El presente desencantado de Guédiguian
El director estrena «Gloria Mundi», filme en el que analiza a través de una familia cómo la brecha entre clases es cada vez mayor.
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Sin salir de Marsella, su particular Xanadú, Robert Guédiguian cuenta en «Gloria Mundi» la historia de una familia en descomposición, que arranca precisamente con el nacimiento de Gloria, la nieta que, en vez de aportar luz a la vida de los Benar, pone en evidencia la precariedad de un sistema de clases en el que las viejas generaciones siguen rompiéndose el lomo para pagar las facturas y las jóvenes o se hunden en la miseria intentando sobrevivir o demuestran que la falta de solidaridad y la capacidad para explotar al prójimo son la única manera de prosperar.
¿Esta es la Francia de Macron que se propone como un modelo de crecimiento económico junto a Alemania? Un par de días después de estrenar el filme en la Mostra veneciana Guédiguian, que concede esta entrevista junto a su esposa Ariane Ascaride, que aún no sabe que ganará la Copa Volpi a la mejor actriz, se muestra de lo más pesimista. «Me sorprende lo mucho que hemos retrocedido la clase obrera en cuestión de derechos en las últimas tres décadas», protesta. «Los recortes en los sueldos, las indemnizaciones ridículas, la seguridad social, las pensiones. Las desigualdades entre ricos y pobres han aumentado de una manera escandalosa».
Aunque quiera arrancarse etiquetas, uno no puede huir de su naturaleza. Parecía que, con «La casa junto al mar», Guédiguian quería alejarse del cine social, en una metarreflexión sobre el presente de su generación, que también es la de sus actores. De hecho, el proyecto en que estaba trabajando era, dice, «una especie de cuento de hadas», que llevaría su filmografía por otras vías.
Vivir con y de los padres
Pero la realidad le estalló en la cara, tanto como para canalizar su enfado en una película que denuncia hasta qué punto la precariedad económica está afectando las relaciones entre padres e hijos. «Los hijos no pueden pagarse un alquiler, tienen que vivir con sus padres en edades en las que deberían haberse independizado y ello afecta negativamente a los vínculos familiares», se queja, mientras Ariane Ascaride asiente.
Es conmovedor verles comportarse como lo que son, un matrimonio que ha cumplido 44 años de casados. Guédiguian no parece concebir el cine sin su esposa, por eso, al día siguiente a esta entrevista, cuando Ascaride sube al podio veneciano a recoger su premio él sonríe como si lo hubiera ganado él. Le preguntamos por el cine como un asunto de familia, porque en «Gloria Mundi», además de Ascaride, al casting también se añaden Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan, habituales de su cine. «Supongo que es mi manera de traducir la lucha individual en lucha colectiva», admite. Ascaride asiente mientras remueve su espresso con una cucharilla. «Con Robert compartimos esa sensación de empatía, de compromiso con los personajes que interpretamos. Por mucho que se equivoquen son víctimas de un engranaje social que los supera».