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«Ahora hablamos de ETA porque ha pasado el tiempo y sabemos lo que es vivir sin la banda»

La escritora vasca Karmele Jaio publica «La casa del padre», una novela que reflexiona sobre la violencia de género y los roles que condicionan a los hombres y las mujeres
Ruben mondelo.La razon .

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La nueva masculinidad, el nuevo equilibrio entre personas de diferente sexo, las violaciones individuales o en manada y el rescoldo de un pasado impregnado de violencia. Karmele Jaio aborda en «La casa del padre» (Destino), una novela adoquinada con secretos y silencios, algunas de las nuevas e inquietantes realidades que van construyéndose en nuestra sociedad. «Uno de los orígenes del libro está en la curiosidad por conocer qué pasa por la cabeza de los hombres en un momento tan cambiante como es el actual, sobre todo en cuanto a las relaciones entre hombres y mujeres y los equilibrios de poder que han surgido en las parejas. Me he preguntado, cuando aparece la violencia de género, si los hombres, ante esas situaciones, se sienten aludidos o piensan que esos hechos no tienen nada que ver con ellos. Todo ha nacido de esa preocupación».
La escritora narra la historia de Ismael, un escritor que no encuentra la inspiración, que va prorrogando los plazos de entrega de su nuevo libro, y Jasone, su esposa la persona que lee sus manuscritos y que introduce las primeras objeciones, correcciones y enmiendas en sus textos. Una mujer fuerte que acaba de reencontrarse con la vocación literaria que había dejado atrás por su deberes, pero que, sin embargo, no se atreve a confesar a su marido la atracción que siente de nuevo hacia la palabra escrita. «Los roles nos condicionan. Están presentes y nos limitan en nuestra manera de ser, en las decisiones diarias y marcan nuestros caminos. Reflexiono sobre la transmisión de los valores que hemos recibido los hombres y las mujeres y que todavía seguimos comunicando, aunque quizá mutados de forma distinta. Estamos en un instante en que lo importante es tomar conciencia de ello». Después añade: «Los roles nos dicen qué esperan de nosotros y nosotras. Es difícil hacer una crítica razonable cuando has empezado a asumir ciertas ideas desde pequeño. Hay mujeres, por ejemplo, que reconocen la influencia y saben lo que les ocurre, pero la fuerza de los roles es tan fuerte que a pesar de todo los reproducen. Esto se ve en el ámbito laboral, pero también en el íntimo, en el que tenemos sexo con la otra persona».
-Y eso se refleja en por qué ella no se atreve a decirle a su pareja que está escribiendo.
-Ella siente que no es lo que se espera de ella, que no le toca ese papel, porque el escritor de la casa es él y cree que es una amenaza para su marido, y que, quizá por eso, no es lo que le corresponde a hacer. Por eso se calla, aunque sabe que en algún momento tendrá que decirlo.
-Existen aspectos que se ocultan entre sí.
-Es que es una novela de secretos, donde existen muchos silencios en las parejas y los familiares. El silencio es un protagonista más. Hay que tener en cuenta que se transmiten muchas cosas sin palabras. Son mundos interiores que no afloran en las relaciones y que permanecen ocultos. El miedo es un gran actor.
-Pero también es una obra que aborda la escritura y la creatividad.
-Es una reflexión sobre la escritura en los hombres y las mujeres, y los condicionantes que les limitan. Aquí existen muchas preguntas: ¿Por qué llega él y ella, no? ¿Por qué se concede prestigio a unos temas y de otros no se habla? Pero a la vez hay que tener presente que la escritura es el lugar en el que aparecen las verdades. Las palabras pesan. Hay palabras de plomo que están en contra de otras que son como bisutería. Me interesa el proceso creativo en el que las palabras tienen gravedad. Históricamente los hombres han disfrutado de un plano público mientras las mujeres se han conformado con el privado. Esto ha provocado que aparezcan unos temas en los hombres y otros en las mujeres. Pero lo importante es la obra.
Uno de los ejes del libro es la violencia de género. Para Karmele Jaio siempre ha habido el mismo número de abusos, pero la diferencia respecto al pasado es que ahora existe una «visualización de las violaciones que no se veía antes. Y probablemente es la punta de iceberg. Todavía hay muchas mujeres que no denuncian y si hablas con ellas te cuentan enseguida situaciones que sin llegar a la violación son ya muy violentas. El cambio es que ahora son más visibles. Las mujeres viven un momento en que no se van a callar y no van a aceptar los abusos. Las chicas jóvenes tienen más instrumentos para saber lo que les está pasando que en otras épocas. A eso hay que sumar que la sociedad está más sensibilizada sobre el tema. Y esto hace que tenga más peso y repercusión este tipo de casos». Después matiza: «Creo que vivimos en una sociedad en que los jóvenes se están educando en el porno más duro y eso entra en las relaciones de poder sobre las mujeres. Las violaciones de las manadas es más poder que otra cosa».
El pasado tiene una fuerza decisiva en el destino de los protagonistas. La historia de Karmele Jaio discurre en una época en que todavía la repercusión de la banda terrorista ETA es clara. Ella reconoce que «en la novela quería que apareciera porque es el decorado en el que hemos vivido desde que hemos tenido consciencia y nos ha condicionado mucho. Ahora hablamos de ETA porque ha pasado el tiempo y sabemos lo que es vivir sin ella. La distancia ayuda a la reflexión».

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