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Jeanette: “Antes éramos más libres, parece que vamos a peor”

Marcó una época con su «Soy rebelde» y ahora un documental cuenta su vida en la gran pantalla
GTRES

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Jeanette es rebelde, lo sigue siendo, porque el mundo la hizo así. Lo que no es cierto, por seguir con la canción que ya es más nuestra que suya, es que nadie la haya tratado con amor ni que nadie la haya nunca querido oír. De hecho es Jeanette una de esas anomalías en las que el cariño del público es (casi) unánime. “En general, la crítica y el público han sido muy benévolos conmigo”, reconoce. “También ha habido a quien no le he gustado, por supuesto. Nadie es perfecto. Y luego están los gustos personales. Pero en general, es cierto que me he sentido muy querida. Creo que también tiene que ver con el hecho de que yo he sido muy respetuosa con el público y el público me ha respondido con ese mismo respeto. Creo que lo importante es no hacer el ridículo y tener prudencia, y yo he sido muy prudente en mi carrera. Por ejemplo, tenido siempre mucho cuidado con la televisión, porque hay programas que te pueden perjudicar y que no me parecía conveniente ir a ellos”. También es cierto que no ha sido Jeanette mujer de escándalos, de una vida privada agitada y expuesta. “No, yo no he dado grandes escándalos, yo tuve un gran amor al que sigo extrañando y ya está. Por eso mismo cuando Paloma Concejero me propone hacer un documental sobre mí, yo pienso: “¿Pero qué interés puedo tener? Si mi vida es más bien aburrida”. Y ella me dijo: “no, no, tú eres interesantísima. Fuiste la primera que rompió con muchas cosas y la primera que hizo otras muchas”. Y yo no me había visto con esos ojos hasta ese momento”. Se refiere Jeanette al documental “Soy Rebelde”, dirigido por Paloma Concejero (Rodando Voy) y que se estrenó en la pasada edición de Seminci en Valladolid. “Cuando aparece mi marido tuve que cerrar los ojos”, confiesa Jeanette. “Él no pudo verlo terminado y para mí fue muy emocionante verle ahí, en la pantalla. Al final acabé llorando”. “Vale mucho la pena verlo”, explica la artista, “no únicamente por verme a mí o escuchar las canciones, sino porque se aprende mucho de la España de aquella época. Es un documental muy divertido y a la vez muy informativo, es todo lo que pasó desde la transición, un retrato de la sociedad española a través de mi vida y mis canciones. Tiene además el interés de que intervienen muchos personajes importantísimos, actores, directores, compositores, músicos… Ha sido un trabajazo brutal que comenzó hace más de tres años. Paloma ha viajado conmigo a todas partes, filmando, buscando información (fotos, discos, testimonios…). Y el resultado es un documental estupendo y maravilloso, hecho con mucho gusto”, cuenta orgullosa y satisfecha.
«Estamos llegando a un punto ridículo, tenemos más prohibiciones que antes»
Con Jeanette la conversación es tan agradable que, sin darse cuenta, una acaba preguntando lo que se había prometido no preguntar: si es rebelde porque el mundo la ha hecho así (seguro que nadie se lo ha preguntado nunca). “Es ya un himno”, ríe. “Cuando se habla de rebeldía siempre se acaba la frase con un “porque el mundo se ha hecho así”, ha quedado ya como la continuación obligatoria de ese “soy rebelde”. Me parece muy curioso. Y fíjate que yo no quería grabarla. Yo cantaba en aquel momento con el grupo Picnic y tenia un sonido muy diferente, otro estilo. Eso me echó para atrás. Pero después de escucharla cantada por mí me gustó mucho, la hice mía”. Y contesta a mi pregunta: “Ahora soy mucho más rebelde que cuando la cantaba. Parece que la rebeldía se asocia siempre a la adolescencia, pero yo tengo que reconocer que en esa etapa de mi vida era muy buena niña, nada rebelde. Sin embargo ahora lo soy muchísimo más. Tengo más carácter, he aprendido con los años, opino, pienso. Me considero mucho más rebelde ahora que cuando cantaba la canción. Pero es por experiencia. Antes decía sí a todo y ahora digo no a muchas cosas”. Hace cincuenta años ya del estreno de aquella canción, una de letra “inocente, casi naif” que, sin embargo, tenía prohibido cantar Jeanette delante de menores de 16 años. “Es el único problema que yo tuve con la censura. Sin embargo ahora, con esta excesiva corrección política, tengo la sensación de estar más controlada. En algunos aspectos parece que vamos a peor. Lo último ya me ha hecho hasta reír, eso de que algunas miradas sean acoso, o que el beso del príncipe a la Bella Durmiente sea abuso sexual porque no es consentido. Estamos llegando a un punto ridículo. Tenemos más prohibiciones que antes. En aquella época no se enseñaban las tetas, o el nudismo ni se consideraba… pero yo ahora mismo no sé hacia dónde vamos. Casi éramos más libres antes comparado con lo que hay ahora”. Libres y rebeldes (aunque ella no se viese así) como aquella jovencísima Jeanette que llegó desde Estados Unidos y apareció en Televisión Española en vaqueros. “Así es”, cuenta, “la primera vez que yo salí en televisión llevaba unos tejanos. ¡Y me regañaron!. Para mí, que venía de EEUU, eso era una vestimenta de lo más normal, lo que llevaba todo el mundo. Pero aquí no lo llevaba todo el mundo y menos en la televisión. Y yo aparecí de pronto en tejanos y con unos mocasines indios. La compañía me llamó la atención y me pidió que me pusiese un vestidito. Así que tuve que salir a comprar otra ropa. Lo hice, claro, pero lo que compré fue unos vestidos en una tienda de Barcelona muy a mi gusto, muy hippies y extravagantes, con espejitos y cuentas”.
«No creo que vuelva a grabar un disco, pero sigo haciendo las actuaciones que me apetecen»
La Jeanette de hoy, la que es más rebelde que entonces, se encuentra sin embargo en un momento sereno: “Estoy haciendo una vida muy relajada. Solo hago aquello que me apetece hacer, digo sí a los proyectos que quiero y digo que no a los que no me motivan. Ahora mismo, que tengo una cierta edad, no me apetece nada hacer un disco nuevo. Tendría que ser algo muy, muy maravilloso y que me apeteciese mucho, muchísimo para que yo entrase en un estudio. Hago algunos conciertos que me apetecen mucho, como ahora, que voy a cantar en Dodger Stadium, justo donde Elton John acabó el pasado domingo su gira en EEUU, porque voy a participar en el Latin Music Festival, donde también actúan Los Secretos. Y luego voy a Panamá, donde actuaré con Juan Bau. Tengo mucho más trabajo allí que aquí”. A la vista del satisfactorio balance (“Diría que estoy a un 80% de satisfacción. Es imposible el 100%, porque todos cometemos errores, nos equivocamos, y no somos perfectos. Yo he tenido mis equivocaciones, claro, pero de ellas he aprendido mucho también”) no podrá decir que nunca nadie la ha tratado con amor.

Las cañerías de la memoria

Hay túneles del tiempo en los que entras sin proponértelo. Parece que te buscan, que te estaban esperando. El vehículo no es nada sofisticado: la portada de una revista, la noticia de un digital, la tele. Y en menos de un segundo te encuentras en otro lugar, en una época distinta, en el territorio de doble filo de la infancia o la juventud. Porque un rostro del pasado ha vuelto y ha abierto con fuerza una puerta que estaba sepultada por otras miles.
Regresa al guiso de la actualidad Jeanette, que antañazo fue tótem televisivo y lluvia en el cristal de la ventana de un cuarto piso de Chamberí. Aquella Jeanette, la de entonces, era breve y misteriosa, cantaba canciones tristísimas con una boca que te perseguía en sueños y tenía el añadido de un acento… en fin, ese acento suyo. Así la recuerdo cuando, después de leer sorpresivamente su nombre entre los de políticos y deportistas, en el meollo palpitante de la información diaria, su imagen ilumina mi cabeza.
Jeanette triunfó en una España otra. En un país que salía maltrecho de las fauces de una bestia y luchaba por mantener la luz encendida mientras, de fondo, como un pitido horrísono, cuchicheaban los sables, alacranes igual de negros que la morada del hombre del saco.
Aquella muchacha parida en Londres, resultado del cruce de sangre española y belga, cosmopolita, que llegó a Barcelona desde los por entonces inalcanzables Estados Unidos, fue una espléndida noticia para nuestros oídos y ojos. Y a pesar de ello, a veces evitabas escucharla para no romperte. Porque su voz, y lo que decía, te dañaba. Era un punzón. Cantaba sobre el amor después del amor, sobre la muerte del fuego, y una parte de ti se agarraba a aquellos corazones demolidos y se dolía por lo irreparable de ese siniestro total. Pero es que entonces éramos tan ingenuos que buscábamos finales felices en las canciones de desamor, que es como pretender encontrar a la mujer o al hombre de tu vida a golpe de ruegos o tarjeta de crédito.
Ahora, Paloma Concejero la ha inmortalizado en un documental, “Soy rebelde” –como la canción de Manuel Alejandro que la metió en todas las casas–, con el que reivindica a las mujeres españolas que se empezaron a liberar de sus grilletes en la Transición y que la tiene a ella por mascarón de proa. A la Jeanette que fue, menuda pero inabarcable, valiente, con aquella estampa desolada, por más que ella asegure que en esos años era muy feliz.
Jeanette somos un poco todos los que, vestidos de domingo, inauguramos –activamente o no, bastaba con estar allí, en ese momento– una era que nos ha traído hasta aquí. Una era que hoy nos parece irrelevante, que damos por asumida. Y ahí está el error: nada bueno ha de darse jamás por hecho; la estabilidad y la felicidad no nos pertenecen en modo alguno. Son como un pájaro que, sin previo aviso, puede alzar el vuelo y dejarnos heridos de muerte. Pues todo lo grato es extraordinario, un accidente, lo normal es la caída y el caos.
En la alucinada “Cría cuervos”, de Carlos Saura, la voz de Jeanette era la guinda de tristura a una historia de autoflagelación y ajuste de cuentas con los muertos. O así, al menos, la recuerdo ahora. Pero sucede que las cañerías de la memoria son caprichosas y aun mendaces, y a veces se atascan y reescriben instantes que en su día fueron cruciales. Otras, en cambio, están despejadísimas como mañana de julio y permiten que circule lo vivido igual que el agua sin cadenas de un río.
Ayer, el corazón se puso triste porque alguien se iba; hoy, ese mismo corazón sonríe porque alguien ha vuelto. Frente a frente, gana la dicha. Así debe ser mientras llevemos con nosotros esa monótona pero imprescindible percusión dentro del pecho.
Supervivencia o sombras. No hay más.
Javier Menéndez Flores

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