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«Contagio»: el coronavirus viraliza una película de 2011

El filme de Soberbergh repunta en las plataformas de alquiler digital y se coloca en el top junto a estrenos de este año por la alarma sanitaria

Kate Winslet en «Contagio», el filme de Soderbergh cuyo alquiler se ha disparado en las plataformas
Kate Winslet en «Contagio», el filme de Soderbergh cuyo alquiler se ha disparado en las plataformaslarazon

El coronavirus, que mata con una efectividad propia de pestes medievales y se propaga a gran velocidad, ha infectado ya la madrugada de un mundo adicto al melodrama. Entre noticias del acabose, tuits que predicen la extinción y especulaciones sobre los laboratorios ultrasofisticados que construyen armas químicas, más allá de los mensajes de la OMS, que aburren por sensatos, razonables y convencionales, aprovechamos el fin de semana para rastrear películas apocalípticas.

Ninguna engancha más que «Contagio», la cinta de 2011 de Steven Soderbergh protagonizada por Matt Damon, Marion Cotillard, Bryan Cranston, Laurence Fishburne, Jude Law, Gwyneth Paltrow antes de dedicar sus mejores esfuerzos a la fabricación de velas aromáticas (!) y la siempre fenomenal, prodigiosa Kate Winslet. Es la historia de siempre. La del virus letal que salta como un conejo. Pero contada con la musculatura, agilidad y reflejos del cine de un Soderbergh siempre solvente. Engancha por méritos propios. No solo eso, sino que parece anticipar mucho de lo que vivimos y, sobre todo, de cuanto especulamos.

Arranca con una estadounidense que enferma y muere tras un viaje a Hong Kong. Sigue con una pandemia mundial y la lucha por conseguir una vacuna. Combina las paranoias sobre una teórica guerra bacteriológica con los protocolos médicos habituales. El virus, mezcla de materiales genéticos de virus que afectan a los murciélagos y a los cerdos, encuentra a la comunidad internacional inerme. Incapaz de frenar la caravana del miedo en un planeta interconectado. No faltan los elementos propios de las historias de Cormac McCarthy. O incluso de aquella historia de la ceguera del Nobel Saramago.

Cuando el orden social decae arrasado y el ser humano vaga por unos paisajes lunares, entre prehistóricos y nacidos en la cúpula del trueno, «Mad Max» mediante. Parece que la película de Soderbergh ya está entre las más alquiladas de las últimas semanas en todas las plataformas digitales. Ahora solo falta que el gusto que procura encontrar referentes artísticos capaces de encarar nuestros terrores y poluciones nocturnas contribuya a que la gente redescubra cositas como «La noche de los muertos vivientes» o «El último hombre sobre la tierra», donde directamente pasábamos de las historias/coronavirus a las enfermedades que hacían de los hombres bestias sedientas de sangre o carne.

Todo sea que la enfermedad, con sus alucinantes porcentajes, no diezme de tal manera el número de telespectadores que al final no quede nadie para volver a George A. Romero, que anticipó todo, y por supuesto a Bram Stoker, que contó como nadie el morbo de enfermedad y el baile suicida entre eros y tanatos. «La sangre es la vida», gritaba el pobre R. M. Renfield en el psiquiátrico mientras esperaba, entre espantado y fascinando, o sea, como cualquiera de nosotros, la vuelta del conde.