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Los libros de la semana: La última novela de Antonio Lobo Antunes y la influencia judía en la cultura europea

La última y esperada obra del novelista portugués se suma a un viaje a la URSS de la revolución soviética del escritor Viktor Shklovski y un apasionante ensayo de Diego Moldes sobre el judaísmo
Toni AlbirEFE

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EL ESCRITOR FRENTE A LA MISERIA HUMANA

La vejez no nos está robando el futuro, está robando el pasado, incluso la voz de mis padres lo tomó, pero esto digo que continúa sucediendo, dice Lobo Antunes en “De la naturaleza de los dioses”, en homenaje al libro de Cicerón, escrito en el 45 a.C. y que aborda la memoria, la vejez la muerte, la sexualidad, el poder, los ricos y los pobres, las malas descolonizaciones, el amor, el poder... el paso del tiempo. Es una novela sobre la corrupción y el poder, la violencia en la sociedad portuguesa, pero, sobre todo, nos habla del resquebrajamiento del corazón humano ante la caída en desgracia económica, moral y sentimental. Lobo Antunes va detrás de una narración que se rige por sus propias leyes, desafiando la naturaleza del género. Permite que su mano siga el hilo de la cometa sin alterar su rumbo, dejándose bailar, en una imparable circunvalación mental pero sin perder nunca el epicentro que cohesiona la historia, lleno de solidez. El portugués habla de la psique humana como las olas se mecen en el mar. En ocasiones enrabietadas y a ratos llenas de agotamiento hasta lamer la orilla, de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás, construidas siempre de «ayeres», «mañanas» y presentes que no terminan de serlo... porque cada protagonista imagina una naturaleza distinta para sus propios sueños. Mágico e inquietante. Doloroso.
En una tentativa de acercarse lo más posible al sentido primigenio de las palabras, utiliza el idioma como un modo de evidenciar lo que se le escurre entre la tinta de los dedos... porque el lenguaje es un animal feroz que no siempre sigue el rastro correcto de las palabras, que varían según su uso. Palabra como servidumbre. En una casona entre Cascais y Guincho, una mujer, la Dama, habitada por frases que siempre dirá mañana (o no), es visitada periódicamente por una criada de la librería que le entrega paquetes que nunca abre. Fátima es la confidente de una historia familiar centrada en la figura del Lord Doctor, el padre de la Dama, un déspota, prestamista, que pidió la mano de su esposa en los siguientes términos: «Te perdono la deuda si me das a tu hija». Sólo tenía 16 años. Fátima, la empleada librera, escucha.
Tiene 36 primaveras, un hijo de seis, y un esposo que la abandonó. Sabe empatizar con aquello que la rodea. Observa a la clientela de la librería, al sintecho que nunca acepta limosnas... Recuerda su infancia en África y nos hace saber que «buscamos lo que sigue y descubrimos el principio». Cito al mendigo porque parece poner en duda «algo», lo que puede parecer absurdo teniendo en cuenta que este personaje carece de todo tipo de bienes. Es un «desamparado» que no habla ni interviene en ninguno de los núcleos narrativos, sin embargo, es un actor que se prefigura a sí mismo como el núcleo de la historia, porque es a su alrededor cuando surge el misterio (su identidad no se conoce), el silencio (no habla nunca) y la inmutabilidad de las cosas. Nada cambia en torno a él... como si estuviera hecho de materia celestial.
Ángeles López

KAFKA, EINSTEIN Y LOS PREJUICIOS CONTRA LOS JUDÍOS

Piensen en cualquier asunto relacionado con, por decirlo con el subtítulo de este libro, las «Contribuciones de los judíos al mundo moderno», echando un vistazo simplemente al índice. Y encontrarán todo: reflexiones terminológicas, asuntos de ciencia, literatura, filosofía, economía, internet, moda, deportes, cine, televisión y música, arte, periodismo, justicia, política... Este es el gran mérito de este trabajo formidable de Diego Moldes, que no es judío pero siempre se ha interesado por este mundo, colaborando con el Centro Sefarad-Israel y una revista judía de cultura, y dirigiendo la Fundación Hispanojudía y una asociación que lucha contra el antisemitismo. Y justamente da inicio a todo –con el pretexto de que Einstein conoció a Kafka en un café de Praga en 1911, coincidiendo así el científico más influyente moderno y uno de los autores clave del siglo XX– de manera muy interesante, desde el léxico que empleamos. El autor aclara que «semita» califica a los pueblos y lenguas semíticas, por lo que estarían dentro también árabes, hebreos, arameos, fenicios, acadios y otras lenguas, de modo que habría que hablar, más que de «antisemita», de «judeofobia» o incluso «antijudaísmo». Porque este es el objetivo del libro: luchar contra el prejuicio hacia el judío «en este incierto siglo XXI, producto de los nuevos-viejos totalitarismos, el neofascismo y el neonazismo, que, de nuevo, condenan al pueblo hebreo por ser simplemente un pueblo inteligente, esforzado y trabajador».
Apoyándose al comienzo en un iluminador ensayo de Sartre de 1946, Moldes aborda las falacias que han sufrido los judíos en campos o actitudes en las que se han generalizado una serie de ataques repetitivos que no han recibido otras religiones y que forman parte del imaginario colectivo. Algo parecido, dice, a lo que ocurre con respecto a la islamofobia, el «odio al moro», en España.
Y siempre el mismo pez comiéndose la cola: «Al antisemita no sólo le importa un bledo que un hombre o una mujer judíos sean inteligentes y trabajadores, antes bien, lo convierte en una característica más para sus intereses antisemitas», lo cual genera acusaciones de usura o egoísmo, que según el autor son ascendentes en todo el mundo. El libro así desenmascara tópicos y, sobre todo, pretende glosar los logros de multitud de personas judías o de tal ascendencia, haciendo que recordemos el libro «Los judíos vieneses de la Belle Époque» (2016), época en la que, según su autor Jacques Le Rider, el antisemitismo «se erige en un verdadero código cultural».
Toni Montesinos

VIAJE A LA URSS DE 1917 CON VIKTOR SHKLOVSKI

Es imposible entender el Formalismo Ruso y su influencia en la cultura europea de vanguardia de los años veinte sin conocer a Viktor Shklovski (San Petersburgo, 1893–Moscú, 1984), uno de sus primeros teóricos y figura clave del Círculo Lingüístico de Moscú. La creatividad sin precedentes del formalismo produjo obras experimentales en todas las artes y actuó como auténtico revulsivo contra los simbolistas rusos. El énfasis en la parte, en las antítesis y en las paradojas alcanzó a pintores, poetas, dramaturgos o cineastas como Eisenstein. A los veinte años escribió un artículo de especial trascendencia: «El lugar del futurismo en la historia del lenguaje», cuya influencia traspasó las fronteras rusas. Pero aunque sus actividades literarias se truncaron con la Revolución de febrero de 1917, en este «Viaje sentimental» evoca aquel estrépito de los años en que tuvieron lugar al mismo tiempo la Primera Guerra Mundial y la Revolución. Todo ello narrado con una prosa brillante que no solo lo encumbra literariamente, también es un documento histórico de primer orden.
La primera parte registra sus impresiones sobre los hechos de los que fue testigo en 1917: la revolución contra los bolcheviques en las calles de Petrogrado nos trae imágenes imborrables de los soldados gritando «¡Pan!» en los cuarteles abarrotados, de los tanques por la avenida Nevski disparando las ametralladoras en una ciudad en huelga total en la que se desbordó el entusiasmo y el sentimiento: «Todos nos besábamos mucho en aquella época», dice en algún momento. Los insurrectos pedían el final de la guerra y enviaron embajadores a todas las potencias beligerantes proponiendo el armisticio y las negociaciones de paz. Tras la Revolución de Febrero llegó la ofensiva de Kérenski y su marcha a Persia con el ejército de ocupación. En la segunda parte describe sus actividades clandestinas contra los bolcheviques y su huida a Ucrania, donde se unió finalmente a los comunistas para luchar contra el general Wrangel.
Pero Shklovski no dejó de participar en la incesante vida cultural de Petrogrado. Su influencia se extendió a muchos de los jóvenes escritores que se convertirían en grandes figuras durante el período soviético. Su «Viaje sentimental» ofrece retratos fascinantes de escritores como Gorki, Block, Mandelstam y muchos otros. Su ritmo frenético da movimiento a su prosa y contagia al lector con su estilo urgente, vital, enormemente descriptivo, que señala «lo anecdótico significativo», una de las premisas de su pensamiento.
Sagrario Fernández-Prieto