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Contracultura

Colau reeduca a los hombres para evitar la «violencia machista», pero, ¿lo consigue?

Las Nuevas Masculinidades quieren a cambiar el rol de los hombres para evitar la violencia, pero nadie sabe si es así

En plena campaña electoral francesa, Macron decidió cambiar su imagen y dar otra más varonil y se fotografió un sofá mostrando pelambrera
En plena campaña electoral francesa, Macron decidió cambiar su imagen y dar otra más varonil y se fotografió un sofá mostrando pelambrerainstagramLa Razón

Anunciaba Ada Colau a finales de junio el nacimiento del Centro de Masculinidades Plural «como respuesta a los discursos de odio y las agresiones machistas y homófobas» que «es evidente» están vinculadas a «un modelo patriarcal». Se pretendería con ese sitio «una revisión de la masculinidad que tanto daño nos ha hecho como sociedad» y su voluntad sería la de «promover y difundir modelos de masculinidades positivos, abiertos, plurales y heterogéneos, alejados de formas relacionales desiguales e injustas». Cuatro meses después, en octubre, se inauguraba el centro con una jornada, celebración de las nuevas masculinidades, de un nuevo prototipo de hombre «positivo, abierto, plural y heterogéneo» alejado de la «toxicidad» y del clásico hombre «violento, agresivo y competitivo».

Ahora, diez meses más tarde, presenta su programación para 2022. Las propuestas «proceden de entidades sociales diversas», informan fuentes municipales, «con un perfil muy heterogéneo y que proponen diferentes enfoques para trabajar las masculinidades. En las propuestas y proyectos seleccionados se dan todo tipo de enfoques: desde el trabajo de los roles masculinos, hasta talleres emocionales, masculinidades migrantes y hombres cuidadores, hasta talleres de cuidados para adolescentes y sesiones de trabajo para relaciones sexoafectivas.

En total, se impartirán en el Plural ciento veintidós sesiones entre talleres, diálogos y charlas». Estas propuestas se dividen en nueve bloques: oferta formativa en línea (con cuatro áreas: textos y contextos de las masculinidades, violencias machistas, democratización de los cuidados e implicación de los hombres en la justicia de género), talleres y charlas, intervención transversal con otros servicios de la ciudad, impulso de actividades de entidades, sensibilización de sectores específicos, acompañamiento a la paternidad, espacio virtual (plataforma de participación abierta Decidim), trabajo de la violencia con personas agresoras y jornada anual de reflexión y sensibilización sobre la masculinidad.

El Centro de Nuevas Masculinidades se define como «un equipamiento municipal dirigido a la población masculina que quiere hacer cambios hacia modelos relacionales más abiertos, respetuosos y saludables (…) porque los hombres también tienen género» y que pretende «reflexionar sobre el impacto que tiene en nuestras vidas determinadas maneras de ser hombre».

¿Pero qué son exactamente las Nuevas Masculinidades? Cristian Mejía, investigador interdisciplinar de género y colaborador de la Fundación para el Avance de la Libertad y consultado al respecto, explica que las nuevas masculinidades «surgen a raíz de problematizar el concepto de ser hombre que se ha promovido históricamente, en el que éste debía ocupar un rol familiar y social muy claro: deben proteger y proveer a su familia. Esta protección y provisión tenía como contraprestación la obediencia ciega de las mujeres y los hijos de la pareja y, en consecuencia, el derecho de los hombres a decidir sobre la vida de sus esposas». Por lo tanto, los dos objetivos fundamentales de estas nuevas masculinidades serían «cuestionar el papel que el hombre debe de ejercer en la sociedad como protector y proveedor y denunciar las conductas controladoras y violentas de los hombres contra las mujeres (y, por extensión, una pacificación de las relaciones inter e intragenéricas al señalar como intolerables las conductas violentas)».

Una dicotomía

Comparte el experto en género la necesidad de «dotar a la ciudadanía de herramientas de resolución de conflictos para no recurrir a la violencia o a la amenaza de su ejercicio». También considera útil «que se cuestionen esos mandatos de género que empujan a los hombres a sentirse obligados a ser el sostén económico de la familia, y en este sentido apoyo toda iniciativa que tenga por objeto acabar con una versión rígida del género. Ya es hora de superar las dicotomías de género que nos dividen entre hombres y mujeres, o entre hombres que se ajustan a la norma (masculinidad hegemónica) y los que no (masculinidades subalternas)». Ahora bien, precisamente según esta pluralidad de expresiones de género, incide en que «no podemos medir con la misma vara a todos los hombres, y aunque reconozcamos que hay más hombres que mujeres que ejercen violencia física, no podemos hacer responder a todos de los comportamientos violentos de unos pocos. Esta socialización de la culpa solo puede llevar a reproducir el esquema sexista que se intenta superar».

Desde el Centro Plural indican que el perfil del hombre «que se acerca al mismo es muy variable y heterogéneo», y depende mucho del tipo de actividad y taller. «En la formación presencial, por ejemplo, predomina un perfil de hombre de entre 40 y 50 años que quiere trabajar su masculinidad desde otro punto de vista. Asimismo, más del 50% de los inscritos no tienen formación específica en el ámbito de las masculinidades y no han tenido un contacto previo con los temas de masculinidades».

Colau reeduca a los hombres para evitar la «violencia machista», pero, ¿lo consigue?
Colau reeduca a los hombres para evitar la «violencia machista», pero, ¿lo consigue?rebsLa Razón

Aunque la participación de las mujeres «es bienvenida» (en el primer grupo presencial, en una proporción del 40%) y hay grupos mixtos, «la vocación del centro es trabajar las masculinidades y se intenta que la mayor parte del aula sean hombres, ya que es el target al que se quiere interpelar». Porque para cambiar las cosas a mejor, solo debemos cambiar a los hombres. ¿No tenemos nada que aportar nosotras? ¿No debemos repensarnos en absoluto? ¿No existen las nuevas feminidades? «Es algo que no está sobre la mesa del debate social y político», expone Mejía, «ya que en todo este asunto el relato es claro: son los hombres los que deben de cambiar porque son ellos los que tienen que revisar sus privilegios y deshacerse de sus actitudes machistas. La mujer, por el contrario, conceptualizada siempre como víctima, termina convirtiéndose en última instancia para el feminismo institucional en un sujeto pasivo despojado de toda responsabilidad sobre sus actos y decisiones».

Una reflexión oportuna

Por todo ello, el experto propone una reflexión profunda sobre «cómo se ha pasado de criticar una estructura de poder, el patriarcado (y en cuya crítica todos deberíamos coincidir), con la identificación de esa estructura con un grupo humano en particular: los hombres. Ocurre lo mismo con otros asuntos relacionados con todo esto, confundiendo por ejemplo la heteronormatividad (la obligación de ser heterosexual) con la heterosexualidad, o la mononormatividad con la monogamia. El patriarcado como estructura de poder es algo a lo que todos podemos contribuir en su sostenimiento, y por eso es una lucha en la que se debe de involucrar a toda la sociedad».

Así, la pregunta que surge es si la respuesta institucional, aun loable, es la más adecuada y ajustada. Dice Mejía: «A pesar de la narrativa que se nos vende desde las instituciones, hombres y mujeres, como miembros de una misma especie, están potencialmente dotados por igual de la capacidad para hacer el bien y el mal. El hecho de que haya más hombres que ejerzan una mayor violencia física mortal que las mujeres no significa que todos ellos la ejerzan o que las mujeres sean incapaces de ejercer este o cualquier otro tipo de violencia. Es por esta razón que el feminismo institucional guarda un obsceno silencio cuando los hechos contradicen el relato oficial y es la mujer la que asesina a su pareja o a sus hijos, porque aceptar esta incómoda verdad (que el hombre no tiene el monopolio en exclusiva de la maldad) sería tanto como aceptar que las soluciones que se proponen, amén de injustas, son de poca utilidad al partir de una falsa premisa. En definitiva –concluye–, poner el foco únicamente en los hombres, y tratar de vender el relato de que las mujeres solo pueden ocupar el rol de víctima es algo que ni se ajusta a la realidad ni libera a las mujeres, ya que el victimismo es tutelador, no empoderante»