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“Dune”: Denis Villeneuve da con la especia que se resistió a Lynch y Jodorowsky

Después del conato de adaptación de Alejandro Jodorowsky y la apelmazada versión de David Lynch, el director canadiense sale airoso de su aterrizaje en Arrakis de la mano de Timothée Chalamet
Fotograma de 'Dune' (2021) de Denis Villeneuve
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La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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«Yo no quería hacer una película sobre el espacio, yo quería hacer una película sobre la llegada del Mesías. Quería que la especia del libro original, una sustancia que estimula el cerebro, fuera el equivalente al LSD. No quería replicar la droga, si no la sensación que deja en ti el ácido». Así explicaba el director Alejandro Jodorowsky su leitmotiv para llevar adelante la adaptación de «Dune» en 1975, el libro escrito por Frank Herbert una década antes. Aquel sonoro fracaso, que prometía a Pink Floyd y Salvador Dalí compartiendo pantalla y al final quedó en un agujero de más de un millón de dólares, quedó reflejado en el extraordinario documental “Jodorowsky’s Dune”, de 2013, que servía como homenaje al arrojo del director chileno pero también como análisis del calado cultural de una de las novelas clave de la ciencia ficción norteamericana.
Heredero de la filosofía lúdico-psicotrópica de Jodorowsky, en 1984 las hechuras corrieron a cargo de David Lynch, quien se atrevió con el miura literario y levantó una de las películas más polarizadoras de su filmografía. La especia de Lynch, que venía de dirigir «El hombre elefante», era mucho menos intensa, y entre dorados y decorados imposibles de maqueta frágil, el director estadounidense construía un relato sobre poder, drogas y rock and roll. El malo malísimo tenía incluso el rostro del cantante Sting y la música la habían compuesto Brian Eno o los TOTO.
Una nueva esperanza
Más de medio siglo después de la publicación de la novela. y después de que Peter Berg («Collateral») se rindiera esperando los derechos de la novela, Warner se puso en manos del director de moda entre los estudios: el canadiense Denis Villeneuve. Sin miedo a la verónica de la nostalgia («Blade Runner 2049») y demostrada su valía en la plaza de lo extraterrestre («La llegada») el realizador ha ido construyendo, en apenas una década, una de las filmografías más pulcras del cine contemporáneo. Desde «Incendies» (2010) hasta la «Cleopatra» que le ocupará después de visitar por segunda vez el planeta Arrakis sobre el que orbita «Dune», Villeneuve se ha convertido en símbolo de prestigio y, sobre todo, en insignia de la solemnidad de ese cine de gran pantalla que convalecía moribundo cuando la pandemia ya afilaba su estoque.
Para completar la gesta, además del músculo de su estudio y un estreno postergado hasta que las salas pudieran acogerle como es debido —de hecho, los condicionantes para exhibir su película han dejado fuera a varios cines patrios—, el realizador ha querido contar con los celebrados Timothée Chalamet y Zendaya como pareja protagonista, y les ha rodeado de un elenco que parece de otro tiempo: Javier Bardem, Stellan Skarsgård, Josh Brolin, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Charlotte Rampling o Dave Bautista aportan su granito de arena (sin intención cómica) a una producción que se siente, ahora sí, con toda la inmensidad de la novela apoyándose en la apabullante fotografía de Greig Fraser y la estruendosa banda sonora de un clásico como Hans Zimmer.
Ecologismo y colonialismo
Con un rodaje que se eternizó debido al miedo del estudio a rodar el díptico de corrido y, aunque finalmente se haya concretado una secuela y una serie de televisión, Villeneuve estrena este viernes su «Dune» convirtiendo la especia, ese grano desértico que articula el relato, en una sustancia más combustible que estrictamente alucinógena. El canadiense entiende el «viajar por el tiempo y el espacio» de manera literal y, en 2021, su versión de la historia original de Herbert está impregnada de ecologismo, simbolismo, y hasta anti-colonialismo, con un Paul Atreides que tiene más en común con José de San Martín o Bernardo O’Higgins que con el héroe mesiánico que imaginaron sus predecesores.
La especia ya no es la «droga» lúdica que buscaba la Casa Harkonnen y sus obesos miembros para asegurar todos sus «viajes», si no que se ha convertido en algo más parecido al petróleo y a los fósiles de los que vivimos sus últimos días. Al final, «Dune» no es tanto la película más esperada del año como el «cine» más ansiado, entendido como ejercicio estilístico y narrativo por el que suspiraba la cinefilia desde que el virus llegó a nuestras vidas. «Dune», según Villeneuve, es la especia llamada a encender de nuevo las salas en el futuro inmediato.

El legado de un autor político

Nunca ajeno a la naturaleza crítica de sus relatos, que se armaban en el futuro para evitar hacerse explícitos, Frank Herbert nunca llegó a entender la obesión del gran cine con su novela. De hecho, se negó en primera instancia a conocer a Jodorowsky y, vista la película de Lynch (en la imagen), la rechazó públicamente. «Mi novela trata sobre la confianza en los líderes políticos y cómo no siempre actúan de buena fe. La película no trata sobre eso», explicó el autor apenas dos años antes de fallecer. Detractor vehemente de la Unión Soviética, Herbert era familiar lejano del mismísmo senador republicano Joseph McCarthy.