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Ellen Gallagher: azul oscuro, casi siempre negro

La artista contemporánea llega al Centro Botín junto a Edgar Cleijne con una muestra en la que explora la relación entre el mar y la negritud
BELÉN DE BENITO
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Tras varias estaciones en una especie de calma tensa, esperando a una recuperación completa que no terminaba de llegar, las salas de exposiciones vuelven a sacar músculo de cara a la primavera y el primer verano de normalidad absoluta. Si hace unas semanas el Museo Guggenheim de Bilbao presentaba una muestra cuyo comisario era Norman Foster, el Centro Botín de Santander ha hecho lo propio con «A Law. A Blueprint. A Scale», exposición dedicada a la etapa marina del trabajo de la artista Ellen Gallagher y su pareja, Edgar Cleijne.
Ambos artistas, tremendamente cotizados en el mundo del arte contemporáneo y recientemente objeto de muestras en el Pompidou parisino o en MoMA de Nueva York, desembarcan ahora en la bahía cántabra con una serie de trabajos que buscan establecer paralelismos abstractos entre los seres abisales, esos que habitan el fondo marino, y el estudio de lo etnográfico, bien sea a través de la raza y la negritud que ha articulado la carrera artística de Gallagher o bien a través de una especie de arqueología del cine —entendido aquí solo como la imagen en movimiento—con la que lleva décadas obsesionado Cleijne en su producción.
Afán arqueológico
Gallagher, que no acudió a la presentación de la muestra ante los medios, sí permitió que hablara su obra por ella, a través de una transformación ciertamente contradictoria del espacio diseñado por Renzo Piano: en la primera de las estancias que acoge la muestra, la oscuridad se vuelve casi total después de atravesar una cortina, como si la americana nos quisiera invitar al fondo del mar del que parte esta etapa de su arte. No se trata de simular la experiencia desde lo estrictamente sensorial, como es barata tendencia en las galerías de realidad virtual, sino que se trata de contextualizar su trabajo y el de Cleijne. «La estética acuática y transformadora de los artistas propone un diálogo activo con las profundidades marinas y los organismos, historias y mitos que las habitan. Sus obras enfatizan su compromiso erudito y político a la hora de evidenciar el extractivismo racial y medioambiental», explica meridiana Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín.
La comisaria, que ha trabajado en esta exposición junto a Benjamin Weil, director del centro de arte moderno Fundação Calouste Gulbenkian, quiso incidir también en el valor de la muestra por la implicación de la artista con sus raíces, su propio mar, y su rol en diversos movimientos sociales: «La exposición propone un diálogo con el Atlántico, un océano cuyas aguas se hallan intrínsecamente conectadas a la estética fluida de Gallagher, con su afán arqueológico por aflorar narrativas subacuáticas de violencia colonial y con su fascinación perenne por los procesos de transformación de todas las formas de vida», completó.
En Santander hasta el próximo 11 de septiembre, la muestra es también una ocasión de lujo para disfrutar de los «Black Paintings» («Pinturas negras») de Gallagher, que trascienden el leitmotiv marino de la muestra y nos llevan hasta su etapa de los años noventa, justo después de episodios de violencia policial como los de Rodney King y que, de manera intencionada o no, se pueden conectar en abstracción material con las protestas asociadas el movimiento social y político #BlackLivesMatter. Más allá del valor artístico y transformador de la muestra, sin duda una de las más arriesgadas pero gratificantes del gigante cerámico del norte —pese a la ciertamente escasa cantidad, que no calidad, de las obras—, la primera exposición dedicada a Ellen Gallagher en nuestro país es una invitación a conectar con un universo apenas explorado, quizá por mística o por pura fe agnóstica, entre la naturaleza y las circunstancias materiales, desde las profundidades o desde la realidad racial más cotidiana.
Dónde: Centro Botín. Santander.
Cuándo: hasta el 11 de septiembre.
Cuánto: entre 6 y 8 euros.
Cine y cenotipos
Repartidas por el espacio dedicado a la muestra en el Centro Botín, unas cabinas de experiencia cinematográfica bien pueden «robar» el protagonismo de la producción de Gallagher. Se trata de los experimentos fílmicos de Edgar Cleijne, que bajo el nombre «Cenotipos» («Cynotype»), ponen de relieve escenas costumbristas del mar en relación con las costumbres de los afroamericanos, por ejemplo, en ciudades como Nueva Orleans. Ruidosas y aparatosas, pero disfrutables desde una posición no irónica, las excentricidades de Cleijne son un complemento inmersivo perfecto a la sesuda exposición.