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Félix de Azúa: «¿Cuánto vale la Dama de Elche? Para Miquel Iceta unos votos»

El autor recupera y completa su biografía de «Baudelaire» y denuncia el mercado electoral que existe detrás del federalismo cultural que ahora se propugna desde el Gobierno

El escritor Félix de Azúa
El escritor Félix de AzúaJesús HellínEuropa Press

Félix de Azúa recupera al poeta de las «Flores del mal». Un regreso que no tiene nada de casual o de fortuito. «Baudelaire y el artista de la vida moderna» (Debate) es una obra con fondo combativo, con un interlineado intelectual y poso reflexivo en el que vibran con fuerza ecos presentes. El escritor francés sobrevino al mundo en una época de transformaciones. Una era quedaba atrás, otra se abría paso hacia el futuro y, entre tanto, la tecnología irrumpía con el empuje de las locomotoras que se extenderían por Europa. Industrias revolucionarias, obsolescencias que se negaban a fenecer y nuevas religiones laicas formaban parte de su paisaje cotidiano. ¿Qué abominaría hoy aquel Baudelaire? «Se quedaría estupefacto, porque el Estado ha ganado por todas partes. Las personas somos pequeños juguetes de él. En el tiempo de Baudelaire, el Estado no estaba tan extendido. Hoy el Estado, sí lo está. Y el Estado no es solo el Gobierno y las instituciones que lo rodean, sino las redes sociales, las televisiones, ese monstruo que se nos dice qué tenemos que opinar y qué hacer. Apenas existe un diez por ciento de individuos que escapan a todo eso».

¿No somos independientes?

Hay casi una nula independencia intelectual. En este país estamos entre dos grupos de poder, uno quiere volver a perder la guerra civil, y, otro, ganarla. Solo escapas a eso si no existes. Ahora también te pueden cancelar, sobre todo si eres joven. Ellos lo pasan peor. Pero si eres viejo, como yo, ya te importa un bledo. Por eso podemos ser más independientes, aunque tampoco tanto. ¿Cuántos pueden decir hoy lo que piensan? Baudelaire se sorprendería ante este panorama. Diría que somos unos pobres esclavos.

La tecnología, al final, no nos hizo libres.

Durante la época de Hitler, la Gestapo iba con una libreta por las casas preguntando quién vivía ahí. Apuntaban los nombres. A pesar de eso, se salvaron alrededor de dos millones de judíos. Si eso sucediera ahora, no se salvaría nadie. Todos estamos controlados. En el momento que venga un tirano... ¿Cuál es la diferencia de Maduro con anteriores dictadores, como Trujillo? Que en este momento no hay manera de derribarlo porque tiene el control sobre la sociedad. Somos peones. Nuestro valor es el número de votos que puedan depender de nosotros. En mi caso es uno. Pero de un “influencer” a lo mejor dependen muchos más. No vales nada más que eso. Los votos que puedas vender.

Ahí está el federalismo de la cultura de Iceta

Miquel Iceta, con la Dama de Elche, va a hacer el mismo gesto que hizo el dictador fascista de Francia cuando se la entregó a Franco. ¿Cuánto vale la Dama de Elche? Unos votos. Al que le dé unos votos... Federalismo cultural... Vivimos en un gigantesco mercado. No existe nada más. El cinismo del Gobierno es absoluto y si tiene que vender a su madre por cinco votos, lo hará. Le da igual. Estamos en un mundo político en el que no hay ideas, sino ideologías. ¿Qué quieren decir las ideologías? Obediencia y esclavitud. De lo único que saben los Gobiernos hoy son de productos. Un producto es la lengua; otro es la identidad; otro, el sexo. Todo son productos. La cultura para este Gobierno es un mercado de votos. Que los catalanes quieren echar al mar a los que hablan español, bien, ¿cuántos votos me va a reportar?

No quedan individuos.

El así llamado Gobierno progresista ha destruido la educación. No le interesa que la gente se eduque. ¿Para qué quiere una persona que esté educada? Ha destruido la individualidad política y cualquier posibilidad de que seamos individuos y tengamos independencia. Eso está destruido. Solo puedes decir lo que te consienten decir. Si quieres ser libre, serás expulsado del mercado y el trabajo. Lo único que puedes hacer es prepararte para ser un individuo cuando te llegue la oportunidad. Para eso debes cultivar el pensamiento, apartarte de las redes y huir de cualquier cosa que sea masiva. Hoy solo los cínicos o lo ingenuos creen en la libertad, la democracia, que cada vez hay menos, la rebeldía o la revolución. Es muy interesante este punto. Los políticos te comentan todo el rato: sé libre, sé revolucionario. Pero luego te indican que los votes a ellos, airean su argumentario para que lo repitas y te piden que obedezcas y que vayas a una manifestación cuando te lo pidan. Te comentan, «sé rebelde», pero compra un coche, el mismo que otros dos millones de personas.

Baudelaire no sobreviviría a lo políticamente correcto.

Esto nació en uno de los lugares más reaccionarios, los campus norteamericanos. Su adopción es lo más reaccionario que existe en este momento en este país. Los partidos de lo políticamente correcto están a un paso del fascismo, quieren dominar la existencia privada, cómo tienes que ser, vivir y vestir. Son gente sin ideas, pero con ideologías para troquelarte a su medida.