Martin Scorsese contra las plataformas: segundo asalto
El director neoyorquino defiende la labor de comisariado frente a la concepción “elitista” que a veces se tiene de la misma
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Cuando Netflix sacó a pasear la cartera e hizo efectivos los 150 millones de euros que costó quitarle las arrugas a Al Pacino en «El irlandés», parecía que Martin Scorsese daba por enterrada el hacha de guerra y, al menos por el momento, daba por zanjada su cruzada contra las ya no tan nuevas plataformas de «streaming». La queja del director de «Toro Salvaje» y «Taxi Driver», además de contra los superhéroes y ese cine asexual y presuntamente apolítico que llena (o llenaba) las salas de todo el mundo, venía justificada por una sensación de vacío creativo en la industria por el que las películas, como las salchichas, se entregaban al taylorismo. Dos años después, «Marty» vuelve a erigirse como legítimo defensor de la experiencia cinematográfica completa.
Después de que el gigante de las plataformas rechazara la financiación de su nuevo proyecto, un «western» en clave nativo-americana para el que ya ha cerrado a Leonardo DiCaprio y Robert De Niro y que ha acabado pagando Apple, el director neoyorquino ha cargado contra las plataformas usando el dichoso «contenido» como arma arrojadiza. Según Scorsese, que se ha explayado con motivo de una oda a Federico Fellini publicada en Harper’s Bazaar, «el contenido se ha transformado en una palabra comodín para cualquier imagen en movimiento: desde una película de David Lean, al video de un gato, a un anuncio de la Super Bowl». Y añade: «Si las sugerencias se presentan al usuario basándose en lo que ya ha visto, y eso solo atañe al tema que se aborda, ¿dónde queda el arte del cine?». En acertada comparación con lo museístico, Scorsese termina con un alegato sobre la labor curatorial y de comisariado, que, «lejos de ser elitista», entiende como «un acto de generosidad».
Ese “elitismo” del que habla Scorsese y que muchas veces se achaca a una visión de la cultura poco accesible, se desmonta por completo conociendo el historial de “Marty” como conservador y fundador de The Film Foundation, una organización sin ánimo de lucro que vela por la restauración de películas “para las generaciones futuras”.
Netflix y Disney+ no paran de crecer
El contexto de las declaraciones del realizador, que ha visto como la industria pasó ante sus ojos de un oligopolio, a una lanzadera de proyectos independientes a, otra vez, un oligopolio de facto solo que ahora en clave digital, se entiende mejor si se explica con cifras. Este mismo mes, Disney anunció que ha llegado hasta los 95 millones de suscriptores en todo el mundo en su plataforma de “streaming”. Este “bocado” a la tarta implica que la Casa del Ratón, en poco más de un año, ha conseguido situarse a la altura de cifras que a Netflix, todavía el gran referente del mercado, le costó hasta una década conseguir. Es innegable que este crecimiento se ha dado en unas circunstancias excepcionales debido a la pandemia y al continuo cierre de salas, pero también que se convierte en un refuerzo positivo respecto a su estrategia: apostar muy poco o nada por el contenido original en favor de la explotación de secuelas y “spin-offs” de propiedades intelectuales ya existentes (Marvel, Star Wars, etc.).
Si bien su “Killers of the Flower Moon” también contará con el apoyo de una plataforma, Apple, lo cierto es que la estrategia de la compañía productora del iPhone, de momento, es bien distinta. En lugar de apostar por una cantidad ingente de “contenidos”, Apple ha ido produciendo con más cuidado por los creadores y sus historias (eso sí, siempre de reconocido prestigio y sin entrar en temas polémicos como la sexualidad o las drogas como requisito indispensable). Al nuevo trabajo de Scorsese, que se comenzará a rodar este mismo año, hay que añadirle la última película de Sofía Coppola (”On The Rocks”) o el próximo documental del multi-premiado Joe Berlinger y que contará de primera mano el ascenso al estrellato de la cantante Billie Eillish.
El quejido del bueno de “Marty”, más que un canto de cisne, se convierte en una especie de testamento y aviso a navegantes que trasciende lo anecdótico: si el arte siempre importó poco en Hollywood, con la transformación de las audiencias en números de cuenta el «contenido» se acerca peligrosamente a lo que solo debería atañer a los contenedores.