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«El manuscrito encontrado en Zaragoza»: la España alucinante y el suicidio de Jan Potocki

Es una de las narraciones más fantásticas y terroríficas más geniales de la literatura europea, narrada en forma de viaje de un Militar desde Sierra Morena a Madrid y sazonada de conocimiento y magia a partes iguales

Imagen de la película que adaptó "El manuscrito encontrado en Zaragoza"
Imagen de la película que adaptó "El manuscrito encontrado en Zaragoza"Archive

Alfonso van Worden es un oficial de la Guardia Valona que atraviesa Sierra Morena en dirección a Madrid, donde entrará como capitán al servicio de Felipe V. En su camino hacia la capital, en torno a 1715, se topará con todo tipo de personajes asombrosos: místicos, brujos, ladrones, pícaros e iluminados. Estructurada como un diario de viajes en el que Alfonso cuenta sus aventuras, la narración de «El manuscrito encontrado en Zaragoza» se va volviendo laberíntica y mágica por los caminos de España. Alquimistas, astrólogos y cabalistas, poseídos, demonios, bandidos, gitanos y anacoretas confunden al militar o tratan de inocularle sus turbios conocimientos. Todos los personajes son un reflejo del vasto saber de Jan Potocki, un conde polaco cultísimo, un hombre viajado con una vida en sí misma novelesca. Potocki solo escribió una novela y no resulta exagerado decir que le costó la vida.

Princesas moras, servidores de la Inquisición, amantes lésbicas y bandoleros van surgiendo en la acción junto a disertaciones filosóficas o esotéricas e incluso paradojas matemáticas, ya que casi todas las situaciones en apariencia sobrenaturales a las que se enfrenta Von Worden terminan por encontrar una explicación racional, como era preceptivo para su autor, un hombre de ciencia y estudios. Potocki recibió una educación exquisita, en francés, como era menester en las familias aristocráticas polacas, a la que él pertenecía. Sin embargo, al finalizar sus estudios, ingresó en la Academia Militar de Viena y se alistó en el ejército austro-húngaro, con el que combatió en el Mediterráneo a los piratas berberiscos. Ahí vivió sus primeros viajes y aventuras, pero dejó las armas por volver a las ciencias, eso sí, sin por ello dejar de viajar.

Potocki es uno de esos intelectuales que viajaban para conocer tan característicos del Siglo de las Luces. Dominaba idiomas: polaco, frances, ruso, alemán e italiano y se defendía en árabe y español. Recorrió los confines europeos: Marruecos, Túnez, Italia, Sicilia, España, Portugal, Holanda, Baja Sajonia, Hungría, Serbia, Turquía, Egipto, Rusia, el Cáucaso e incluso llegó hasta la remota Mongolia y fue pionero en las expediciones a Egipto antes de las campañas napoleónicas. Posteriormente se instala en París, donde entra en contacto con diversas sociedades secretas. Conoce la Logia Masónica de Francia y se cree que ingresa en ella, aunque no se conoce con certeza. Pero frecuenta círculos cabalísticos y sectas ocultistas para satisfacer una curiosidad existencial que nunca se apaga.

En París publica un libro de viajes y un ensayo. Y prepara un viaje al Reino de Marruecos. Así es como atravesará, de Barcelona a Madrid, y de allí a Estepona (Málaga) la Península y quedará fascinado por la esplendorosa decadencia española, también la ignorancia y el analfabetismo, magia y superstición. Tanto le impactará, junto con experiencias que ya había acumulado de sus campañas militares en el sur del Mediterráneo, que el viaje a Marruecos que arrancó en 1791 se cerrará con la primera parte de la novela en 1794. La primera edición de esta historia, que ha sido comparada por su estructura con «Los cuentos de Canterbury» o «El Decamerón» y «Las mil y una noches», se publicó en francés en San Petesburgo en 1804 y la segunda en París en 1813 con el título «Avadoró, historia española». Avadoró es el jefe de los gitanos que aparece en varios de los episodios. Sin embargo, Potocki nunca dio el libro por terminado y lo continuó ampliando hasta su muerte, sin que por ello apareciera más veces publicado.

Parece ser que la fama de Potocki entre los diplomáticos era grande y que el embajador español en París, Fernán Núñez, advirtió al Conde de Floridablanca, secretario de Estado de España, de la fama de verso libre del polaco. El propio José Moñino y Redondo, Floridablanca, encargó su seguimiento discreto y en varias misivas quedan detallados sus movimientos por nuestro país.

Plagios y manuscritos

La novela, un clásico de la literatura gótica, no encontró la fama merecida y cayó en el olvido. Escritores como Gerard de Nerval y Washington Irving se aprovecharon de la escasa atención e incluso plagiaron algunos cuentos de Potocki. No fue hasta 1958 cuando una edición de Gallimard, muy parcial, a partir de una publicada en polaco devolvió el interés por la narración y diversas investigaciones trataron de encontrar el manuscrito original, del que, se creía, solo habían sido impresas cien copias. El polaco Wojciech J. Has llevó la primera parte de la historia al cine en 1965, una película por que Luis Buñuel expresó su total admiración. En España, Alianza y Minotauro publicaron dos ediciones en los años 70 a partir de la francesa, de unas 300 páginas, pero otras posteriores de Valdemar y Pre-Textos alcanzaban las 1.000 cuartillas. En 2009, Acantilado publicó una notablemente diferente a las existentes a partir de un manuscrito recientemente descubierto.

Todo el interés que despertó la obra tanto tiempo después le habría encantado a Potocki, quien, aquejado de una enfermedad que le causaba un dolor incesante y decepcionado con la derrota napoleónica, trabajó en su novela hasta que, en 1815, se disparó en la sien con una bala que él mismo había fabricado a partir de una cuchara de plata. Limó la pieza hasta que encajó en su pistola y se quitó la vida con ella. Algunos dicen que Potocki, quizá enfermo de sífilis, tenía terribles dolores y hasta alucinaciones: creía estar convirtiéndose en hombre-lobo.