Bret Easton Ellis, contra las redes
El autor de «American Psycho» presenta una nueva e irreverente obra contra nuestra realidad
De Bret Easton Ellis, de un nuevo libro de Bret Easton Ellis, puede esperarse, además de una buena dosis de polémica, una ración de honestidad brutal. La honestidad de un escritor para quien el arte está por encima de todo y que no tiene nada que ver con la reputación ni tampoco con las buenas costumbres ni con lo políticamente correcto. Si no continuara siendo el escritor sin pelos en la lengua y que no tiene reparos en decir lo que piensa que siempre ha sido, no sería, de hecho, aquel «enfant terrible» que se estrenó en 1985 con «Menos que cero» y que marcó a toda una generación; ni tampoco el autor de «American Psycho», una novela que en 1991 hizo de él, ademas de un autor de culto, una celebridad. Incómoda, eso sí, pero una celebridad al fin y al cabo.
Casi treinta años después y tras publicar cinco novelas y una colección de relatos y nueve sin ofrecer un nuevo trabajo (el autor siempre dio sus libros a imprenta según su tiempo creativo y no guiado por el plan editorial), Bret Easton Ellis vuelve con un libro de no ficción: un conjunto de ensayos (a mitad de camino, por momentos, entre la crónica y la reseña) en los que recuerda la infancia de su época, lejos del control de sus padres, tan distinta a la época actual, donde todo es mostrado y visto a través de las redes sociales, y en los que ofrece una mirada aviesa sobre la policía ideológica que, según él, se esconde detrás de las grandes corporaciones y, como un relámpago que recorre todo el libro, evoca el revuelo colectivo que causó la publicación de «American Psycho».
Pero Ellis, en estos ocho textos, lejos de ponerse del lado de lo nuevo, se convierte, no obstante, en un observador absolutamente crítico con todo lo que le rodea. Ya no es, parece, aquel «enfant terrible» que debería fascinarse por lo que está por venir y de ser, como pedía Rimbaud, un autor absolutamente moderno, sino un hombre que, habiendo estado alguna vez del lado del mundo, ahora se pone quisquilloso contra él.
La felicidad como postura
Es verdad que, como señala, las redes sociales hacen que aparezca el «horrible florecer de la cercanía», una corriente en la que todos y todas son incluidos dentro de una misma ideología (la de la felicidad como postura, como reputación), pero en ninguno de estos ochos textos plantea una postura diferente. «Todos deben ser iguales y tener las mismas reacciones ante cualquier obra de arte, movimiento o idea, y si uno se niega a unirse al coro de aprobación se lo etiquetará como racista o misógino», dice por ejemplo el escritor en un momento de «Blanco», cuyo título, por otra parte, remite de manera directa a «El álbum blanco», el libro de Joan Didion, y a «El álbum blanco», de The Beatles, pero que, en conjunto, lejos de constituir un análisis luminoso sobre nuestro tiempo, este timpeo tan convulso que nos está tocando vivir y al que hemos de hacer frente, parece más el canto de un Narciso frente a la imagen de su perplejidad.
Diego GÁNDARA