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“Tenemos que aprender a vivir con el virus, no con el miedo”

Su libro «Cuando todo esto pase» (Círculo Rojo) es una reflexión sobre la pandemia y sus consecuencias
mamen fajardo
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Cuando la periodista y escritora madrileña Esther Ruiz comenzó a escribir una columna diaria desde el confinamiento, la cotidianidad todavía no nos dejaba ver la magnitud de la tragedia. Ahora, un año después del primer caso en el mundo de la covid, publica en «Cuando esto pase» (Círculo Rojo) una compilación de aquella especie de bitácora que bien sirve para ir analizando el viraje de la opinión pública a medida que nos sumergíamos en la pandemia,
–En su libro habla de «ver la vida desde las pantallas». ¿El confinamiento nos condenó?
–Quiero pensar que esto es temporal y que va a llegar el momento en el que vamos a reaccionar y volver a ser como antes. Hasta incluso en una versión mejorada. Pero ahora mismo la realidad manda y nos hemos acostumbrado a no poder besar, a no poder tocarnos… No deberíamos consentir que esto nos vuelva fríos..
–También habla de la irresponsabilidad de los jóvenes y de esa «nueva libertad»...
–Siempre tiene que haber un culpable. Asumir culpas es algo que se aprende de niño y aquí no lo hacemos bien. Es verdad que los jóvenes han vivido un confinamiento muy duro que nosotros no sabemos cómo habríamos manejado y, quizá por eso, se han echado a la calle y a celebrar. Quizá se ha demonizado a los jóvenes porque son los que más ímpetu tienen y los que más visibilidad tienen. Además, no se pueden meter todos en una casa porque no la tienen. Es otro problema.
–¿Nos hemos vuelto una sociedad más irascible?
–Sí. Hay días de todo. En tu día a día intentas convivir de la mejor manera posible, hacer la vida relativamente fácil… Pero cuando ves que te privan de lo que es tuyo, y de tu libertad, te das cuenta de que la vida viene condicionada y no te reconoces. Pierdes las ganas, estás harto. Hay que saber pararse para luego poder avanzar. No creo que sea algo tan trascendental para la mayoría o que haya cambiado tantas vidas, pero a mí me ha tocado algo por dentro.
–¿Es el suyo un libro sobre el miedo?
–Nació primero como un artículo y una reflexión diaria, pero cuando lo ves en forma de libro vas entendiendo la evolución Al principio, como todo era incertidumbre, el miedo se hizo libre. Por mucho que tú quieras pensar en positivo, llega un momento en el que tienes mucho miedo a tu alrededor. Miedo de no saber si vas a poder volver a ver a los tuyos, volver a tu trabajo o no saber qué va a ser de tu vida. Miedo lleno de incertidumbre.
–¿Nos hemos acostumbrado a esa amenaza constante?
–Tenemos que aprender a vivir con el virus, no con el miedo. Por eso el «cuando esto pase». Por eso, aunque haya habido mucho miedo y mucha incertidumbre, siempre hay hueco para la esperanza y para los que le siguen cantando a la vida. Hemos tenido la muerte tan de cerca que nos han dado como más ganas de vivir.
–¿Da por muerto el «de esta saldremos mejores»?
–Yo hice mío ese eslogan al principio, pero no se pueden pedir milagros. Sí que habrá gente que se haya parado y ha dicho «qué estoy haciendo con mi vida, cómo me estoy comportando» y potenciará todo lo bueno. Pero también habrá gente que no tenga ganas de hacer esa reflexión. ¿Salir mejores? No es que no crea mucho en el género humano, pero no sé. No lo tengo tan claro y menos con lo que estamos viendo.
–¿Lo dice por nuestra criticada clase política?
–La gestión es infinitamente mejorable y se podía haber apostado por un frente común donde lo único que hubiera importado hubiera sido salvar vidas.
–Y luego está lo de la cultura.
–Es una de las cosas que más me ha sorprendido. Cuando los políticos quieren ayuda mediática de inmediato tiran de la cultura. No es que solo se ha dado de lado, es que se ha ignorado, como si no existiera. Hay muchas formas de apoyar a la cultura, no necesariamente desde las partidas presupuestarias, que también. La cultura fue una liberación durante la pandemia y en esta recuperación debería ser la primera manera de recuperar la normalidad.