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La carrera contra el tiempo de Raúl Arévalo por las arterias de África

El actor protagoniza “Black Beach”, el thriller de Esteban Crespo rodado en el continente olvidado que se estrena en salas el viernes
David Naranjo VillalongaLazonafilms
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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En los albores de su carrera interpretativa, con un ligero canallismo incipiente de veinteañero pegado naturalmente a la cara, un color indeterminado, una tonalidad confusa que bailaba entre el azul oscuro casi negro, ya vaticinó su talento. Desde ese momento, los matices de la paleta se fueron volviendo más luminosos, diferentes, intensos. Ha sabido manejarse con destreza en “Siete mesas de billar francés” ayudado por las directrices de Gracia Querejeta, ha ejercido de diácono colmado de dolor y desconcierto tras su paso por la cruenta Guerra Civil en “Los girasoles ciegos”, ha demostrado su ira visceral como director, investigando como detective macabros asesinatos en la España de los setenta, ha sido el primo del que todos querrían recibir consejos después de una decepción amorosa y ha movido el culo con desenfreno bajo las órdenes de Almodóvar.
Pero nunca antes, sin embargo, Raúl Arévalo había corrido tanto. “Esta película empieza siendo un thriller político hasta evolucionar poco a poco hacia uno de acción puro y duro muy trepidante. Para ser capaz de afrontar físicamente por ejemplo los últimos veinte últimos minutos de la trama me tocó correr durante muchos días para prepararme. Hacerlo por África con un 95% de humedad y con el calor que hacía durante once horas fue duro. No podía evitar pensar todo el rato en los americanos. Joder, qué preparados tienen que estar para afrontar esos rodajes tan locos y extremos”, comenta el actor al otro lado del teléfono acerca de la exigencia física que supuso para él uno de sus últimos trabajos en la gran pantalla.
En esta ocasión Arévalo se enfunda en un traje de hombre de negocios, de esos que incluyen una raya diplomática cuyas costuras asfixian y condicionan, que ambiciona convertirse en el socio de una gran empresa. Para ello deberá claudicar con determinados principios y mediar en el secuestro de un ingeniero ubicado en el caótico territorio africano. Candela Peña constituye la otra pata de la mesa de esta trama que apenas deja tiempo para el resuello interpretando a un antiguo amor de Carlos y exhibiendo una destreza como conductora digna del mejor de los circuitos: “Teníamos dobles, pero en mi caso solo fue necesario para grabar un par de escenas de saltos entre tejados que eran peligrosos evidentemente y en el caso de Candela, ella hizo el 95% de las escenas de acción sin necesidad de que lo hiciera otra persona. Conduce de puta madre, esa es la verdad. Ha sido un lujo estar al lado de una actriz tan maravillosa como Candela”, indica el actor.
En “Black Beach”, el cineasta Esteban Crespo pone de manifiesto a través de unos personajes tallados con las fibras de su pasado la arbitrariedad con la que funcionan los procesos comerciales con países subdesarrollados, lo extensible que resulta la corrupción moral en los diferentes estratos de la sociedad y las dificultades que entraña la lucha abierta entre lo que quieres ser, lo que eres y lo que fuiste. Esa suerte de contradicciones, son, tal y como señala el propio Arévalo, “algo inevitable”. “Creo que desde siempre ha existido una división entre buenos y malos, aunque personalmente me ha gustado toda la vida moverme en una escala de grises. El sistema corrupto en el que vivimos hace que haya muchas desigualdades y que, de alguna forma, si tienes algo parecido a la conciencia social o manifiestas sensibilidad como primermundista por las cosas que ocurren fuera de tus fronteras, vas a acabar cayendo en las contradicciones más pronto que tarde”, añade.
Sin visos de esperanza, el actor de “La isla mínima” se resigna ante la posibilidad de un cambio y admite la poderosa facilidad que tiene el dinero para moldear el mundo: “Difícil solución tiene todo esto por no decir ninguna. Rodando en África te das cuenta de que no vale lo mismo una vida u otra y eso, por desgracia, lo determina el sitio donde naces. Aunque quiera pensar que no y necesite siempre agarrarme a lo positivo porque si no dan ganas de pegarse un tiro, creo que a día de hoy el dinero sigue estando por encima de las personas. Por él se hacen auténticas barbaridades y en esta película se muestra muy bien. Pero también ocurre en el mundo en general. Hay muertes, se producen asesinatos y todo por dinero, deudas contraídas, venganzas. En definitiva, ambición de poder”. Porque el dinero, ya lo advertía Dumas, es un buen siervo pero un pésimo amo.

Huyendo del paternalismo

Esteban Crespo lleva años volcando su pasión por la imagen en la realización de cortos. Tras la construcción de su primer filme, un relato personal calentado con suavidad como con “Amar” (protagonizado por Pol Monen y María Pedraza), ahora se enfrenta al segundo con las grietas de África como telón de fondo. El director identifica el paternalismo como uno de los comportamientos más nocivos que se pueden adquirir para acercarse a este continente, ya que considera que “es la peor ayuda que se puede conceder a un territorio en vías de desarrollo”.