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Amartya Sen, «la madre Teresa de la economía», gana el Princesa de Asturias

El economista, que analiza la pobreza en su obra, recibe el galardón de Ciencias Sociales
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Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, pertenece a esa potente estirpe de economistas filósofos, o filósofos-economistas, que está en la tradición económica más genuina: Adam Smith, John Stuart Mill, Malthus, Turgot, David Ricardo, F. Edgeworth, León Walras, William Jevons, Pareto, Hayek, Mises, Röpke, etc. O incluso el propio Marx, si forzamos el término «economista». Sen ha destacado en distintas ramas de la economía, principalmente en los estudios sobre pobreza, desigualdad y hambrunas, siendo el ideólogo de cabecera de los famosos Informes PNUD y de su «índice de desarrollo humano» que sirve para establecer esa clasificación anual de países según su nivel de desarrollo. El concepto de «desarrollo humano» de Naciones Unidas está basado en su «teoría de las capacidades». Su obra recopilatoria «Desarrollo y libertad» va en esta línea. En sus primeros años destacó en una rama reciente de la Economía: la Teoría de la Elección Social, emparentada con la famosa Teoría de Juegos, esta última popularizada por el también Nobel John Nash y cuya vida fue llevada a la pantalla («Una mente maravillosa»). Curiosamente, la directora de tesis en Cambridge, la keynesiana-marxista Joan Robinson, intentó apartarle de aquella disciplina a la que consideraba «basura ética». Pero, continuó en ella y publicó, entre otros muchos trabajos, «Elección colectiva y bienestar social».
También ha contribuido a la reflexión sobre las relaciones entre ética y economía. Esta fue una de las razones por las que fue merecedor del Nobel. Por todo lo anterior se le ha llamado «la Madre Teresa de la economía», jugando con la vinculación india de ambos. Pero él responde a estos apelativos que no pretende ser tanto un «economista bueno» cuanto un «buen economista», puesto que la economía tiene en su raíz científica un componente ético, como reconoce en Aristóteles y en Adam Smith. Un ejemplo de esta faceta de Sen es su obra «Sobre ética y economía». Pero otra dimensión de Amartya Sen es la de filósofo (político). Forma parte de esa línea de «teoría de la justicia» muy vinculada a la obra de John Rawls. Su filosofía ético-política entra dentro de lo que podríamos considerar liberalismo igualitario, aunque entendiendo liberalismo en un sentido más anglosajón que europeo. Estamos ante un intento de conciliar libertad con igualdad, o, si me apuran, liberalismo con socialismo. Este aspecto de su obra lo encontramos en «La idea de la justicia». Su aportación en este sentido es su famosa teoría de las capacidades («capabilty approach»), que desarrolló junto con su entonces esposa Martha Nussbaum y con el que intenta clarificar el criterio último para evaluar la libertad, igualdad o bienestar de un sujeto o grupo.
Ni liberal ni socialista
En este sentido, Amartya Sen tiene la rara virtud de encandilar a intelectuales de ideologías contrapuestas, muy especial en esta época tan «crispada». Aunque es cierto que Sen hace recelar a los intensamente liberales y a los intensamente socialistas. Quizá se deba esto al componente deliberadamente ecléctico de su pensamiento, tan presente en su India natal. A él siempre le incomodaron los compromisos ideológicos exacerbados, que pudo conocer tanto en la línea liberal neoclásica predominante en el Presidency College de Calcuta, donde se formó, como en la línea keynesiano marxista, tan intensa de su maestra en su etapa de posgrado en Cambridge, Joan Robinson.
Sen ingresó en el prestigioso Trinity College de la Universidad de Cambridge, del que sería rector años después, pero cuya solicitud inicial de ingreso fue rechazada. Consiguió entrar cuando otro alumno aceptado renunció a su plaza. Últimamente, ha dedicado varias obras a reflexionar sobre la relación entre las diversas culturas desde el punto de vista de una defensa ilustrada de la racionalidad, de la democracia y de la deliberación pública y en contra de conceptos identitarios monistas y robustos («Identidad y violencia»). Pero esta defensa de la racionalidad ha intentado dejar espacio a las distintas culturas, especialmente, a la que él conoce mejor, dedicando a ello obras como «India en construcción».