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Letras

Emmanuel Carrère: «Cuanto más tiempo pasa, más riesgo existe de autocensurarme»

El escritor, que recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Letras, está involucrado en el seguimiento del juicio por los atentados de París de 2015

Emmanuel Carrère, Premio Princesa de las Letras 2021, en Oviedo
Emmanuel Carrère, Premio Princesa de las Letras 2021, en OviedoEloy AlonsoEFE

Con camisa vaquera, chaqueta azul, el novelista Emmanuel Carrère, autor de «El reino» y «Limónov», reconoció en Oviedo que «hasta el momento no me he censurado jamás», pero reconoció que es uno de los peligros actuales para cualquier escritor: «Me hago la pregunta de la autocensura a menudo. Creo que cuanto más tiempo pasa, más se plantea el riesgo de tener que hacerlo. Es verdad que hay muchos juicios por parte de grandes escritores y pensadores que hoy en día se condenarían. La verdad es que hasta hoy no he tenido que poner cuidado en este aspecto». El novelista, de rostro expresivo, pero expresión hierática, argumentó el motivo con claridad y la concisión habitual que caracterizan sus respuestas: «Quizá es por el tipo de literatura que hago o por lo que yo escribo. “Yoga” es autobiográfico y ahí aparecen aspectos poco halagüeños sobre la experiencia humana. A lo mejor debería ser más prudente, pero no lo he sido. Pues mejor, ¿no? Aunque jamás se sabe qué te depara el futuro».

El escritor, que agradeció la distinción que va a recoger en Asturias y admitió que supone un «gran honor» para él, se mostró huidizo sobre la posibilidad de regresar a las aguas de la ficción, un torrente que frecuentó en su juventud, pero del que se ha ido alejando de manera paulatina. «No forma parte de mis proyectos inmediatos, puede que regrese, pero no próximamente». Lo que sí admitió es que «la pandemia, que, para mí, no está al orden del día, supone un reto para todos los escritores y creadores y personas que aspiren a dar una representación realista de la realidad». En lo que mostró cierta rebeldía o incomodidad fue en el trance de dar un nombre a su literatura. Ahí asomó el escritor rebelde, heterodoxo, inaprensible que percibimos a través de su obra. «En Francia, y no sé si en España, bajo el título de un libro se suele poner un nombre: novela o lo que sea. Yo llevo mucho tiempo sin poner “novela”. Para mí toda la literatura se trata de novela, ficción, no ficción, autoficción, nuevo periodismo, pero no me gusta etiquetar, prefiero llamar a todo eso narrativa, relatos, libros...».

Carrère incidió en su proyecto literario inmediato: la cobertura de los juicios por los atentados de París de 2015. Un trabajo que lo pone en relación con dos referencias. Una propia y otra ajena. La primera es «El adversario» y la segunda, «Eichmann en Jerusalén», de Hannah Arendt, libro que, por cierto, está leyendo ahora, lo que para nada resulta casual. «Ella desarrolla en este texto esa noción controvertida respecto al nazismo y la banalidad del mal, y claro uno tiene que hacerse esta pregunta al estar siguiendo los atentados de 2015, puesto que, cuando vemos a esos hombres acusados pronto nos damos cuenta de que son figuras que no están a la altura del mal. Por eso cabe hacerse la pregunta de la banalidad».

Carrére está inmenso en la tarea de asistir a las sesiones del juicio, como ya hizo en «El adversario», cuando escribió sobre el crimen que cometió Jean-Claude Romand. Para el escritor existen claras diferencias entre uno y otro caso, como explicó: «Es muy diferente el juicio de Romand. Este era un juicio penal y ahí estaban en juego unas relaciones humanas y psicológicas entre personas que se conocían. Ese vínculo fuerte e íntimo es lo que estaba detrás de esta historia tremenda. Estos atentados, en cambio, están en las antípodas de aquel, porque no hay vínculo entre los asesinos y los asesinados. No solo no se conocían, sino que los asesinados no podían imaginar la existencia de estos asesinos. Ellos fueron asesinados de manera arbitraria, que es casi la propia definición de terrorismo. Lo que resulta aterrador es que no se puede hurtar a ello es que no existe ninguna razón que pueda explicar el crimen, y ya no digo, justificar».