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«Siegfried» en el Teatro Real

La institución apuesta por el estreno, el 13 de febrero, de la tercera y excesivamente larga ópera de las cuatro que componen el ciclo de “El anillo del nibelungo”
Javier del RealJavier del Real

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No resulta cómodo escribir este artículo. No lo es porque es admirable el esfuerzo que está realizando desde hace meses el Teatro Real para sobre imponerse a la pandemia. Valerosamente se atrevió a volver a la actividad el pasado septiembre con “Traviata” y ha continuado después con “Ballo in maschera”, “El nacimiento del Rey Sol”, “Rusalka”, “Don Giovanni”, “Marie” en la Abadia y “Elektra” cuando los teatros de toda Europa estaban cerrados a cal y canto, ofreciendo sólo streamings. Sin duda algo digno de admiración y por lo que se habla de España en todo el mundo musical. Sin embargo, el caso de “Siegfried” es distinto y merece una consideración especial. Estoy seguro que en el equipo del teatro no ha sucedido lo que a Elena Salgado con el “Parsifal” con el que quiso reabrir el Real en 1997.
Yo, que figuraba entonces en la comisión ejecutiva de la fundación, le pregunté si se había percatado de su inadecuada duración para una ocasión que iba a ser un acontecimiento social presidido por los Reyes. Me contestó que naturalmente que sí, que era sólo algo más de hora y media. “Eso es lo que dura el primer acto”, le respondí. No se reinauguró con “Parsifal”. Eso ahora no ha pasado, pero creo que quizá no se ha valorado bien la duración, sólo de música, de las cuatro horas de la tercera jornada del “Anillo” wagneriano. A ellas hay que añadir dos descansos.
Casi cinco horas es demasiado tiempo para estar sentados o deambulando por el teatro. No ya por la incomodidad de las mascarillas, porque hay mucha gente que se ve obligada a llevarlas en sus profesiones, aunque también es cierto que no es algo a lo que esté acostumbrado el público que habitualmente acude al Real. Cabe en lo posible que ese público se retraiga y no acuda. Vendrá entonces el asunto de la devolución del importe de las localidades, algo que el teatro aún no tiene totalmente resuelto. Pero el problema es otro: ¿realmente no es demasiado arriesgado mantener encerrados a los espectadores tanto tiempo? ¿Merece la pena? ¿No hay otras alternativas? Yo, desde luego, no asumiría tal responsabilidad.
Pienso que sí hay alternativas y se me ocurren al menos dos al margen de aquella por la que han adoptado muchos teatros realizando las representaciones, pero a puerta cerrada y ofreciéndolas por streaming. La primera sería programar una selección de la ópera y no completa. La segunda, dividirla en tres, programando en días sucesivos cada uno de sus actos. En ciudades como Munich se ha hecho algo así con “Tristan e Isolda”, incluso sin existir pandemias. El calendario podría ajustarse, el público y los artistas lo entenderían y aumentaría la seguridad. Por cierto, no olvidemos que el Palau de les Arts, tras replantearselo, acaba de anunciar la cancelación de su “Tristán”. El día 13 es la primera de las representaciones. Merece una reflexión y hay tiempo para ella.