#culturaencasa: De la violencia colérica de Kate Winslet al recuerdo de las noches infinitas con Sabina

Un incesante tecleo de ordenador en mitad de un acogedor despacho con vistas a la inmensidad de la ciudad de Nueva York abre la escena. Tres adultos –dos hombres y una mujer– se encuentran situados detrás de la espalda de una tercera integrante de nombre Penélope. «Tras una discusión en el parque del puente de Brooklyn, Zachary Cowen, de once años, golpeó a nuestro hijo Izan Longstrike en la cara...», describe en voz alta con un tono ligeramente irritante a medida que va escribiendo. El nudo inicial está servido: la violencia. En esta adaptación cinematográfica de Polanski de la obra de teatro homónima creada por la francesa Yasmina Reza, todos los cuestionamientos incómodos sobre la historia de la civilización ocurren en el limitado espacio del interior de una casa. Dos matrimonios, dos hijos a los que solo se les nombra para introducir el conflicto sobre el que gira la trama y un común denominador sobre el que pivotan las emociones de los cuatro protagonistas (entre los que destaca una soberbia Kate Winslet): la ira. Divertida, tramposa, finísima, inverosímil, fascinante, teatral y profundamente crítica. Con la sociedad y con la especie. Oportuna para tiempos de cambio.

Ahora más que nunca que una pensión es un palacio donde siempre falta espacio, ahora que tenemos un alma que no teníamos, que suenan palmas a las ocho de la tarde por alegrías, que hacemos horas por incordiar, nos vestimos pero nos quedamos, la soledad está tan sola y se atropellan las semanas fugaces, como estrellas de Bagdad, es un buen momento para volver a las cosas que nos hacen felices. Y Sabina en esto de despertar sentidos y recomponer espíritus no suele fallar. Este clásico entre los clásicos bien merece otra escucha. Y mil.

A la hora de referirse así misma, Elisa Levi asegura que ha peleado con su cuerpo, ha tomado Prozac, bebido y fumado y cambiado su apellido para tomar las riendas de su identidad. No tenemos pruebas materiales de que todo ese background vital haya intervenido en la creación de este libro, pero sin duda ha conformado parte importante en su estructura. Porque la tristeza suele acompañarse de todos esos elementos y es en ella donde se inspira Levi para relatar esta historia de pérdida, descubrimiento, frustración y felicidad marchita en Tokio tan bella.

Declarado Bien de Interés Cultural y Monumento y Monumento Histórico Artístico, el Museo Cerralbo es uno de esos pequeños oasis artísticos de discreto encanto y encomiable labor estética que perduran en la capital. El esquinazo de Ventura Rodríguez saluda solícito al paseante y le invita a entrar en un universo plagado de antigüedades italianas, paredes versallescas y grabados flamencos en los que dan ganas de quedarse a vivir. Esta «Cabeza de joven» anónima y arrebatada forma parte de los 700 dibujos que guarda y que se pueden disfrutar en la web. Qué curioso poder encierran los retratos. Parece que conocemos las caras antes de verlas si quiera por primera vez.

Por primera vez una radiografía audiovisual sobre la figura de Camilo José Cela se acompaña del pilar imprescindible de su construcción literaria y sentimental: el testimonio de Rosario Conde, mecanógrafa y primera mujer del escritor. Pequeños fragmentos de la obra del Nobel, recuerdos íntimos, lecturas lentas y fotografías reflejo de sueños y delirios componen este documental orquestado y dirigido por la propia nieta de Cela.