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Arte
Ai Weiwei visita la primera línea del frente en Ucrania
Se reunió con los soldados que están en las trincheras y habló con los artistas y escritores que combaten allí desde hace meses

Mientras Trump y Putin se reparten el mapa de Ucrania, y los líderes europeos bendicen como un patético coro griego las decisiones de los dos autócratas, el artista y activista chino, Ai Weiwei, ha visitado a los soldados ucranianos que combaten en primera línea con el invasor ruso. Recientemente, el 18 de agosto de 2025, Ai Weiwei viajó al este de Ucrania, cerca de Járkiv, para visitar las posiciones de combate de la Brigada Khartia de la Guardia Nacional ucraniana. Allí se reunió con combatientes, figuras culturales como el poeta Serhiy Zhadan, el comandante Vsevolod Kozhemiako, el exfutbolista Andriy Shevchenko –presidente de la Asociación Ucraniana de Fútbol– y el artista Hamlet Zinkivskyi . A través de su cuenta de Instagram, Ai compartió imágenes y vídeos –sin texto– que lo muestran en trincheras, cantando con soldados, y en paisajes típicos ucranianos como campos de girasoles, arquitectura constructivista, drones FPV y escenas cotidianas con gatos locales. Además, fue fotografiado vistiendo una camiseta negra con la palabra «Khartiia», en referencia a la unidad voluntaria convertida en brigada. En sus propias palabras: «Fui a Járkiv y pasé unos días con soldados ucranianos en las líneas del frente… Vi lo extremadamente difícil que es su vida… pero su determinación también es increíblemente fuerte… ellos creen que, independientemente del resultado de las negociaciones, ningún país ni líder estatal puede doblegar la voluntad ni decidir el destino del pueblo ucraniano».
En zona de guerra
Esta visita de Ai Weiwei a los soldados ucranianos en el frente constituye la primera vez que el artista ha interactuado directamente con combatientes en una zona de guerra. En 2008–2009, lideró la investigación ciudadana tras el devastador terremoto de Sichuan, para documentar los nombres de niños fallecidos por construcciones deficientes; realizó proyectos como el documental «Law of the Journey” (2017) –basado en su visita a campamentos de refugiados–, y el «Fukushima Art Project» (2015), que investigó el área afectada por el desastre nuclear japonés; en Nueva York, su exhibición pública «Good Fences Make Good Neighbors» (2017–2018) abordó la inmigración con más de 300 obras desplegadas en los cinco distritos de la ciudad. En todos estos trabajos, el compromiso político de su arte se vehiculó a través de una estructura de denuncia que le convirtió en el objetivo de la represión de las autoridades chinas. Sin duda alguna, lo más parecido a esta incursión de Ai Weiwei en una zona de guerra fue su llegada, en enero de 2016, al campo de refugiados de Lesbos, en donde se instaló durante varios meses para vivir in situ la crisis de refugiados en Europa.
Construir una gigantesca imagen mediática a partir del drama de un pueblo es deplorable
La interrogante que, no obstante, se abre tras la visita de Ai Weiwei al frente de combate ucraniano es hasta qué punto el artista chino no se está convirtiendo en una suerte de «Cruz Roja del arte contemporáneo», aunque sin el sólido trasfondo ético y humanitario de esta organización. La diferencia entre un «artista político» y un «profesional del arte político» es la clave que permite diferenciar entre quien aspira a construir «discursos de resistencia» y quien pretende hacer crecer su personaje, parasitando todo tipo de conflictos. Aunque proyectos como el de Sichuan situarían a Ai Weiwei en el primer supuesto, su deriva última lo acercan más a un explotador del drama como Banksy. Es cierto que, hasta la fecha, ningún otro artista se ha adentrado en primera línea del ejército ucraniano. Pero, en otros momentos y conflictos bélicos, creadores como Steve Mumford –pintor estadounidense que viajó a Irak y Afganistán entre 2003 y 2013 acompañando a las tropas estadounidenses–, Michael Fay –ilustrador y artista oficial del Cuerpo de Marines de EE.UU. que estuvo en Irak y Afganistán produciendo dibujos y pinturas desde el terreno–, Matthew Cook o John Keane, trabajaron en zonas de guerra sin ningún tipo de «glamur» ni creación de marca. Personajes como Ai Weiwei y Banksy han capitalizado el empuje mediático global del arte político, y, al mismo tiempo, lo han frivolizado hasta el punto de convertirlo en una penosa estancia del salón de la fama. Construir una gigantesca imagen mediática a partir del drama de todo un pueblo me parece deplorable. La hoguera de las vanidades flamea con más fuerza que nunca.
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