Emojis: la palabra del año es una imagen
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Dos instituciones, dos talantes. El viernes, la Real Academia Española definía 2019 con una lista de palabras muy serias y formales, y, también, muy alejadas de las que emplearía cualquier ciudadano corriente para hacer ese balance. La Fundación del Español Urgente, apenas dos días después, replica –ni que fueran competencia, ¿verdad?– con el término del año, que, esta vez, para espanto de más de uno, no es un sustantivo ni un verbo ni un adjetivo, sino un símbolo. Y no uno cualquiera, sino el emoji. Tiene gracia que la RAE y la Fundéu, ambas dedicadas a estudiar, analizar y examinar el uso de nuestra lengua, discrepen tanto entre sí y que evalúen los últimos doce meses del almanaque de forma tan dispar. Es como si la primera se hubiera quedado en la letra impresa y la segunda anduviera ya al tanto de por dónde va el futuro y apunte por qué costado avanza la comunicación de la gente, o lo que es lo igual, la calle en este siglo XXI. O no, porque aunque esto de desmarcarse con los emojis parece muy divertido y moderno, en el fondo, ni es tan nuevo ni es para tanto. El hombre, que es una criatura muy comunicativa y de un ingenio bastante vivo, siempre ha recurrido al dibujo o el pictograma para dar constancia de sus creencias, pensamientos y cultura, y de paso ahorrarse verborrea. Altamira no ha sido el pasatiempo de un alucinado, de un tatarabuelo algo zángano y remolón. A nosotros, que vivimos en casa con calefacción, eso de llenar las cuevas con bisontes nos puede parece arte. Pero dudo mucho que los hombres que pintaron esas paredes manejaran ya ese concepto. Es probable que emplearan los signos, los animales y las siluetas de las manos para expresar algo, lo que fuera, que aún nadie se ha puesto de acuerdo en este punto. Tampoco conviene pasar por alto que los egipcios recurrieron a figuras para los jeroglíficos, que tantas imaginaciones han alimentado después. Así podríamos ir mirando la historia y, también, ir extrayendo ejemplos para ver cómo las imágenes y los códigos visuales han estado presente entre nosotros y han sido alfabeto de abundantes y variados conocimientos. Si hoy mandamos por WhatsApp el dibujo de una persona bailando estamos exprensando diversión y alegría. En cambio, una mujer bailando en el canecillo de una iglesia románica es una advertencia contra la mujer (en especial las bailarinas ambulantes), identificadas con el pecado de la lujuria. Una misma representación, dos épocas, dos mundos, dos significados...