lustre al país, sirviese para depositar sus cenizas después de muerto".
El monumental panteón quiso el duque de Calabria dedicarlo a los Reyes Magos -Melchor, Gaspar y Baltasar- a los que colocó en la majestuosa fachada barroca de la iglesia, construida entre 1632 y 1644, distinguiendo en la cima de todo a Baltasar, su antecesor. Según él creía y defendía. No vieron los duques de Calabria que la iniciaron terminada la obra al fallecer mucho antes, quedando ésta a mitad del proyecto por falta de quien la costeara.
El altar mayor de la Iglesia cuenta con la simbología, dibujada sobre sus mármoles y jaspes, de los Reyes Magos, las coronas, el incienso, el oro y la mirra del tradicional y piadoso relato de la adoración del Niño Jesús.
En los laterales del presbiterio están los sepulcros de mármol macizo de los duques fundadores, aunque parece que no contienen sus restos, de los que se dice pueden estar sepultados en la capilla que hay detrás mismo, el "rerealtar".
Se ha intentando averiguar si ello es así, al cambiarse su lugar de enterramiento por temor a los saqueos de los soldados franceses en la Guerra de la Independencia, y aunque el georradar marca allí dicha posibilidad, no se ha atrevido nunca nadie a excavar para su comprobación.
Las guerras y las desamortizaciones acabaron con la gran riqueza de obras de arte allí existentes, siendo llevadas buena parte de ellas al Museo de Bellas Artes. Su bien dotada biblioteca acabó en la Histórica de la Universidad de Valencia. Al ser expulsados los frailes jerónimos del Monasterio e incautarse el Estado de todos sus bienes, el edificio fue destinado a fábrica de tabacos, a cárcel y a asilo de mendigos, sucesivamente.
Martinez Aloy escribió que "contra todas las conveniencias sociales y a despecho de de los sentimientos artísticos" fue convertido el Monasterio en una penitenciaria, la prisión central de san Miguel de los Reyes, después de haber sido asilo de mendicidad y presidio de mujeres, todo lo cual no son sino “agravios inferidos por la administración civil, desde el año 1834” al conjunto arquitectónico.
Desde el siglo XIX hasta casi el final del período franquista, el monasterio fue cárcel, en guerra para presos de derecha y después de guerra para presos de izquierda. Desalojada la cárcel, el Ayuntamiento instaló allí un colegio y un asilo de mendigos, albergue municipal, en barracones. Buena parte de los antiquísimos ornamentos de la Iglesia que restaron de tantos años de desidia se los dieron desde la Diputación, copropietaria del edificio, a un cura que los tiene apilados en dos viviendas de su propiedad con ellos y otros cachivaches.
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