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Libros de la semana: del sexo entre los reyes de España a la violencia amarga de las calles de Glasgow

Marta Robles se adentra en las relaciones amorosas de los reyes de la Historia de España, desde Rodrigo hasta Alfonso XIII mientras que la escritora Anna Starobinets parte de su propia experiencia personal para reabrir la herida de la interrupción del embarazo en Rusia por razones médicas

Alfonso XIII jugó cantidades ingentes de dinero a la lotería, pero nunca le tocó
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“Los papeles de Tony Veitch”: Glasgow, entre la violencia y un amargo humor escocés

★★★★★
En algunas novelas negras, como este clásico de 1983 de William McIlvanney, el autor tiene tal dominio y autoridad literaria que parece advertir al lector que si empieza a leerla no podrá dejarla por las buenas. El argumento es negro como ala de cuervo: dos bandas rivales, un policía honesto y un chico desaparecido centran la trama, en donde el protagonista es el misterioso enfrentamiento entre el mal y la bondad de la pobre gente y la busca y resolución del enigma de «Los papeles de Tony Veitch». Y decimos que es un clásico en el sentido que sólo debe aplicarse a las obras maestras en las que se disfruta del lenguaje con la misma intensidad que el lector se sumerge en una intriga desasosegante. Razón por la que éste se deja zarandear por el ritmo, las metáforas y lo juegos crueles, cínicos o despectivos que le brinda a cada paso el autor.
De esta forma desdobla al lector en uno embebido en la trama, tras suspender la incredulidad, y otro disfrutando de sus juegos semánticos y poéticos. Un ejemplo de disfrute estilístico que despega al lector de la narración por un instante es éste: «Sus ojos sugerían que detrás de ellos podías encontrar la cueva de Alí Baba, si te sabías la contraseña y te las habías arreglado para llegar antes que los cuarenta ladrones».
Cortocircuito retórico
Tras este cortocircuito retórico, el lector sigue leyendo un relato de intriga que alterna con fluidez ambas dimensiones. Es cierto que los grandes de la novela negra son capaces de crear este estado intermedio fluido entre el disfrute inconsciente de la lectura y las ingeniosas «salidas de tono» que devuelven al lector al mundo real, regodeándose de ese sentido del humor negro que caracterizan a Chandler o Elmore Leonard. Pero no sólo como una estrategia textual, sino como quien fluctúa entre la inmersión en una intriga lineal y el disfrute de un juego semántico que combina figuras de pensamiento con tropos de lenguaje: «Tú no encontrarías plan ni en una orgía», y de crítica ideológica a la pretenciosidad escocesa: «De vez en cuando, en el altavoz resonaba una voz de Glasgow no demasiado bien envuelta en el ropaje del inglés fino, que le sentaba como un traje hecho a medida en Savile Row y enviado a una dirección errónea». Junto a «Laidlaw» y «Extrañas lealtades», «Los papeles de Tony Witch» forman la magistral trilogía dedicada a Glasgow, ciudad que William McIlvanney pinta con sorna como una sentina de maldad e hipocresía.

▲ Lo mejor

Que es la recuperación de un clásico de la novela negra con una de sus obras más geniales

▼ Lo peor

El autor se desvía en una parte del libro con una crítica del mundo académico que no viene a cuento
Lluís Fernández

“Tienes que mirar”: la sanidad en Rusia, una historia de terror

★★★★
En su libro, Starobinets explica que «una cosa es escribir historias de terror y otra muy diferente es protagonizarlas». Es duro escribir un libro así, pero piensa que debe hacerlo para que el mundo conozca el calvario que debe atravesar una mujer en Rusia para interrumpir su embarazo por causas médicas, cuando el feto tiene graves malformaciones y, en el caso de que llegara a nacer, tendría mínimas posibilidades de sobrevivir o lo haría un tiempo conectado a una máquina.
Starobinets se convierte aquí en una madre a la que el lector acompaña en un doloroso viaje en busca de médicos que la traten al menos con educación, al menos con amabilidad, al menos con comprensión, y que muestren la humanidad que necesita una mujer que no querría ese aborto. Ella también es una escritora y busca la verdad, por eso sabe cómo hurgar en la herida, la disecciona concienzudamente y levanta acta de ese abrumador y traumático proceso.
Frente a la burocracia y brusquedad de la medicina sanitaria rusa, precaria, y la privada, a precios desorbitados, la única opción es ir a Alemania. Un peregrinaje doloroso y narrado con un realismo que se esfuerza por ser aséptico en lo médico pero que se desborda de ternura cuando se queda a solas con el hijo que lleva en el vientre. Starobinets obliga al lector a mirar desde el mismo título, a conocer y entender, por lo que ha pasado y pasan muchas mujeres. La hemos acompañado sin pestañear hasta la última página.

▲ Lo mejor

El testimonio de un proceso doloroso y complejo, pero explicado con claridad y la emotividad justa

▼ Lo peor

Nada, se trata de un paseo difícil pero necesario por una herida que muchas mujeres mantienen abierta
Sagrario Fernández Prieto

“Trigo limpio”: Juan Manuel Gil recupera felizmente su infancia perdida

★★★★
El relato metaliterario ofrece numerosas posibilidades expresivas. Desde que el mexicano Salvador Elizondo formulara el aserto «Yo escribo que escribo que escribo», y Borges lo tomara como referente, se ha ido imponiendo una escritura que habla de sí misma, de los procesos de creación o la construcción de personajes. Como si el lienzo huyera del marco del cuadro, la historia fabulada contempla su propia metodología en un ocurrente juego de espejos con el que el lector penetra en las hondas motivaciones autoriales, sin olvidar que el resultado final es una mixtificada ficción. El reciente Premio Biblioteca Breve ha recaído en «Trigo limpio», de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), novela que incide plenamente en esa literatura que aúna la libre imaginación con la teoría (un punto ironizada) sobre la urdimbre retórica de lo fabulado. Desde la voz narrativa del presente, evoca un incidente de aparente banalidad: principios de los noventa, un niño tras una pelota, y la incursión de ambos en la pista de aterrizaje de un semi abandonado aeropuerto.
Esta imprudencia le llevará al cuartelillo de la Guardia Civil para aclarar el suceso; ahí conocerá a un curioso personaje, Huáscar, al que deben validar el pasaporte. Mientras ambos esperan la resolución de sus asuntos, se intercambiarán jugosas historias y vivencias en un diálogo plagado de anécdotas, equívocos y acontecimientos varios. Con el paso de los años, Simón, amigo que fue del joven protagonista, le inducirá a escribir sobre cómo esa circunstancia cambió sus vidas.
Cáustica complicidad
En el curso de esta narrativa compartida surge la metaliteraria reflexión que relaciona el relato ficcional con su repercusión en la sociología lectora: «Es lamentable cuando alguien que se dice lector no entiende nada de lo leído, pero más triste es confundirlo todo. La vida con la literatura. Las personas con los personajes. El autor con el narrador. La verdad con la verosimilitud. Y, lo más preocupante, lo biográfico con lo autobiográfico. Sucede más de lo que cualquiera podría imaginar. Ir por la vida confundiéndolo todo es como no ir por la vida. No sé si me explico. Es una auténtica pena». En un tono de cáustica complicidad e inteligente suspense, el novelista hace partícipe al lector de la necesaria distancia entre realidad y ficción, sin obviar la ambivalencia que también se establece entre ambos conceptos. «El poeta es un fingidor», decía Fernando Pessoa; esta excelente obra lo corrobora.

▲ Lo mejor

La perfecta combinación entre la teoría sobre el arte de narrar y la acción argumental

▼ Lo peor

Nada que reseñar sobre una obra de cuidada factura estilística y bien compuesta trama
Jesús Ferrer

“Pasiones carnales”: ¿cómo practicaban el sexo los reyes de España?

★★★★
Leyendo este magnífico libro escrito con audacia y agilidad, nos quedan claras dos cosas: que buena parte de nuestros gobernantes han sido muy «flojos de pantalón» –y de falda– y que muchos acontecimientos que cambiaron el curso político de nuestro país se dirimieron en la alcoba. A través de cartas, documentos y archivos, Robles nos pasea por el lado oculto de esa historia escrita entre sábanas. Así, conocemos que culpa de la invasión musulmana la tuvo el furor sexual del rey Rodrigo, que Isabel La Católica fue precursora del feminismo cuando protestaba por las infidelidades de su marido, quien recurriría a la viagra de la época, la cantaridita, cuando se casó con Germana de Foix.
También sabremos que Felipe el Hermoso tenía una obsesión por el sexo y que Fernando VII poseía un pene deforme. Sorprende que Felipe II atesorara una colección de pintura erótica que le estimulaba la libido. Y que una de las mujeres que más influyó en España fue Leonor de Guzmán, concubina durante 23 años de Alfonso XI, con el que tuvo diez hijos, sin olvidar que Isabel II fue de amante en amante y ningún heredero fue concebido con su marido, o que María Luisa de Parma reconociera que ninguno de sus hijos era de su padre oficial, Carlos IV. El libro termina con Alfonso XIII, al que considera el más mujeriego de todos los Borbones. Unas páginas para solazarse, aprender y comprender... Lo que debe ser la buena literatura.

▲ Lo mejor

Que nos muestra cómo las pasiones carnales contribuyeron a cambiar la historia de nuestro país

▼ Lo peor

La sed que deja; queremos saber más, y de muchos más, que no aparecen en estas páginas
Ángeles López