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“Antes de los 18, nuestros hijos habrán pasado el equivalente a 30 cursos escolares pegados a la pantalla”

El neurocientífico Michel Desmurget denuncia que el uso desmesurado de la tecnología está creando “una generación de cretinos” con el cociente intelectual más bajo de la historia
Bénédicte Roscot© Bénédicte Roscot

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El doctor en Neurociencia Michel Desmurget (Lyon, 1965) ha escrito una enmienda a la totalidad del uso de pantallas entre niños y adolescentes en su libro “La fábrica de cretinos digitales” (editorial Península). La sobreexposición a la tecnología con fines de entretenimiento lastra el desarrollo de las nuevas generaciones, un secreto a voces que ya ha provocado que se multe a los padres “negligentes” en lugares como China o Taiwán. El autor vive una dieta baja en consumo digital, no tiene Twitter ni Facebook, y se maneja con un viejo Nokia sin conexión a Internet. Igual que antes los ejecutivos de la industria tabacalera se cuidaban de fumar, Desmurget sigue el ejemplo de los gurús de Silicon Valley: en tecnología, menos es más. Aunque vivan de ella.
-¿Cuáles son las cifras del uso de tecnología en los niños y adolescentes?
-Hoy en día el uso de la pantalla se centra, casi exclusivamente, en contenidos de entretenimiento. A veces me pregunto si la gente realmente se da cuenta de cuánto tiempo pasan las nuevas generaciones con estas herramientas recreativas. La media es de casi tres horas al día para niños de dos años, cerca de cinco para niños de ocho años y más de siete horas para adolescentes. En otras palabras, antes de que lleguen a la edad adulta, nuestros hijos habrán pasado el equivalente a 30 años escolares frente a la pantalla, 16 años de empleo a tiempo completo o 3000 libros como la Peste (Camus). Esto es una locura. Los preadolescentes usan trece veces más la tecnología para divertirse que para fines relacionado con la escuela. Los adolescentes, cerca de ocho.
- ¿Estamos creando una generación de idiotas con tanta tecnología?
- Varios estudios en niños y adolescentes han demostrado que el tiempo de pantalla (principalmente, televisión y videojuegos) disminuye el cociente intelectual. Esto no es sorprendente. Existe un corpus grande y coherente de datos que documenta su impacto negativo en el desarrollo cognitivo de los niños. Los principales fundamentos de su inteligencia, lo que nos ayuda a organizar y entender el mundo, se ven afectados. La arquitectura cerebral no se fija al nacer, tiene que ser construida y organizada. Sus características "finales” dependen de la experiencia. Esto significa que el mundo en el que vivimos, los desafíos que enfrentamos, modifican tanto la estructura como el funcionamiento de nuestro cerebro. En respuesta a las vivencias, algunas áreas se vuelven más gruesas, otras más delgadas; algunas conexiones se desarrollan, otras se desvanecen. Por ejemplo, se ha demostrado que el uso de videojuegos de acción conduce a un engrosamiento en ciertas regiones motoras relacionadas con la manipulación del joystick o el procesamiento de recompensas, las mismas que se ven involucradas en la adicción.
-Usted dice que los gurús de Silicon Valley no dejan que sus hijos usen pantallas. ¿Qué saben ellos que nosotros ignoramos?
-Hace unas décadas, sucedió exactamente lo mismo con los dirigentes de la industria tabacalera. Mientras defendían tenazmente la seguridad de sus productos en los medios de comunicación, protegían a sus hijos en privado. Chris Anderson, ex editor de “Wired” y actual director de una compañía robótica, lo resumió a la perfección en una entrevista en “The New York Times”: “Mis hijos dicen que mi esposa y yo somos unos fascistas por preocuparnos tanto por la tecnología. Según ellos, ninguno de sus amigos tiene tantas reglas. Eso es porque hemos visto los peligros de la tecnología de primera mano. Lo he visto en mí mismo y no quiero que les pase a mis hijos”. Chamath Palihapitiya, unos de los primeros ejecutivos de Facebook, confesó una “tremenda culpa” por haber contribuido a desarrollar unas “herramientas que están desgarrando el tejido social”. Mientras que los niños desfavorecidos se someten cada vez más al aprendizaje digital en las escuelas, los más ricos (incluidos los niños de los gurús de Silicon Valley) van a clases donde las pantallas están prohibidas.
-¿Por qué no se rebelan los padres contra esta agresión silenciosa?
-Yo diría que muchos padres saben que las pantallas de entretenimiento tienen poco o ningún impacto positivo, pero sólo una pequeña minoría conoce de verdad lo perjudiciales que son. Un documento reciente mencionó la posibilidad de lanzar acciones colectivas contra los gigantes digitales, exactamente igual que ocurrió hace unas décadas contra la industrias tabacalera. Recientemente, Google pagó en Francia anuncios de página completa en los principales periódicos para enfatizar la necesidad de limitar el tiempo de pantalla en los niños. Además, las principales redes sociales han eliminado, o están considerándolo seriamente, el botón de “me gusta”. No creo que sea por puro altruismo.
-¿Se trata de una gran conspiración? ¿Todo es cuestión de beneficios económicos?
-Los medios de comunicación están saturados de afirmaciones infundadas, propaganda engañosa e información inexacta. La discrepancia entre la realidad científica y la información dada a los padres es muy preocupante. Sin embargo, no es sorprendente. La industria digital genera miles de millones de euros cada año. Obviamente, los niños y adolescentes son un recurso muy lucrativo para la GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y similares (Netflix, Nintendo, Ubisoft, Disney, etc.). La historia reciente nos ha enseñado que la salud pública no pesa mucho contra los beneficios económicos. No quiero decir que los medios de comunicación sean deshonestos, pero separar el trigo de la paja no es fácil. Ni siquiera para periodistas concienzudos. Para las empresas que valen miles de millones de dólares, es fácil encontrar científicos complacientes y mercaderes de la duda. Dicho esto, me cuesta creer que haya un plan coordinado y consciente para hacer más estúpidas a las nuevas generaciones. Creo que la primacía de la economía sobre todo lo demás (incluido el desarrollo de los niños) ofrece una explicación más plausible.
-¿Son las pantallas el nuevo tabaco?
-Las pantallas son el último ejemplo de una larga serie de manipulaciones documentadas: tabaco, cambio climático, lluvia ácida, pesticidas, azúcar, etc. Las estratagemas más engañosas utilizadas por otras corporaciones para vender sus productos mortales y/o dañinos han sido inventadas por la industria tabacalera. El modelo está bien engrasado. Los argumentos son del tipo “eso no es cierto”, “eso es cierto, pero el efecto es demasiado pequeño para que tenga relevancia”, “se trata de prejuicios morales”, “necesitamos más estudios”, “no hay nada concluyente”, “los científicos no se ponen de acuerdo”, etc.
-¿Qué pasa con las emociones? ¿Cómo se ven afectadas?
-Hay muchas evidencias de que el uso de la pantalla está relacionado con problemas emocionales, depresión y ansiedad. Una vez más, estas observaciones no son sorprendentes. Lo raro sería que no provocaran efectos negativos. Hay una gran cantidad de datos que muestran que la imposición de estándares sociales inalcanzables (apariencia física, por ejemplo) es una causa de estrés y ansiedad. También se ha sabido durante décadas que el sueño de mala calidad afecta profundamente las regulaciones emocionales y aumenta la depresión y el suicidio. El brutal impacto de las pantallas en el sueño está ampliamente documentado.
-¿Nuestros cerebros no están cableados para la “multitarea”?
-La multitarea no existe. El cerebro no está preparado para el procesamiento paralelo. Lo que llamamos multitarea es simplemente “tarea en serie”. Empiezas la primera tarea, almacenas los resultados en lo que se denomina “memoria de trabajo”. A continuación, inicias la segunda y almacenas los resultados de nuevo mientras extraes los datos relacionados con la primera tarea... y así sucesivamente. Esto es como hacer malabares entre tareas. Todos los estudios muestran que es perjudicial, aunque la mayoría de los adolescentes no lo crean. La multitarea lleva más tiempo, genera errores y disminuye la memorización. En otras palabras, la multitarea mientras haces los deberes no solo es menos eficiente, sino que también perturba tu capacidad para memorizar lo aprendido. Además, aumenta la impulsividad y las habilidades de concentración.
-¿Qué propone para resolver el problema?
-Este es un tema difícil. Algunos países están tomando contramedidas activas, especialmente en Asia. Taiwán, por ejemplo, considera que el uso excesivo de la pantalla es una forma de abuso infantil. Este país votó una ley que prevé fuertes multas para los padres que expongan a los niños menores de 24 meses a cualquier aplicación digital y que no limiten suficientemente el tiempo de pantalla a los que tienen entre 2 y 18 años. En China, las autoridades han tomado medidas drásticas para regular el consumo de videojuegos por parte de menores. Los niños y adolescentes ya no pueden jugar a partir de las diez de la noche ni superar la hora y media de exposición diaria durante la semana. En el caso de fines de semana y vacaciones, sube a 180 minutos. No estoy seguro de que las multas y la prohibición sean las mejores soluciones, al menos no como primer recurso. Creo que, al menos para las familias más desfavorecidas, un programa de apoyo educativo a gran escala, diseñado para padres e hijos, funcionaría mejor. También creo que es necesaria una legislación severa para proteger a los niños de contenidos inaceptables. El acceso gratuito a películas híper violentas y webs pornográficas es inaceptable.
-¿Qué pasa con los adultos? ¿También perdemos inteligencia?
-Hay menos estudios en adultos. Muestran que las pantallas tienen un impacto en el sueño, el sedentarismo, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de tabaco y alcohol, la agresividad... No creo que el adulto se vuelva “menos inteligente” porque los fundamentos de su funcionamiento cognitivo se han construido antes, aunque pueden perder parte de su capacidad de concentración.
-¿Le encuentra algo bueno a las nuevas tecnologías?
-Nadie dice que las pantallas sean todas malvadas. Paso mi jornada laboral usando herramientas digitales y cuando mi hija entró en la escuela primaria le enseñé a utilizar algún software y a encontrar información en Internet. Sin embargo, esto no es lo que los niños hacen espontáneamente cuando utilizan las pantallas. En otras palabras, lo que importa no es cómo nuestros hijos podrían usarlas, sino cómo realmente lo hacen. Es fácil darse cuenta de que el consumo dañino supera abrumadoramente al positivo.
-Usted dice que las familias deben pasar más tiempo juntas para ayudar a resolver el problema. ¿Usamos las pantallas como niñeras?
-El objetivo no es juzgar o culpar a los padres. Creo que muchos de ellos se comportarían de manera diferente y serían más cautelosos si estuvieran mejor informados. Pero no debemos olvidar que el consumo de los padres también es importante. Cuando están pegados a las pantallas, hablan menos con sus hijos, los animan menos y les dan respuestas más automáticas. Estas interacciones padre-hijo son esenciales para el desarrollo individual.
-¿Qué le contaron los profesores? ¿Hay lugar para la esperanza?
-Creo que sí porque, con el tiempo, la realidad se vuelve cada vez más difícil de negar. Cada vez es más complicado para padres, maestros, terapeutas, comprar la retórica de la industria tecnológica que trata de calmarlos. Lo que me llama la atención es la convergencia que observamos ahora entre lo que describe la literatura científica y lo que observan realmente padres y profesionales. Lo mismo sucedió con el cambio climático. El problema ya no pertenece únicamente al debate científico abstracto. Ahora es concreto y visible.