Cruel, sensual y astuto... El regreso del “Duce”
Hace unos meses, gracias a «La infancia de los dictadores» (Gedisa), de Véronique Chalmet, conocimos a unos cuantos tiranos con un nexo común: el hecho de llegar a la edad adulta llenos de fisuras psicológicas. Entre ellos estaba Benito Mussolini, que al no hablar durante los tres primeros años le fue diagnosticado retraso mental. Su padre era partidario de los castigos corporales, en su caso, para «forjarle el carácter», y de ahí surgiría «una personalidad mórbida, autoritaria, ambivalente y excesiva. Un personaje astuto que no sabía distinguir con facilidad entre el bien y el mal y a quien la violencia compulsiva conducía al límite de la psicopatología».
Este sátrapa fue objeto de estudio por parte de Frances Stonor Saunders, que en «La mujer que disparó a Mussolini» (Capitán Swing, 2014) nos descubrió la vida de Violet Gibson, que en 1926 se acercó hasta el dictador y le disparó a quemarropa. Fue la oportunidad de haber detenido la escalada fascista, pero «il Duce» sobrevivió. Un episodio que no aparece en esta extraordinaria obra, «M. El hijo del siglo» (traducción de Carlos Gumpert), de un autor al que descubrimos con «El padre infiel» (Libros del Asteroide, 2014), finalista del Premio Strega, que Scurati ganó el año pasado justamente por este libro que aborda los años en que Mussolini llegó al poder.
Tenaz y ambicioso
El esfuerzo de documentación histórica, el enfoque estilístico y estructural, nos llevan a una lectura de cariz novelístico en que no hay en cambio nada fruto de la imaginación, con un Mussolini palpitante: «hombre sensual», «emotivo e impulsivo», «alguien fascinante y persuasivo en sus discursos», «desinteresado, generoso», «muy inteligente, astuto, mesurado, reflexivo, buen conocedor de los hombres, de sus cualidades y de sus defectos», «tenaz en las enemistades y en los odios»... Todas las virtudes de un ser valiente y audaz se abren paso en el dibujo de un personaje cruel al que vemos escalar en sus ambiciones, pues «le impulsa la convicción de estar representando una fuerza considerable en los destinos de Italia y está decidido a hacerla valer».
De fondo, aparece una Italia en todos sus ámbitos, significativamente el literario, con un D’Annunzio también pródigo en amantes y liderazgos militares, que inspiró a Mussolini en muchos asuntos de índole personal y política. Así, veremos, de la mano de Scurati, al Mussolini que creó en 1919, en Milán, a los Fascios de Combate, germen del partido fascista, al que es arrestado por tenencia ilegal de armas y explosivos, al que desfilaba con sus «camisas negras» cuando encontraba la ocasión propicia, al diputado de las elecciones de 1921, al que entró con sus seguidores en Roma y logró ser presidente del Consejo de Ministros, al que se enfrentó a Grecia y Yugoslavia, al que en 1924 dio un discurso en el parlamento que es considerado el inicio del régimen dictatorial; todo ello a medio camino entre la novela, la biografía y el libro de historia: un triunfal experimento literario.
Toni MONTESINOS