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Un Corto Maltés con acento español

«El día de Tarowean», la nueva aventura del personaje creado por Hugo Pratt, regresa a su momento fundacional con esta «precuela» de «La balada del mar salado». Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero, que han retomado la serie, explican las dificultades que ha supuesto regresar al nacimiento del marino

«No me atrevería a discutirte qué es la realidad y qué es la ficción». Con estas palabras regresa Corto Maltés, que es más Hugo Pratt que nunca, aunque ahora le redondeen las andanzas el ilustrador Rubén Pellejero y el guionista Juan Díaz Canales. Este es un personaje modelado de antónimos, que vive suspendido en un equilibrio de contrarios. Un dibujo que parece delineado por la literatura y no por el lápiz, y que está modelado por tantos silencios y palabras como contornos artísticos. Todo hijo es fruto de un progenitor y de un espíritu como el de su creador, un gran vividor y un viajero sin redención, solo podía surgir un tipo de silueta aventurera y perfil escéptico; un marino nacido en La Valetta, de madre gitana, la Niña de Gibraltar, de raíces sevillanas, y un navegante de Cornualles, como resaltan sus biografías, así que también es súbdito de sus majestades los Reyes de Gran Bretaña. Sus peripecias habían quedado suspendidas, petrificadas en el pedestal de su propia mitología, cuando este tándem del cómic español recogió el testigo de la serie en 2014 y al año siguiente publicaron «Bajo el sol de la medianoche», un álbum donde se narra la amistad que Jack London mantuvo con Corto, porque este personaje pertenece a esas escogidas ficciones que cuentan con abundantes amigos en el mundo real, como Churchill o el Barón Rojo. A ese primera le sucedió «Equatoria», donde lo seguimos por África, y ahora publican «El día de Tarowean», donde Juan Díaz y Rubén Pellejero regresan a los orígenes del personaje y se atreven a explicar por qué apareció en alta mar y atado a un madero en «La balada del mar salado», la narración que le dio a conocer al mundo entero.

–¿Quieres hacer Corto Maltes?

Así comenzó el reto para estos dos creadores. Cuando a Juan Díaz le propusieron continuar el trabajo de Hugo Pratt, supo que en esta empresa, como escudero en la lid, quería el dibujo de su amigo Rubén Pellejero. «La confianza hace estas cosas –comenta este último–, que te hagan por teléfono preguntas de este tipo. Yo, claro, cuando me lo planteó, me lo tomé en broma hasta que caía que iba en serio. Entonces me quedé noqueado durante tres o cuatro días». Se metieron en esta tarea sin meditarlo demasiado, haciendo caso omiso a las críticas que encontraron en internet desde que se supo que se retomaban las peripecias de Corto. «No habíamos empezado a hacer nada y ya leíamos comentarios negativos». Ahora dan un paso más adelante y se atreven a apropiarse un poco más de este personaje al viajar a los orígenes del personaje en este tercer libro.

«Es una especie de precuela de “La balada del mar salado”, que por el valor simbólico que tiene el ser el primer álbum, pues parece que estás tocando un mito. Pero en el fondo es lo mismo que hemos hecho con las otras dos entregas: rellenar los huecos biográficos del personaje. Afortunadamente, a pesar de que hay mucha obra, existen grandes periodos de la vida de Corto Maltés que todavía están en blanco. Hay cosas que no podemos desarrollar, como sus historias durante la Primera Guerra Mundial, que están cubiertas por Pratt, pero hay otros años con acontecimientos históricos y lugares del mundo en que lo podemos situar y desarrollar nuestras historias. Ahora contamos lo que sucede justo antes de “La balada...”», comenta Juan Díaz.

Los autores viajan así al momento fundacional de Corto, lo veremos deambular por primera vez en Tasmania, a Borneo, buscarse problemas con los rajás blancos de Sarawak (fundado por James Brooke) y codearse con Sylvia Brett, amiga de J. M. Barrie y que se conocería como «la reina de los cazadores de cabezas». Pero esta ruta exótica cuenta con un acento español y, aunque los lectores se reencontrarán con el Monje Loco, Rasputín y reconocerán el eco lejano «El diente de ballena», un relato de Jack London, en estas páginas también hay un guiño a Pedro Calderón de la Barca en Hauki, una especie de Segismundo, pero situado en latitudes australianas. «Buscamos – explica Rubén – sitios que no solo tengan el exotismo. Barajamos lugares. Pero intento sugerir geografías que respeten la atmósfera que existe en este cómic y que visualmente sea atractivo y jugar con los componentes que caracterizan a este personaje: tempos, silencios...». Juan Díaz comenta «que la dificultad de esta obra es que existían ya personajes que van a salir después y eso nos condicionaba y que había que darle una estructura circular y empezar el 1 de noviembre, el día de Tarowean, que es el día de las sorpresas», y que remite al inicio de «La balada del mar salado».

Rubén remarca los logros de Hugo Pratt y Corto Maltés: «En él, el texto, las frases y el dibujo están unidos. Su dibujo casi es una caligrafía y cada vez lo fue más. Si hubiera seguido dibujando habría quitado la escritura». Juan Díaz añade que «Pratt rompe la barrera entre literatura e imagen e introduce grandes novedades: deja diálogos a la mitad, recurre a los silencios, introduce métodos cinematográficos como el plano y el contraplano... multiplicó todos los recursos del cómic, de manera que te olvidas de lo que es literario y lo que es gráfico, además de que obliga al lector a implicarse». Él mismo concluye: «Nunca había visto la aventura como en Corto: hay acción, paisajes exóticos, peleas, grandes momentos históricos y a eso le añade conflictos morales y políticos, y la poesía».