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“Una luz en la oscuridad”: la mentira del salvador blanco, las verdades de una niña española ante la ONU

Marta Borrell, que ha levantado un documental junto a su padre sobre la educación en el continente sangrante, llegó a defender sus conclusiones en la sede del organismo en Nueva York
MARTA MAJÓ / GONDOLA FILMSMARTA MAJÓ / GONDOLA FILMS
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Acotado, en parte, por los analistas modernos de las obras de Rudyard Kipling, la denominación “salvador blanco” hace referencia a todas aquellas figuras que, bajo una intención no siempre perniciosa, intentan explicarle África a los propios africanos. Aunque el término sea relativamente nuevo, el fenómeno lleva afectando las vidas de millones de habitantes del sur económico del globo a través del diseño de estrategias económicas erróneas, planes de alimentación absurdos y pírricos intentos por rediseñar los modelos educativos. La incidencia de aquellos que preferían soltar el pescado antes que enseñar a pescar es el leitmotiv de “Una luz en la oscuridad”, el documental de Josep M. Borrell, protagonizado y narrado por su hija Marta Borrell, y que intenta mostrar las carencias de los sistemas actuales de cooperación y ayuda al desarrollo desde el punto de vista de una niña que intenta averiguar cómo le hemos fallado a un continente siempre sangrante.
El punto de partida, como casi siempre, viene de una experiencia reveladora: “En tercero de la ESO, nos fuimos de viaje de fin de curso a Marruecos. Siempre llama mucho la atención, porque nos queda como muy lejos, pero es que desde Sevilla son dos horas y media apenas”, comienza el relato Marta, que empezó a levantar el proyecto con 14 años y lo ha terminado exponiendo ante Naciones Unidas ya con 17 y justo antes de la pandemia. Y sigue: “En nada te plantas en un continente que piensas totalmente diferente y con una cultura diferente a la tuya. Una vez allí es cuando realmente te das cuenta de que es un problema tuyo y que son niños exactamente iguales que tú, que les gusta Messi, que les gusta el fútbol. La única diferencia es que ellos no han podido acceder a las mismas oportunidades que yo por el mero hecho de haber nacido unos cuántos kilómetros más al sur”, explica.
Hechos antes que promesas
Borrell, que habla con la seguridad de una futura internacionalista pero con la vehemencia propia del relato periodístico, se confiesa humilde una vez el viaje del documental les llevó a Mozambique: “Nosotros llevábamos una idea totalmente distinta a la que después vivimos allí. No te das cuenta de lo que realmente pasa allí hasta que lo pisas. Tú llegas allí a un colegio y te encuentras a una chica de tu edad, embarazada, con miles de problemas y profesores que no tienen otra forma de enseñar más que la que aprendieron hace décadas, gritándoles cosas desde la pizarra para que las memoricen. Es un golpe terrible”, dice antes del barniz analítico: “Pierdes mucha esperanza por el camino porque no sabes ni por dónde empezar. Poco a poco fuimos buscando pequeñas soluciones, informándonos y atendiendo a la educación también en las casas. Lo más chocante, sin duda, es lo endiosadas que tenemos las ayudas internacionales, que siempre lo vemos como algo increíble pero que tiene que cambiar de inmediato”.
Ese impacto, el de llegar a una aldea en el que muchas de las ya madres explican cómo les era imposible pasar de curso porque los profesores se negaban a ello sin no se exponían sexualmente ante ellos, es al que Marta intenta poner paliativos recorriéndose medio mundo y entrevistándose con diversas personalidades de la cooperación y la educación. Ante sus preguntar y el objetivo de su padre, pasan figuras como las de Federico Mayor Zaragoza, el que fuera Presidente de la UNESCO, el ex Ministro de Educación peruano, Jaime Saavedra, o Ndaba Mandela, nieto del mítico líder antirracista.
Las conclusiones de Marta, cuyo documental cuenta con el sello de calidad de la UNESCO porque querían “que cada dato fuera verídico”, se podrán ver en cines desde este viernes 22 de enero, pero tuvieron un estreno más académico en la sede central de la ONU, en Nueva York. Después de meses de intentos y cuando se encontraba en Michigan realizando estudios de Bachillerato, la hermana mayor de los Borrell recibió el llamado del organismo: “La actitud de llegar a África y de decir yo soy blanco, yo tengo la clave y no os preocupéis me parece horrible. Hace más daño que ayuda. Lo importante es escucharles a ellos. Esa condescendencia tan fuerte no se da ni siquiera en otras áreas lejanas, como Sudamérica y Asia, es una cultura diferente, con unas necesidades distintas y no se puede educar por el método de la colonización. Hay que aprender a escucharles y a incluirles en nuestro mundo. No podemos dejarles atrás”, remata.