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Los libros de la semana: de los misterios gallegos y la extraordinaria prosa de Manuel Jabois a la necesaria reivindicación feminista de Rebeca Solnit

El autor de la exitosa novela “Lluvia Fina”, Luis Landero, vuelve con otro libro en claves evocativas; además, Juan Carrasco sorprende y emociona con una novela sobre las consecuencias de volver a casa

El periodista y escritor gallego Manuel Jabois
El periodista y escritor gallego Manuel Jaboislarazon

“El huerto de Emmerson”: Luis Landero, casi toda una vida feliz y laboriosamente vendimiada

★★★★★
Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) alterna en su trayectoria literaria la pura narrativa de ficción con el relato autorreferencial de incidencia intimista y catártica expresión. Una reciente muestra del primer registro ha sido la novela, tan justamente elogiada, “Lluvia fina”, imaginada radiografía de agrios desencuentros familiares; y desde el punto de vista explícitamente autobiográfico destaca sobremanera “El balcón en invierno”, sensible relación de asumidas vivencias y renovados recuerdos. Su rememoración personal acostumbra a proyectarse generacionalmente, erigiéndose en símbolo de las experiencias de, acaso, muchos de sus lectores. Tras diversos oficios, el de guitarrista profesional entre ellos, y con una tardía formación filológica, acabará imponiéndose la literatura, al publicar en 1989 una novela de emotiva sencillez, “Juegos de la edad tardía”, que conmocionó la narrativa española del momento.
El noviazgo de la tía Cipriana
En clara línea evocativa publica ahora “El huerto de Emerson”, un sensible ejercicio de balance vital, afirmación estética y recuento identitario. La memoria, siempre selectiva -aunque aquí muy honesta-, trae a estas páginas episodios tan curiosos como la algo frustrada visita a la tumba de sus padres, el recorrido por diversas dedicaciones profesionales, las lecturas de formación -con el Lazarillo y el Quijote a la cabeza-, el noviazgo como de otro tiempo de la tía Cipriana y el hombretón Floren en medio de hogareños misterios, el deslumbramiento de un Madrid al que llega siendo un niño, o el recuerdo del campesino Manuel Pache, de cachazudas filosofías, populares saberes y trágico destino.
En el inicio de la obra, se asimila el pasado autorial a una laboriosa vendimia de azarosos devenires: “Casi toda mi vida está ya vendimiada. Vendimié mi infancia y mi adolescencia, fui enamorado y guitarrista, y esos años también los vendimié, vendimié mi estancia en París, a mi padre lo he vendimiado qué sé yo la de veces, y a las bellas muchachas de mi pueblo y de mi barrio, y mi vida de profesor y de escritor y de lector, y muchas cosas más, porque a veces da la sensación de que la vida es breve, sí, pero en cambio la memoria de lo vivido no se acaba nunca.” Este es un libro repleto de literatura, en el que desfilan, en alusiones de muy variada significación, Faulkner, Joyce, García Márquez, Stendhal o Kafka entre otros escritores, bien leídos y asimilados, proyectados sobre la propia escritura del vivir cotidiano. Destaca un estoicismo macerado en el paso de los años, observados aquí desde la atalaya de la edad y la calma de la experiencia. Por si fuera poco, una prosa magistral de imprescindible lectura.

▲ Lo mejor

La sencilla paz personal con la que se abordan los recuerdos y la estoica asunción del pasado

▼ Lo peor

Ningún pero en este sentido dada la excelencia de esta magnífica ficción autobiográfica
Jesús Ferrer

“Recuerdos de mi inexistencia”: Cuando ser mujer supone el mayor peligro

★★★★☆
Rebeca Solnit capturó la ira y la frustración de millones de mujeres y rápidamente se convirtió en una importante voz feminista, hablando sobre el #MeToo, el cambio climático o el poder de la organización colectiva. En estas páginas nos ofrece fragmentos de su vida, pero... ¿tenemos idea de quién es ella tras leerlas? Rotundamente, no. Juega, no sin gran pericia, con la fórmula confesional pero solo nos deja entrar hasta donde ella quiere. Solnit escribe sobre el arte de «aparecer y desaparecer», y de cómo logró convertirse en experta en el arte de la inexistencia cuando la existencia era peligrosa.
De forma vívida, cuenta cómo desarrolló su voz: leyendo sobre la violencia contra la mujer representadas en las artes y en historias personales narradas por amigos. «Durante mi juventud pensé que era probable que me violaran y, tal vez, que también me asesinaran. He vivido en un mundo donde las mujeres fueron violadas y asesinadas por extraños. Por ser mujeres. A manos de hombres que querían hacer valer sus derechos... o simplemente pagaban la culpa de ser mujeres», se duele la autora. Sin embargo, a lo largo de «Recuerdos de mi inexistencia», se afana en contarnos su necesidad de encontrar poesía en la supervivencia. Este libro se lee más como un manifiesto que como un ejercicio de memoria. Y, la suya, es una voz que se alza con esperanza contra la violencia de género.

▲ Lo mejor

Que Rebeca Solnit nos regala el retrato exacto y radiante de una escritora que se confiesa

▼ Lo peor

La sensación de tocar con la yema de los dedos un dolor punzante que sigue siendo universal
Ángeles López

“Miss Marte”: Una tragedia enigmática en la Costa da Morte

★★★★☆
Esta estupenda novela en que se dan cita la tierra gallega, el misterio de una desaparición y un grupo de personajes excéntricos, “Miss Marte”, del pontevedrés Manuel Jabois (1978), se lee con agrado más allá de su argumento principal. Y es que el autor, avezado en trabajos periodísticos, orientado a la información y opinión políticas, ha dejado la impronta de estos mundos en los que se mueve en una escritura donde surge un personaje central, periodista, y algún político de tinte provinciano, todo lo cual da vida a una prosa llena de diálogos con nervio y a una trama enigmática. “Soneira venía a hacer un documental sobre la desaparición de Yulia, yo había sido íntimo amigo de su madre, Mai”, dice el protagonista, haciendo alusión a la mujer que se dispone a rodar un documental sobre un suceso ocurrido veinticinco años atrás.
Fue en los noventa, cuando una joven madre de una niña de dos años, Mai, llegaba a un pueblo costero –la Costa da Morte es uno de los escenarios del relato– y se enamoraba de Santi, con el que no tardaba en casarse. Sin embargo, el día de la boda devenía tragedia al desaparecer la niña de súbito. Tamaño asunto es el motor de la historia, para que vayan surgiendo aquellos que recuerdan lo sucedido, sin certezas de nada, pues “cuando un caso así no tiene ninguna pista y ningún culpable, y la atención pública se cierra tan rápido, se queda viviendo dentro de las personas como una tenia, devorándolo todo”.

▲ Lo mejor

La agilidad narrativa de una novela corta como esta, estructurada en capítulos breves

▼ Lo peor

Nada especial que destacar negativamente, el texto cumple con las expectativas que se había marcado
Toni Montesinos

"Llévame a casa": Las inevitables consecuencias de volver al origen

★★★★☆
En 2013 Intemperie, la primera novela de un entonces desconocido escritor, Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972), impresionaba por la calidad de su clásica prosa, la conmovedora revisión de la temática rural, sus bien construidos personajes y el protagonismo de una inclemente naturaleza. En esta misma línea, "La tierra que pisamos" (2016) reafirmaba la valía de este autor incatalogable, aunque con una clara influencia de Miguel Delibes por las incidencias éticas de desolados paisajes, y de Raymond Carver, a quien debe un contundente laconismo expresivo. Fiel a los supuestos de un consolidado estilo propio, publica ahora "Llévame a casa", una historia de reencuentros con el pasado, catárticos balances vitales y sobrevenidas responsabilidades familiares. Juan Álvarez regresa a España procedente de Edimburgo, donde se ha establecido hace unos pocos años; vuelve para asistir al entierro de su padre.
Esta visita, que cree breve y puntual, se prolongará ante la imprevista necesidad de tener que cuidar de su madre viuda, aquejada ahora de alzheimer, recuperando así a pesar suyo un tortuoso pasado que creía olvidado. Volverá el recuerdo de la oposición paterna a su marcha del pueblo, oscuros rencores vecinales, torvos intereses del cultivo de la tierra, y la cotidiana vida de la forzada emigración a la gran ciudad. Isabel, la hermana del protagonista, a pesar de tener también una sólida posición profesional, canalizará la necesaria solidaridad que impone el momento, haciéndole comprender que ha entrado en esa adulta madurez en que los hijos deben cuidar de los padres. Juan irá concienciándose así de un relevo generacional en el que cabe asumir responsabilidades y saldar cuentas con el pasado.
De fondo, la especulación constructora de los últimos años y las quiebras empresariales de la crisis económica; todo un retrato social vinculado a opciones personales de difícil consideración. Destacan aquí las conseguidas atmósferas, de un particular lirismo y no menor fuerza descriptiva: “La tarde amarillea el cielo. Los campos que rodean el pueblo están todavía por cosechar. Las espigas aguantan erguidas a la espera de la llegada de las máquinas. No hay brisa que las meza. Solo insectos revoloteando en la turbidez ardiente del aire. Un coche atraviesa el pueblo en silencio. Un bando de perdices se oculta bajo la paja seca de un barbecho”; así como diálogos de dramática intensidad recriminatoria, como cuando le espeta Isabel a su hermano: “... en ese año y medio solo estuviste aquí esa vez. Llegaste tarde al diagnóstico de papá, te fuiste pitando y no has vuelto hasta hoy”. Reproches y secretos que vuelven al presente en esta absorbente novela.

▲ Lo peor

En tan atractiva novela, hubiera sido deseable profundizar en alguna subtrama argumental

▼ Lo mejor

La acertada sensibilidad con que se aborda la conflictividad de delicados asuntos familiares
Jesús Ferrer