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El teatro también se lee

La compañía Jóvenes Clásicos y el Festival de Almagro lanzan una iniciativa para “sacar del confinamiento" a los clásicos y proponen rescatar fragmentos de textos del Siglo de Oro

Imagen del último Festival de Almagro
Imagen del último Festival de AlmagroFestival de AlmagroFestival de Almagro

El cercano Día Mundial del Libro de este jueves ha llevado a la compañía de teatro malagueña Jóvenes Clásicos y a la Fundación Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro a poner en marcha “Clásicos confinados, el teatro también se lee". Una iniciativa que busca la partipación de la gente, a la que se pedirá que inunde las redes sociales con fragmentos leídos de textos del Siglo de Oro español, con la etiqueta #clásicosconfinados. Una acción a la que ya se han sumado actores, actrices, directores, directoras, draturgos, músicos e ilustradores.

Ignacio García, director del festival, publicaba la semana pasada una tribuna en la que afirmaba que “ahí están los valores de los clásicos, perennes e inmutables pese a la tragedia (...) la justicia de Quijote, la libertad de Segismundo o la dignidad de Laurencia”. Y con ese mismo ánimo nacen los “Clásicos confinados”, con el de mostrar la vigencia de nuestros clásicos hoy y “sacarlos de su confinamiento para el deleite de los sentidos" y alimentar los espíritus de esas personas privadas de libertad.

En el vídeo de ejemplo se ha contado con la participación de Blanca Portillo, actriz; Fran Perea, actor; Ernesto Arias, actor y co-director del Festival Clásicos en Alcalá; Ignacio García, director del Festival de Almagro; Álvaro Tato, dramaturgo; Rodrígo Arribas, presidente del Patronado de la Fundación Siglo de Oro; y los actores Noemí Ruiz, Joaquín Notario y Juanma Lara. Más la voz de la actual responsable del Teatro Español de Madrid, además de directora y actriz, Natalia Menéndez, ; las ilustraciones son de Jesús Román; y la música de Blanca Agudo.

José Carlos Cuevas, director de Jóvenes Clásicos, suscribe y comparte las palabras de García: “Si una obra de arte es una adivinanza poética, un juego de ilusiones, mentiras y verdades, un desafío ontológico, de nada sirve si no hay quien pueda jugarlo”. Hoy no queda otra que jugarlos “en la soledad de nuestro hogares, como un hecho no social, como una contemplación privada del hecho artístico, aunque éste sea un deleite de los sentidos y un alimento esencial para el espíritu”, cierra.