“Dos vacas y una burra”: diario de un rodaje en plena pandemia
Miguel Ángel Muñoz y Pablo Puyol se reúnen 15 años después de “UPA Dance” para rodar una comedia sin mascarilla en los apabullantes paisajes de Cantabria
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En lo que se ha convertido inequívocamente en un año para olvidar en la industria cinematográfica, con cierre de salas, estrenos pospuestos, cancelados y vendidos al mejor postor en forma de plataforma y un sinfín de proyectos en ese limbo del que solo se levantan milagros, el rodaje, en plena pandemia de “Dos vacas y una burra” solo se puede entender como un pequeño oasis. Tres lustros después de que colgaran los calentadores de “UPA Dance” (2002-2005), los actores Miguel Ángel Muñoz y Pablo Puyol vuelven a reunirse en la ficción para dar vida a un sobrino y a un tío, respectivamente, que tendrán que enseñarse entre sí las diferencias entre el agro y la urbe y todo lo que hay en medio.
La reunión de ambos intérpretes, enmarcada en una vorágine que nos ha traído de vuelta “Física o química” y que este año vivirá también un relanzamiento de “Los hombres de Paco”, ha sido gestada por el hombre que les dirigió juntos por primera vez en la pequeña pantalla: Jesús del Cerro. Batuta de aquella serie adolescente, pero también director episódico de “Médico de familia”, “Compañeros” o “Mis adorables vecinos”, el realizador lo explica meridiano: “Es un privilegio. Rodar en España siempre es muy difícil, pero hacerlo en mitad de una situación tan sumamente grave, tanto a nivel sanitario como de la propia cultura, lo es aún más”. Y añade: “Hacerlo además con dos actores que se conocen como si fueran familia, es como jugar en casa”.
Rodada principalmente en el sur de Cantabria, a poco más de media hora en coche desde Santander, “Dos vacas y una burra”, que así se llama el proyecto, intenta indagar en ese elemento cómico patrio tan propio como el contraste entre la vida de campo y la de la ciudad, sin caer eso sí en los tópicos más manidos, como explica Muñoz: “Es obvio que hay mucho que explotar en las diferencias de ambos mundos, empezando por mí mismo, que me mordió la burra porque mi experiencia con el campo y los animales es nula. Y eso es la realidad, no es un estereotipo. Del mismo modo que a cualquiera de los cuidadores que desarrolla aquí en el campo su vida, la vorágine de la ciudad le parecerá una locura”. Y sigue: “La gracia está en exponerlo como lo que es, sin irte a los extremos de Paco Martínez Soria ni hacer sangre o caricaturas de ello”.
Para Puyol, que compagina el rodaje con la grabación de “El desafío”, un programa producido por Pablo Motos que debutará en breve en Antena 3, la comedia por contraste es intrínseca al ADN del cine patrio: “Es un tipo de cine que tiene que hacerse con mucho criterio y coherencia, y Jesús (del Cerro) va sobrado de ambas cosas. Creo que no es malo caer un poco en la caricatura y en la exageración, porque para eso están las películas. No podemos dejar que la crispación nos gane y tenemos que seguir riéndonos de nosotros mismos”, remata.
Con un solvente presupuesto por encima de los dos millones de euros, “Dos vacas y una burra”, se ha rodado entre el final del otoño y el principio del invierno (terminó el 23 de diciembre), con todas las medidas sanitarias que ello implica: test de anticuerpos cada mañana antes de comenzar las jornadas de rodaje, mascarillas FFP2 para todo el equipo salvo los actores que tengan escenas ese día y uso constante de gel hidroalcóholico durante toda la jornada. La marciana experiencia, a la que los protagonistas dicen haberse “acostumbrado sin problema” cuando llevaban ya dos semanas de rodaje, hace más complicado todavía el trabajo de todo el equipo: “Con un solo positivo, deberíamos parar la película casi dos semanas, por eso nos tomamos con seriedad todas y cada una de las medidas impuestas”, explican desde producción.
Para el elenco, en el que además de los chicos de “UPA” la película también cuenta con la mexicana Esmeralda Pimentel o Adriana Torrebejano, la experiencia no se aleja mucho de lo que es la cotidianidad de un rodaje al uso, más allá de los pasos previos hasta que se grita acción: “Uno siempre se acaba haciendo a estas cosas. A lo que no sé si nos vamos a acostumbrar es a este abandono permanente de la cultura…”, remata contrariado Puyol.