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“Los ojos de Tammy Faye”: Jessica Chastain se encomienda al Señor para revolucionar Donostia

La actriz estadounidense brilla con luz de Premio Oscar en el papel de una de las telepredicadoras y estafadoras más célebres de la historia reciente de Estados Unidos
DISNEY
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Y entonces, llegó ella. Jessica Chastain presentó en la tarde de ayer, y ante un Kursaal repleto de curiosos, «Los ojos de Tammy Faye», la nueva película de Michael Showalter que es la última cinta en sumarse a la disputa por la codiciada Concha de Oro que otorga el certamen vasco. La actriz estadounidense, que entra en todas las quinielas para hacerse con el Oscar en la ceremonia del próximo año, se convierte en una de las telepredicadoras más famosas de la historia de su país por el escándalo en el que se vio envuelta cuando el fisco descubrió que se gastaba el dinero de los feligreses, por ejemplo, en lujosos abrigos de piel de visón.
El engaño, que en la película del director de la excelente «La gran enfermedad del amor» es tesis, también es catarsis no solo para la América profunda, si no que se entiende como una especie de bula para los ignorantes de corazón, usando la fe como carburante del desastre y el exceso. Chastain, con prótesis para encontrar la fealdad que le ha sido esquiva por genética, da vida a un personaje carismático, cargante e inocente al que, simplemente, el éxito le acabó pasando por encima.
No hay que entender, sin embargo, que Showalter haga una especie de apología de la idiotez. Todo lo contrario. Si acaso, el realizador se plantea por qué, en uno de los países más desarrollados económicamente del mundo, hasta el más imbécil de los imbéciles puede hacerse de oro. “Los ojos de Tammy Faye”, originalmente un soberbio documental narrado por la leyenda del Drag, RuPaul, es una de esas películas que funciona mejor como vehículo de lucimiento de su soberbia intérprete principal que como una experiencia cinematográfica completa. Irregular en su tramo final, de remate apoteósico y casi tardo-trumpista, el filme de Showalter, por lo menos, se asegurará de subir la media de carcajadas irónicas por minuto en la próxima temporada de premios.
Quizá, en un análisis más sesudo que no permite la inmediatez de las jornadas festivaleras, “Los ojos de Tammy Faye” pueda envejecer como un testigo fílmico de la América que se apagó, esa que no era consciente de su propio privilegio y creía firmemente en el juramento a la bandera. Sin intentar salvar al personaje, ni absolverle de sus lujosos pecados, Showalter devuelve la mirada incluso al espectador más crítico para explicar, sin cinismo ninguno, que no es Tammy Faye, es el sistema. Estúpido.

Un palmarés abierto

Aunque la protagonista de «La hora más oscura» brille con luz de estatuilla en Donosti, e incluso amenace con hacer ex aequo el primer premio a la interpretación sin género que parece llevar el nombre de Javier Bardem («El buen patrón»), la película se vuelve terriblemente irregular en su tramo final y la labor de Andrew Garfield sufre por volar demasiado cerca del sol de una Chastain que, cuando lean estas líneas, ya estará esperando el palmarés.
Tras rendirse el año pasado a la pausa de la «Beggining» de Dea Kulumbegashvili, que preside el jurado de la 69.ª Edición, no parece que la Concha de Oro tenga un dueño claro. Quizá Jonás Trueba, y su «Quién lo impide», trabajo firme de dirección y pulsión documental; o quizá «As in heaven», la obra de orfebrería danesa de Tea Lindeburg, que parece diseñada para gustar al jurado, sean las que parten como favoritas en la quiniela general, sin olvidar que tanto «El buen patrón» como «Distancia de rescate» podrían dar la campanada más tradicional.