Sección patrocinada por sección patrocinada

Cine

“Camera Café”: largo de comedia, corto de tripis

Ernesto Sevilla, con Joaquín Reyes y Arturo Valls de escuderos, dirige el salto al cine de la popular serie tres lustros después de su emisión en televisión

La tradición es vasta, sobre todo al otro lado del charco, pero la globalización puede con cualquier nicho. Elcine «stoner», palabro sajón imposible de traducir pero que bien podríamos poner en común con lo «fumeta» y lo «colocado», ha ido ganando seguidores desde principios de los setenta, con ejemplos tan prestigiosos como «Beyond the Valley of the Dolls», de Russ Meyer, o «Aquel excitante curso», de Amy Heckerling. Primero pueriles, luego experimentales y ahora metafílmicas, este tipo de películas tienen en común lo lisérgico, el acercamiento a las drogas desde lo recreativo y, sobre todo, la valentía de no tomarse nunca en serio a sí mismas. ¿Se puede convertir una de las tiras cómicas más frescas y queridas de la historia de la televisión española en una película del género «stoner»? Ernesto Sevilla, director de la adaptación al cine de «Camera Café», cree firmemente que sí. O todo lo firme que el director de una película «stoner» lo podría creer.

Humor en tres dimensiones

«Hemos hecho la película que, como estudiantes, nos hubiera gustado ver», explica Sevilla, que presentó la película fuera de concurso en el Festival de Málaga y que, por supuesto, reconoce haberse mirado en las comedias de Seth Rogen o en el Judd Apatow más gamberro: «No sé si diría que instalados en el “mainstream”, pero es muy bonito que hayamos sacado adelante esta película juntos casi veinte años después de empezar con el programa», añade sobre la presencia en el equipo de guion de Joaquín Reyes y Raúl Cimas, junto a los que comenzó su carrera profesional en «La hora chanante» allá por 2002.

Ernesto Sevilla, director de la película de "Camera Café", presentándola en el Festival de Málaga - Alberto Ortega / Europa Press
Ernesto Sevilla, director de la película de "Camera Café", presentándola en el Festival de Málaga - Alberto Ortega / Europa PressAlberto OrtegaEuropa Press

Capitán de un reto casi imposible, el de adaptar el monoespacio de la serie original a una oficina real y desde ahí, al mundo exterior, Sevilla desvela cómo los «chanantes» y Miguel Esteban dieron con el tono: «Arturo Valls, que además de ser el protagonista produce, solo nos puso la línea roja de no contar nunca cuál era la actividad real de la empresa. A partir de ahí, tuvimos muchísima libertad. Queríamos ahondar en la figura del perdedor, de lo patético de ese Quesada que es Valls», explica. Y sigue, sobre una película que va desde la comedia de situación al chascarrillo, pasando por la ciencia ficción y hasta un breve y brillante momento de animación: «Nos interesaba mucho lo absurdo, la escalada de situaciones ridículas y ver hasta dónde podíamos llegar», completa.

En una especie de oasis temporal, donde el Quesada de Valls sigue siendo tan «cuñado» como siempre, los ordenadores siguen teniendo monitores de pecera y, sin embargo, llegamos a ver una proyección del fantasma de un Albert Rivera del que el protagonista es devoto, la versión cinematográfica de «Camera Café» lo apuesta todo a la exageración y a lo barroco. Carlos Chamarro vuelve como el faldero Jesús Palacios, Ana Milán como la férrea Victoria de la Vega y Esperanza Pedreño como la estrambótica Cañizares, pero la ausencia de César Sarachu como Bernardo —la vida en Suecia del actor ha obligado a matar en elipsis a su personaje— es suplida por el siempre correcto Javier Botet y por la adición, como motor de la trama e hija de Quesada, de una Ingrid García-Jonsson de vuelta en su registro más cómico.

Por allí también desfilan Karina, una delegación portuguesa de la misma empresa o incluso el «streamer» Ibai Llanos, que hace su debut en el cine: «La verdad es que no nos pudieron quedar mejor los cameos. Fue complicado porque teníamos el espacio para ellos antes que la confirmación, pero es que encima aportan mucho a la película», confiesa un Sevilla que ahonda sobre las tres dimensiones del proyecto, tan loco excesivo y fuera de lo común que hasta puede funcionar como tesis cínica, antes de despedirse: «Creo que hemos conseguido que los personajes sean poliédricos, que tengan una personalidad ampliada respecto a la serie y que, sin embargo, quien fuera muy fan todavía encuentre en ella la misma comedia, el mismo humor. Queríamos hacer más grande el universo sin traicionar el original».

“Nosotros no nos mataremos con pistolas”: postales de la generación perdida
Si «La maniobra de la tortuga» adapta un libro y «Camera Café» una serie, «Nosotros no nos mataremos con pistolas», presentada ayer a competición en el certamen andaluz, hace lo propio con una obra de teatro. Con una sincera y carismática Ingrid García-Jonsson como protagonista (hace doblete en Málaga), la película de María Ripoll es un retrato generacional de esa camada de jóvenes que ya lleva varias crisis económicas encima y que, agotada, no puede con más. El suicidio repentino de una de las amigas de un grupo es resorte argumental y excusa para forzar una reunión entre viejos conocidos, dando lugar a que se reabran heridas y se pongan en común miserias, naufragios y nostalgias casi olvidadas.