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Crítica de clásica

La sorpresa de Eva-Maria Westbroek

La soprano Eva-Maria Westbroek coincidió con el piano de Julius Drake sobre el escenario del Teatro de la Zarzuela La Razón

Obras de Berg, Wagner, Guridi, Guastavino y Piazzolla. Soprano: Eva-Maria Westbroek. Piano: Julius Drake. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 20-XII-2021.

Parece estar de moda entre artistas extranjeros con ciertos antecedentes familiares abordar el repertorio en español. Lo hemos visto recientemente con Sonya Yoncheva, Elina Garança y Lisette Oropesa. A ella se añade ahora Eva-Maria Westbroek y es una sorpresa ya que desconocíamos que la cantante, nacida en Belfast, tuviese un dominio bastante aceptable del español. Al parecer su padre fue embajador en algún país de habla hispana cuando ella era niña.

De ahí el personal programa, muy infrecuente en los ciclos de lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela, con una primera parte que, con Alban Berg y Wagner, respondía a lo esperado de ella y una segunda que sorprendía e incluso inquietaba inicialmente con Guridi, Guastavino y Piazolla, de quien conmemoramos centenario. La soprano empezó por dirigirse, algo nerviosa, al público para explicar que era su primer recital de lied en muchos meses, ya que le habían cancelado todos los que tenía programados y que esperaba le saliese bien. Lo hizo en un casi correcto español. Estaba nerviosa y esa tensión se trasladó a las interpretaciones alemanas. Parecía como que sintiese la necesidad de sacar voz, de exhibirla más de lo que el propio repertorio aconseja. Y voz tiene y mucha. Por eso, tanto en las tres piezas elegidas de los «Sieben früe lieder», de Berg, y en los preciosos «Wesendonck lieder» faltó matiz y también introspección en algunos de estos últimos. Los cantó como si fuesen ópera, lo que no son.

Y llegó la sorpresa de la segunda parte. La oferta al labrador de Guridi sonaba casi como si la realizase una cantante española o latinoamericana. Y no fue sólo que la pronunciación y la dicción funcionasen, sino también el sentido de cada frase. Baste citar dos casos extremos como ejemplo. Puso toda la carne en el asador en el «Llámale con el pañuelo», de Guridi ,y parecía aconsejar con toda autoridad al torero que tirase la capa, hasta con un taconazo. Vibrante. En el extremo opuesto, la dulzura de «El sampedrino», de Guastavino, matizando: «Es triste, amigo, trajinarse en la huella sin un cariño». Y Westbroeck y el pianista acompañante Julius Drake, siempre atento, se llevaron el nuestro al redondear con la única propina del «Noche de paz», iniciada tras su petición por el público en español, seguida de ella en alemán y finalizada a boca cerrada por todos. Por cierto, ¡qué bien entona el público del lied de la Zarzuela!

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