Crítica de “4 días”: falta una pieza ★★☆☆☆
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Dirección: Rodrigo García. Guion: Rodrigo García y Eli Saslow. Intérpretes: Glenn Close, Mila Kunis, Stephen Root. USA, 2020. Duración: 100 minutos. Drama.
Es plausible que Molly, la yonqui, y su sufrida madre Deb, pudieran haber protagonizado una de las historias de “Cosas que diría con solo mirarla” o “Nueve vidas”, o un epílogo apócrifo a “Madres e hijas”. En “4 días” Rodrigo García vuelve a cultivar esa mirada observacional, realista, muy en sintonía con cierta narrativa norteamericana, que busca en las vidas anónimas el drama del detalle, de las cuentas pendientes, de lo no dicho como penitencia. El suyo es un cine que aspira a la delicadeza, muy apoyado en los actores, que, lamentablemente, no tiene mucho que decir cuando hablamos de puesta en escena, a menudo funcional. Es evidente que García funciona mejor en las distancias cortas, en el cine episódico (no es extraño que los duelos dialécticos de la serie “En terapia” se le dieran tan bien), que, como es el caso, en el largo telefílmico.
Encontrarán lo que se esperan de una película que habla sobre ¿la complejidad? de las relaciones maternofiliales a la luz del enésimo proceso de desintoxicación heroinómana: la culpabilidad de la madre, los reproches inseguros de la hija, la sobreprotección, el miedo a la recaída, los diálogos intensos, la escena histriónica en urgencias… Pensábamos que García era un poco más cuidadoso con los guiones, que no le gustaba caer en tópicos al uso que podían pillarlo en un deshonroso descuido -la lamentable visita a los bajos fondos, la inyección milagrosa con terribles efectos secundarios que todos habían olvidado- pero “4 días” no sabe sortearlos con eficacia.
Glenn Close y Mila Kunis hacen lo que pueden con tanto cliché, pero solo logran que entendamos el colorido, matizado rosario de emociones de su relación cuando sus miradas y sus gestos abrazan una sincera ambigüedad. Es decir, cuando al puzzle que intentan terminar le falta una pieza, y solo queda que destrozarlo otra vez para volver a empezar, sin tener la seguridad de que la imagen que resulta de tan ímprobo esfuerzo calmará el tormento de su espíritu.