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Luz Gabás, un Planeta que palpita en el corazón de América

La monumental novela ganadora está protagonizada por un nativo y una criolla en la Luisiana del siglo XVIII

La ganadora del Premio Planeta 2022, Luz Gabás, posa durante la presentación de la novela ganadora y finalista del Premio Planeta, en el Instituto Cervantes, a 8 de noviembre de 2022, en Madrid (España). Luz Gabás y Cristina Campos presentan las obras ganadora y finalista del Premio Planeta 2022, ‘Lejos de Luisiana’ e ‘Historias de mujeres casadas’, respectivamente. El fallo del LXXI Premio Planeta tuvo lugar en el transcurso de una cena literaria celebrada el pasado 15 de octubre en Barcelona. Un total de 846 novelas se han presentado este año a la septuagésima primera edición del Premio Planeta, una cifra récord que supera en casi dos centenares la participación de 2021. El Premio Planeta es el galardón mejor dotado de la literatura mundial con un millón de euros.08 NOVIEMBRE 2022;GANADORA;FINALISTA;LITERATURA;PREMIO PLANETA 2022;CULTURA;PREMIO PLANETA;OBRAS;LIBROS;GANADORES;FINALISTASGustavo Valiente / Europa Press08/11/2022 Gustavo ValienteEuropa Press

Era inevitable que la flamante ganadora del Premio Planeta 2022 recalara en la novela histórica cargando tintas en la épica, esta vez enmarcada en el convulso período de las contiendas americanas del siglo XVIII entre franceses, ingleses y españoles, donde la población indígena y la criolla se codearon hasta conformar un maremágnum de conflictos humanos entretejidos con las revueltas. Y en medio de la epopeya de la colonización de aquella Luisina, como ya es marca de la casa en Luz Gabás, sabe respetar un tiempo para el amor y hacernos cómplices a la vez de la historia surgida entre Ishcate, hijo del jefe de la tribu Kaskaskia, y Suzette Girard, una joven católica orleanniana hija de un comerciante francés.

Y el menú de dos platos, postre, café y puro está ya servido en esta novela río donde toda la acción transcurrirá a orillas del legendario río Misisipi. Allí, la familia Girard acepta que Francia, su patria, ceda a España en 1763 parte del territorio regado por el gran río sin saber que padecerán las duras secuelas de la rebeliones de sus compatriotas contra los españoles, la guerra entre norteamericanos e ingleses y la lucha que mantuvieron en ese tiempo los nativos indígenas por la supervivencia de su pueblo y de su estirpe.

Se percibe el tiempo de documentación que ha empleado la autora para la construcción de esta narración simplemente levantando las faldas al texto y, así, se descubre el ingente trabajo de investigación sin adoctrinamiento ni falsa docencia que ha hecho, y sin que la Historia se apodere de la narración, uno de los mayores temores que alberga la escritora y que suele reconocer en las entrevistas que concede. A través de cada una de estas páginas, alicatada con profundo esmero, nos encontraremos con personajes de distintas identidades y vientos, a los que mueven objetivos claros según su origen y pertenencia. Todos ellos están tratados aquí con idéntico decoro y dignidad, así como con una voluntad de construcción psicológica decimonónica, desde los criollos que desprecian a los españoles hasta el élam vital que poseen los indígenas, sin olvidar por el camino la rabia que alberga la población de esclavos, que, cómo no, también tienen una enorme sed de venganza.

En un tiempo y país lejanos

Hay muchos cruces de destinos en un solo relato y en una única centuria que se ha explicado de muchas maneras a lo largo de la Historia y en una ingente cantidad de libros, pero en ninguno de ellos como en este se ofrece al lector un contexto tan bien asentado para que pueda situarse el relato sin intoxicarlo con decenas de datos. Este es el motivo por el que la obra consigue avanzar con un paso muy firme, moroso pero certero, para permitir al lector convertirse en un turista emocional capaz de seguir la andadura en este enclave tan lejano de nosotros como fue aquella convulsa Luisiana de finales del XVIII. Y, desde luego, esto tampoco se puede negar, el nivel de acrobacia narrativa alcanzado resulta encomiable.

Leer estas casi setecientas páginas supone respirar y sentir las gotas de agua del río que fluye a través de diez Estados, conocer las luchas entre potencias mundiales de la época y asistir a las alianzas entre gobiernos, razas y etnias a través de un narrador omnisciente que, con su multiperspectiva sobre todos los protagonistas, nos permite navegar dentro de la piel de cada uno de ellos y comprender sus miedos, sus pasiones, sus necesidades, su motivaciones, sus anhelos, sus prioridades, sus creencias, sus culturas...

▲ Lo mejor

La documentación que maneja la autora y que sabe dar un equitativo espacio a cada personaje

▼ Lo peor

Haber sometido a la poda algún capítulo no hubiera mermado en nada la grandeza del relato

Aunque está basado en una funesta leyenda antigua que relata cómo un indígena y la hija de un europeo fueron capturados después de su escandalosa fuga y él terminó atado a un tronco flotando río abajo y lanzando una maldición cuyo recuerdo ha trascendido los márgenes de su propio tiempo, esta monumental novela posee cierto capital de consolación, cierto poder paliativo. Una fábula sobre la conducta humana en tiempos mestizos y sobre las vidas levantadas contra el ineludible horizonte de la extinción como raza y como credo. Un relato ardiente que se lee con esa lentitud con la que avanzamos en todo libro en el que hemos depositado nuestras esperanzas como lectores –imposible abordar a Luz Gabás de otro modo– para descubrir que a las pocas páginas nos ha atrapado en una red tan tupida como invisible, propia de una literatura de altos vuelos que es capaz de agarrarnos el corazón para zarandearlo y después dejarlo lacerado.

Frente a estas páginas descubrimos con estupor la empatía que, sin pausa ni prisa, nos atrapa hasta hacernos descubrir una imagen especular de cada uno de sus personajes. Todo esto contado como si apenas fuera un murmullo de tinta, un rumor tipográfico o un sonido quebradizo que va edificando el verbo y el aliento con una implacabilidad extraordinaria que logra calarnos los huesos y hacernos sentir la temperatura que episodio requiere.

Luz Gabás, en fin, lo ha vuelto a hacer. A conseguir un relato redondo, esta vez centrándose en una época que durante tanto tiempo ha pasado inadvertida en tanto que España solamente estuvo cuatro décadas en Norteamérica y su recuerdo cayó después en un injusto olvido.

Una historia donde las respuestas son las propias preguntas y que sabe arder en los significados para lograr alcanzar esa máxima no escrita de que todo lo hermoso es triste, como que todo lo vivo es también lento. Hay que detenerse para mirar de piel hacia adentro y comprobar cómo se desangraba una existencia en tiempos convulsos.

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