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Los libros de la semana: de los músicos que escribían sinfonías bajo la batuta de Stalin a la provocación de Despentes

Las novedades editoriales también incluyen “Riccardino”, una novela de despedida de Montalbano que dejó escrita Andrea Camilleri antes de su fallecimiento y lo nuevo de David Hernández de la Fuente sobre la figura del Quijote, «Las máscaras del hidalgo»
La RazónLa Razón

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“Los músicos de Stalin”: Escribir sinfonías bajo la batuta de Stalin

★★★★
Jesús Ferrer
Hace unos días, en Ucrania, era asesinado el director de orquesta Yuri Kerpatenko por negarse a actuar ante las tropas rusas ocupantes. Este crimen demostraba que la música no es un arte neutro; por el contrario, resulta innegable su compromiso civil con los derechos humanos y la libertad creativa. Por ello han sido constantes en la Historia sus enfrentamientos con el poder político, sobre todo si era tiránico. A partir de este planteamiento, el musicólogo Pedro González Mira ha publicado un riguroso ensayo que recoge la represión ejercida en el siglo XX ruso sobre destacados miembros del colectivo musical.
Según el autor, este libro pretende ser «la exposición natural de las relaciones existentes entre una creación musical auténticamente prodigiosa y el alma de un pueblo que durante siglos se ha movido a golpe de corneta; desde el feudalismo y la sociedad zarista hasta la dictadura del régimen soviético». En un recorrido por la música rusa, acaso sea el período soviético y la época de Stalin la etapa que mejor define la situación del artista caminando por el filo de la navaja de forzada adhesiones y peligrosas disidencias. Son emblemáticos los casos de Stravinski, cuya obra sería prohibida ante su mentalidad cosmopolita; o Prokófiev, con tantos problemas dada su transgresora modernidad; y Rajmáninov, emigrado a EEUU al estallar la Revolución Rusa.
El compositor de Leningrado
Pero quien mejor representa esa fricción es Shostakóvich. Él viviría entre una oscilante actitud de compositor integrado en el régimen y símbolo de disidencia privada. Quien viviera en primera línea el sitio de Leningrado, motivo este de una gran sinfonía épica, se verá cuestionado en su ambivalente y forzada actitud civil. En este panorama musical se incluyen, en jugosa anecdótica, variados referentes culturales, desde Gorki a Orson Welles, pasando por Cocteau, Picasso o Mayakovski. Un interesantísimo ensayo donde destaca la actitud crítica del autor, quien muestra, lejos de cualquier complacencia y con justificada argumentación, sus preferencias y rechazos artísticos.
▲ Lo mejor
La rica y amena información crítica que el autor recorre estas páginas
▼ Lo peor
Nada a destacar en un tan documentado libro, que induce al lector a profundizar

“Riccardino”: Andre Camilleri se enfrenta con Montalbano

★★★★★
Lluís Fernández
La última aventura del comisario Montalbano la escribió Camilleri en 2005, con la intención de que fuera publicada tras su muerte, ocurrida en 2019. Es evidente de que deseaba acabar con el personaje, pero aplazó su defunción sine díe, pues aún escribió una veintena de títulos más de Montalbano. En esta novela de despedida, Camilleri utiliza el metarrelato: la ficción dentro de la ficción. Por un lado, Montalbano es «consciente» de que tiene un doble de ficción televisivo, interpretado por un actor más guapo y exitoso que él, con quien pugna al modo del «William Wilson» de Poe.
Por otro, el autor se manifiesta como un personaje de ficción para reñirle por su forma desganada de enfocar el caso del asesinato de Riccardino y proponerle resoluciones alternativas: la angustia de la identidad, el «doppelgänger», y la fantasía del juego entre realidad y ficción. Pirandello, siciliano como Camilleri, es el referente de este redoblarse el autor y los personajes en entes ficticios y del enfrentamiento entre autor y personaje, también planteado por Unamuno en «Niebla» (1914). La solución de este contencioso se resuelve con la «muerte»; mejor aún, su «disolución», como HAL en «2001: Una odisea del espacio» (1968), al ir dejando de teclear el autor real, Camilleri, hasta apagarse su voz, que sólo es escritura. Un logro reseñable de un autor que reivindica sin pedantería su inclusión entre lo mejor de la literatura sin etiquetas.
▲ Lo mejor
La picante intriga costumbrista que el autor introduce en esta trama
▼ Lo peor
Ciertos altibajos que no benefician el desarrollo de la narración que establece el autor

“Las máscaras del hidalgo”: Don Quijote pierde su última máscara

★★★★★
Jesús Ferrer
La bibliografía sobre Cervantes y el Quijote es inmensa; parece que nada nuevo va a poder aportarse a ese caudal de investigación crítica y pericia lectora. Pero la riqueza literaria y humana de la obra posibilita una infinidad de miradas sobre las aventuras del hidalgo. Unamuno, Azorín, Ortega y Gasset, María Zambrano y Ramiro de Maeztu, entre otros, han recreado su figura a la luz de sus respectivas estéticas generacionales. Bajo este mantenido interés, David Hernández de la Fuente publica «Las máscaras del hidalgo». Como precisa el título, se trata de una visión deleitable, aunque no menos rigurosa, sobre novedosos aspectos de esa imperecedera creación cervantina.
Se abordan temas del máximo interés, como la variedad de registros lingüísticos que aparecen en el Quijote, y cómo nuestro hidalgo corrige el habla de Sancho o de Cardenio, entre otros personajes; o la locura como generadora de extravagantes ficciones narrativas; sin olvidar comparaciones como la establecida entre Don Quijote y Tristam Shandy. Se insiste en el poder creativo de inverosímiles fantasías que Cervantes otorga a su enajenado protagonista, su radical platonismo, o también la clara influencia cervantina en Nietzsche y Thomas Mann.
Asimismo, se especifica aquí la recepción del Quijote, destacando su influencia en la literatura decimonónica inglesa, en la francesa o la admiración de Goethe y Heine, sin olvidar su repercusión en entregados lectores como Azaña, quien le dedicará señeras páginas críticas. Una obra esta que puede ser leída como «la gran comedia humana» repleta de emotivas propuestas éticas e inolvidables personajes. Y todo ello bajo la enunciada «poética de las máscaras», una estética del fingimiento ficcional reflejo de un personaje que vive entre la fantasía y la realidad. Un libro este imprescindible sobre una obra de la que el propio Cervantes escribió que «los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran».
Lo mejor
La perfecta conjunción que posee entre referencias cultas y amenidad expositiva
Lo peor
Nada realmente que resaltar o subrayar sobre un excelente trabajo como este

“Apocalipsis bebé”: Cuánto le gusta provocar (y qué bien lo hace) a Despentes

★★★★
Ángeles López
Una mujer con cuarenta años y en pleno desasosiego que trabaja en una agencia de detectives privados, una adolescente de buena cuna desaparecida y una trotamundos lesbiana que participa en la investigación son los personajes de este mundo a la deriva que describe, con mucha ironía, Virginie Despentes en su obra ganadora del Premio Reanudot. ¿Se trata de una «novela blanca», una «road movie» distópica, un thriller o una obra policiaca que respeta las leyes del género, con crímenes e investigadores, y su retorcida versión de un Sherlock Holmes interpretado por «la Hiena» –en el papel de detective asesor– y una Lucie condenada a ser Watson? Todo lo dicho es lo que encontramos en «Apocalipsis bebé» junto a todos los tics vitriólicos de Despentes: su avidez por las escenas destinadas a escandalizar a la burguesía, su forma irónica de describir a las lesbianas como una suerte de superheroínas y su completo dominio del idioma en todos sus registros, al servicio de un estilo eficiente y sin efectos secundarios.
Encontraremos una acusación y, lo que parecen ser episodios periféricos, serán elementos incriminatorios destinados a iluminar la reversión final que volverá la historia del revés como un calcetín. Una bofetada memorable hecha libro en la que, además de bandas de hardcore y estudiantes burguesas, descubrimos una sucesión de retratos cínicos y certeros con una hábil alternancia de sus respectivos puntos de vista, sin olvidar la dimensión sociológica y el humor con que Despentes sabe dotar a cada una de sus entregas.
▲ Lo mejor
Despentes nunca defrauda con su universo personal capaz de remover nuestra imaginación
▼ Lo peor
Su rebelión contra un mundo de «ricos y burgueses» está en la linde de la banalización