“La casa Gucci”: sátira de lo hortera, o todo lo contrario, según Ridley Scott
Con «El último duelo» aún en cartelera, el director estrena su adaptación de una de las tragedias más infames de la moda de la mano de Lady Gaga y Adam Driver
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En Estados Unidos, por aquello de las traslaciones que no son traducción, a la salchicha boloñesa (Bologna, o nuestra mortadela, para entendernos) le dan un nombre que suena parecido a /ba·lou·ni/. Por razones que escapan a cualquier lógica, como tanto de lo que ocurre allende el Atlántico, los americanos han decidido adoptar una palabra extranjera y convertirla en un engendro hortera y deforme que no tiene nada que ver con la original. Cuando se supo hace un par de años que Gucci, la prestigiosa multinacional de la moda, había dado su visto bueno a una película que narrase el asesinato de Maurizio Gucci por encargo de su ex mujer, Patrizia Reggiani, la sombra del «baloney» se alargó más que nunca.
Una venganza cochambrosa
La larga tradición de lo italo-americano en el cine, que ha tenido en Scorsese su mejor exponente pero se extiende hasta «Los Soprano» o el cine de Abel Ferrara, suele darse de bruces con la vergüenza ajena al querer volverse elegante. Por eso, cuando le preguntaron a Ridley Scott si quería dirigir la adaptación, declaraba: «Solo me interesa si puedo hacer una sátira», según explicó hace unos días. Así, después de asociarse con los nuevos dueños de Gucci, que ya no tienen el apellido italiano pero sí muchos petrodólares y ganas de desligarse de la familia original, Scott estrena «La casa Gucci», en la que explica la relación entre Maurizio, Patrizia y todos los parientes que querían sentarse en el trono de la marca, una de las más valoradas por los buscadores de lujo... y ahora también por los raperos. Con una Lady Gaga en estado de gracia y un Adam Driver estoico e impasible en su rol de príncipe heredero, siendo ambos lo mejor de una película irregular, Scott recurre a la métrica de los cuentos de hadas para convertir «La casa Gucci» en una especie de metáfora sobre los sueños cumplidos, los anhelos, el elitismo y el clasismo. No es tanto el objetivo del director lograr que nos identifiquemos con unos personajes irreales, casi fantásticos en su manera de afrontar la cotidianeidad, como sí lograr reírse de la feria de las vanidades en la que viven constantemente y vuelve cualquier situación, desde un café al sexo, un lodazal de lo ridículo.
En ese tango satánico del director de «Alien» con el lache se encuentra con una pareja a la que deja brillar en sus pasos prohibidos: Jared Leto. Después de ganar el Oscar, estrellarse como Joker y montar su propia secta, el actor da vida al primo de Maurizio Gucci, hijo en la ficción de Al Pacino y sobrino de Jeremy Irons. Entre la barriga de postín, el bigote muerto y los tonos morados con los que Scott le viste, el resultado es dantesco. Más concretamente del octavo círculo del infierno, el de los fraudulentos y el de los que consiguen tirar por tierra el esforzado trabajo de una Gaga y un Driver que, por alguna razón, parecen estar actuando para otra película, como si nadie les hubiera dicho que no había que tomárselo en serio.
Los caminos del Oscar
Animadversiones aparte, «La casa Gucci» es un ejercicio de montaje, orquestado por Claire Simpson («El jardinero fiel»), por el que tanto ella como Gaga están predestinadas a entrar en la conversación camino del Oscar. Para más adelante queda entonces la glorificación criminal que se deduce del filme, en el que se deconstruye a Maurizio Gucci justo antes de que su sangre manche las escaleras de su casa de Milán: «Me llegué a documentar casi como una periodista para el papel, porque Patrizia era una persona real. Pasé mucho tiempo investigando, pero intenté no leer demasiadas cosas en las que hubieran opiniones explícitas sobre ella. Quería crear mi propia opinión sobre quién era en realidad. Creo que fue una mujer que se enamoró hasta el fondo, que quería a Maurizio, pero también a lo que él significaba y al poder que había ido ganando dentro del negocio familiar», explicó la actriz y cantante para los medios.
En esa misma rueda de Prensa, Gaga no quiso hablar directamente del Oscar (que peleará, previsiblemente, con Kristen Stewart, Olivia Colman, Jessica Chastain o Penélope Cruz), pero sí vendió el método con el que ha trabajado para dar forma a una Reggiani que salió de la cárcel en 2016 y para la que no se ha contado en la realización del nuevo filme: «Hablé con acento durante nueve meses y hasta fuera de cámara. Me quedé con ella», confesó.