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Cine

Exposición

“Piedra y cielo”, de Víctor Erice: el sueño de abrazar la luna

El cineasta ha presentado una videoinstalación en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, tomando como motivo el monumento dedicado al compositor Aita Donostia que realizaron el escultor Jorge Oteiza y el arquitecto Luis Vallet en 1959

Videoinstalación "Piedra y cielo"
El cineasta Víctor Erice ante su videoinstalación "Piedra y cielo", sobre el monumento de Jorge Oteiza al músico Aita Donostia en la cima del monte Agiña, en Navarra, y que este martes se ha presentado en el Museo Bellas Artes de Bilbao. EFE/LUIS TEJIDOLuis TejidoEFE

En la cima del monte Agiña (Lesaka, Navarra), la quietud del paisaje es imponente. En un silencio solo interrumpido por el sonido del viento, el cante de los pájaros o de algún búho, este lugar permanece en el tiempo manteniendo una belleza singular. De día, se aprecia el musgo sobre las rocas. De noche, el cielo se va iluminando poco a poco a través de un sinfín de estrellas que brillan de manera incesante alrededor de la luna. El cineasta Víctor Erice ha tomado la fuerza y la exquisitez propias e intrínsecas de la naturaleza y las ha reflejado en “Piedra y cielo”, un proyecto que permanecerá en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, de momento, sin fecha de caducidad. El cineasta ha presentado una instalación audiovisual que toma como motivo el monumento dedicado al compositor y musicólogo Aita Donostia (José Gonzalo Zulaika, 1886-1956), obra del escultor Jorge Oteiza y del arquitecto Luis Vallet. Dicha creación se inauguró el 20 de junio de 1959 y se compone por una estela funeraria, a manos de Oteiza, así como por una capilla levantada por Vallet. Un paisaje acertado para el proyecto ya que, tal y como ha afirmado Erice, ofrece la “experiencia de la obra de Oteiza”, así como “una manifestación de la Prehistoria vasca”.

El alto de Agiña forma parte de una estación megalítica que cuenta con ciento siete crómlech, once dólmenes, cuatro túmulos y un menhir. Aunque la principal teoría existente acerca de este espacio lo relaciona con ritos ancentrales y enterramientos, hay otros estudios que afirman que dichos crómlech pirenaicos representarían en realidad constelaciones. Como si las estrellas del cielo se hubiesen desplomado sobre la tierra. Y fue esta combinación entre lo terrenal y la galaxia lo que inspiró no solo a Oteiza a la hora de realizar su escultura, sino también a Erice a la hora de aceptar el proyecto que ha desarrollado conjuntamente entre el Museo de Bellas Artes de Bilbao y la Fundación BBVA. "Me gusta mucho trabajar aceptando invitaciones como esta, porque me obligan a salirme de mí mismo", confiesa el cineasta, y explica que prefiere mantenerse al margen "de la condición de soledad del cineasta contemporáneo".

Erice, director de cintas como "El sur" (1983), "El sol del membrillo" (1992) y "Alumbramiento" (2002), durante toda su carrera no se ha cerrado a un único camino. "Desconfío de las etiquetas porque tienen algo de reductor", afirma, "la evolución del cine ha sido extraordinaria desde que existe y a partir de la invención de la imagen digital, algunos cineastas hemos entrado en los museos y centros culturales". Más allá de la gran pantalla, estos espacios "nos ofrecen un trabajo con mejores condiciones de libertad e independencia que las corporaciones televisivas, que son las que hoy dictan lo que hay que hacer, sobre todo, en el cine", confiesa. Por esta imposición y este aliento de poder desenvolver su arte a su antojo, el cineasta explica que ha "asumido una cierta metamorfosis en que, como cineasta, he sustituido el espacio cerrado de la sala cinematográfica por el museo, que es más abierto y depende del movimiento de los visitantes".

El proyecto nació hace 3 años y, hasta ahora, Erice ha tenido en cuenta numerosos elementos. Además de lo simbólico de la piedra y el cielo que tanto trató Oteiza en su obra poética, también ha tratado de que "la experiencia no durara más allá de 16 minutos", respetando así el hecho de que un visitante no tenga que esperar mucho tiempo para ver, desde el principio, los vídeos. Dispuestos en dos pantallas enfrentadas, a un lado está la proyección de día (11 minutos y 3 segundos) y al otro la de noche (6 minutos y 35 segundos). Basta con ponerse ante una de ellas y disfrutar del paisaje. Si no fuera por el sentido del tacto o del olfato, el del oído y el de la vista sí nos podrían llevar a la cima del monte Agiña. Erice plasma su estilo cinematográfico y no hace movimientos bruscos, sino que se limita a recoger la cantidad de información que puede ofrecer cualquier rincón de la naturaleza. El único movimiento del que se puede hablar en estas imágenes es el que produce la misma naturaleza durante el tiempo, a través de la luces, las sombras y los sonidos de los pájaros.

El título del proyecto, “Piedra y cielo”, no es casual. Explica Víctor Erice existe un libro de poemas de Juan Ramón Jiménez que publicó con el mismo título en 1919. “Siguiendo el hilo de la obra de este poeta andaluz, llegamos a Colombia entre 1939 y 1948 y entonces, entre 1942 y 1947, Jorge Oteiza estuvo en el mismo país”, explica el cineasta, “dirigiendo una escuela de cerámica”. En aquella época, la poesía colombiana vivía una auténtica revolución que se llamaba “Piedra y cielo”. “Y no me cabe la menor duda de que Oteiza estuvo en contacto con los Piedracelistas y con Gabriel García Márquez, que vivía entonces en Bogotá con 14 años”, afirma Erice.

"En la búsqueda de una simetría entre el día y la noche, he incluido dos fragmentos de la poesía de Oteiza", apunta Erice, "no tanto para reivindicar su categoría como poeta sino de recordarla". Y es que el cineasta no duda en admitir que el escultor debería ocupar "un lugar importante entre escritores vascos que han escrito poesía en castellano como Miguel de Unamuno o Blas de Otero". Por tanto, la condición poética del artista se relaciona con el paisaje, sobre todo, con el cielo como su principal comprensión estética del mundo. "Aguiña ha sido muy fotografiada desde 1959, pero yo no he encontrado ninguna imagen nocturna", subraya Erice, motivo por el que decidió filmar la noche como una manera de "diferenciación así como por seguir el pensamiento de Oteiza, quien afirmaba que la noche era un espacio de reflexión fundamental".

La amplitud de la naturaleza

"Cuando Oteiza subió en 1944 a la cuenca del río Magdalena, en los Andes colombianes, visitó los yacimientos de San Agustín y San Andrés y sus esculturas", explica Erice. "Allí descubrió algo que le dejó absolutamente conmovido y que fue fundamental en su experiencia", continúa el cineasta, "para mí, el antecedente del momento en el que visitó Aguiña y en el que reaccionó con el mismo impulso". Y así lo expresó el escultor en sus escritos: "Yo no he venido aquí a medir las estatuas, he venido a abrazarlas". Y la misma invitación hace el museo -no de manera literal- de acudira abrazar la historia que hay detrás de 16 minutos de un vídeo que es, a la vez, capaz de condensar la quietud y amplitud de la naturaleza.

El cineasta Víctor Erice ante su videoinstalación "Piedra y cielo" que se expuso en 2019 en el Museo Bellas Artes de Bilbao. EFE/LUIS TEJIDO
El cineasta Víctor Erice ante su videoinstalación "Piedra y cielo" que se expuso en 2019 en el Museo Bellas Artes de Bilbao. EFE/LUIS TEJIDOLuis TejidoEFE

Para Erice, "el poeta es verdadero es aquel que utiliza el tema del origen, del tiempo antes del tiempo cifrado del que se nutre la historia". Y estos requisitos los cumple Oteiza: "El poeta sueña con retornar y toda la voluntad del sistema estético de este escultor fue un intento de estetizar la política", explica el cineasta. "Se puede decir que Oteiza fue un soñador para el pueblo que en la realidad, a la hora de cumplir su vocación política, que la tenía, fracasó una y otra vez", comenta Erice, "pero lo propio de un artista visionario es fracasar socialmente, para así descubrir lo que pueda haber de imperecedero". Esa es la utopía y en esa dimensión trabajó el escultor a quien rinde homenaje tanto el Museo de Bellas Artes como el cineasta: mirar al cielo, al tiempo infinito sobre el que gravitan las huellas de la historia.

De esta manera, "Piedra y cielo" establece un contraste entre las huellas de vida que se ven en la naturaleza bajo la luz del sol y la dimensión metafísica del escenario iluminado por la luna. Todo ello, en una videoinstalación que sorprenderá a cualquier espectador y, sobre todo, le proporcionará las sensaciones dignas de estar en lo alto del monte Agiña mientras se escuchan las palabras de Oteiza: "Toda obra de arte, o es una realidad de formas ocupando un espacio, o es un espacio desocupado".