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Abraham Boba (León Benavente): «Se puede hacer canción política de muchas maneras»

Inmersos en una gira por España, el grupo de rock hará doblete en Madrid (14 y 15 de febrero, La Riviera) para presentar su reciente disco de estudio, «Nueva sinfonía sobre el caos»

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León Benavente va camino de los tres lustros de vida, los cuales se resumen en cinco discos de estudio y un par de EPs. Abraham Boba, nombre de guerra de David Cobas (Vigo, 1975), habla en esta entrevista en nombre del grupo del que él es el cantante y el compositor de todos los temas, y cuyos otros integrantes son Luis Rodríguez (guitarra), Eduardo Baos (bajo) y César Verdú (batería). Arrancamos con el «indie». Le digo que Wikipedia los define como un «grupo de indie rock»; que Nacho Vegas, tan cercano a ellos (los cuatro músicos de León Benavente trabajaron con él), dijo en esta sección que «el indie se prostituyó y ya no significa nada, es postureo», y que Xoel López habló en esta doble página de la diferencia entre el sonido y la imagen «indie», mencionó el «pijindie» y remitió a ese postureo al que aludía Vegas. ¿Qué valoración hace él, Abraham, en este momento, del «indie»? ¿Qué es, dónde se encuentra? «Para mí, el “indie” nunca ha sido nada –responde, rotundo–. Cada vez que dicen que somos un grupo “indie”… es que eso no define absolutamente nada. Nosotros somos un grupo de rock, más o menos sofisticado, que intentamos hacer cosas distintas y jugar con diferentes sonidos y tipos de canciones, pero el “indie” me es totalmente ajeno. A día de hoy parece que los géneros [musicales], las barreras, se borran. En su día, el “indie” era una confrontación con el “mainstream”, que era un escenario muy claro, el de unos grupos que sonaban en la radiofórmula, y el mundo “indie” comenzó a ser lo “underground”. Pero ahora ya no, porque muchas multinacionales se interesaron por grupos que se supone que son “indies”. Si es que alguna vez el “indie” significó algo –sentencia–, a día de hoy no significa nada».

Las letras de León Benavente, de las que Abraham es el responsable, beben de la actualidad y contienen muchas referencias sobre la escena social y política. ¿Cómo ha resuelto el escollo de la corrección política? «Lo que es demasiado explícito nunca me ha interesado en las canciones –afirma–. Los temas llevan siendo los mismos desde hace décadas, desde que surgió la canción pop, no hay demasiados temas nuevos a los que referirse. Lo interesante está en las palabras que elijas, en tu punto de vista. Ser políticamente incorrecto me parece tan fácil… Es mucho más difícil e interesante esquivar ciertos temas para no caer en lo evidente. Y no estoy hablando de no mojarse o de ser neutro, pero se puede hacer canción política de muchas maneras. Las canciones que me interesan –prosigue– son las que me apelan y me hacen cuestionarme cosas y ver en el espejo otras de las que no estoy plenamente satisfecho. Y creo que la incorrección política acaba cayendo en la evidencia». Le pregunto por la cultura de la cancelación, la cual sigue viva –el caso de la actriz Karla Sofía Gascón es el ejemplo más reciente–, y por la revisión de obras artísticas de épocas anteriores. ¿Se le debe poner alguna tacha a un libro, película o canción creados hace 30, 40 o 50 años? «Cada persona tiene que decidir si quiere entrar ahí o no –sostiene–. Es una elección personal y está bien que genere debate. Que haya personas que no se puedan acercar a la obra de alguien una vez se conoce la historia, no ya reciente sino de hace décadas… Creo que está bien ver la vida con los ojos del tiempo en el que vivimos porque eso, en el fondo, es evolución y es lo que, de alguna manera, nos marca como seres humanos y creadores. A mí no me interesa estar anclado en una visión, igual que no me gusta estar anclado en un estilo musical o en una forma de hacer arte. Y sí, las obras de entonces eran hijas de su tiempo, totalmente, y lo siguen siendo, y no creo que se pueda generalizar. Pero no me parece que a día de hoy haya tantas cortapisas ni tanta censura en lo que la gente quiera decir a través de sus obras».

Condenados a entendernos como sociedad

Que el arte, en cualquiera de sus disciplinas, toque la política es sano e incluso necesario. Pero el actual protagonismo de nuestros políticos resulta excesivo y el descontento que despiertan en la ciudadanía es cada día mayor. ¿Abraham aún cree en la política o se suma a esa corriente general de desafección? «Yo voy a seguir votando, desde luego –afirma–. Está claro que la desafección es inevitable porque nunca llueve a gusto de todos y las cosas no funcionan todo lo bien que deberían. Siempre hay motivos de queja y siempre los va a haber, pero dejar de confiar en la política tampoco lleva a nada. Estamos obligados a entendernos con los políticos, eso es así, y a entendernos como sociedad. Cuando nos entendamos todos como sociedad, cuando se pueda conversar de forma interesante, quizá se empiecen a entender los políticos también».

Las melodías de León Benavente son muy pegadizas y eso denota ausencia de complejos Durante años se ha considerado a la música pegadiza, de cualquier género, como algo menor, de inferior calidad, lo cual es una estupidez, ya que, en puridad, la música popular, y ahí cabe todo, debería ser siempre pegadiza: «Hay muchas maneras de hacer música –dice– y ninguna es mejor que otra. Eso sí que daría para un debate largo. Los cuatro miembros del grupo hemos crecido escuchando canciones en la radio, y yo los discos de mis hermanos mayores. Componer canciones es un oficio muy gratificante y también, a veces, muy duro. Pero se trata de comunicar. En mi caso, busco que la gente que escucha mis canciones sienta lo mismo que yo siento cuando escucho canciones que me interesan, que tengan el mismo efecto en ellos que otras lo tienen en mí. Sé que es difícil, pero lo intento». Llevan cinco discos de estudio, a tres por año. ¿Cree Abraham que es un ritmo de trabajo aceptable o que deberían ser más productivos? «Uf. Nosotros somos un grupo que toca mucho en directo. Y en cada disco nos interesa investigar; vaciar un poco el contenido previo y volver a llenarlo con cosas nuevas, y eso es lo que hace que los tiempos acaben siendo esos. No me he parado a pensar si es mucho o poco. Tengo la sensación, y creo que compartida por los demás miembros del grupo, de que desde que empezamos no hemos parado. Nunca he estado un mes o dos sin saber absolutamente nada del grupo. Ni siquiera en pandemia, porque en el verano de 2020 estuvimos haciendo algunos conciertos. Creo –concluye– que sí somos un grupo trabajador, pero no sé si productivo, ja, ja, ja».

De baches y canciones

​Javier Menéndez Flores

​Puede que entre León y Benavente no haya más que setenta kilómetros de baches y un cementerio de excavadoras al que nunca habéis ido y que tal vez sea el cuartel general de la desolación. Pero en ese trayecto, que fue un páramo y ahora se quiere un paisaje, nacieron sesenta canciones cargadas de biografía, y algo así no hay piedra que te lo dé por muchísimo que ruede. Nadie elige aquellos lugares a los que estará uncido hasta el día de su muerte, aunque sí puedes maldecirlos o reivindicarlos según el día y la hora y lo mucho o poco despejado que esté el cielo.

Hay un Frankenstein confeccionado con pedazos palpitantes de Galicia, Asturias, Murcia y Aragón. Y de igual modo que puedes sentir su andar grave y su ritmo inequívoco, es posible distinguir en su mirada cuatricolor los deseos y los miedos de Abraham, Luis, César y Eduardo. Pero Vigo, con su ría, su halcón peregrino y su tonelada de morriña –ay, miña terra galega–, es esa presencia inevitable que te aborda en cada recodo del camino y se cuela cual polizón en versos que tan sólo en apariencia refieren otras cosas.

Por más que hables de un mar en ebullición y de una vida en California; del corazón de las tinieblas y de pirámides en Castilla; de amigos envilecidos, sexo egoísta y de un festín en el que puedes encontrarlo todo salvo a ella, estás aludiendo, Abraham, a la tierra materna, allí donde un niño que hoy es un hombre se buscaba en un disco o aporreando una batería de fabricación casera o encestando un triple rodeado de gigantes (esto no es una canción, David, haz memoria).

Vosotros estuvisteis allí cuando Nacho Vegas era una antorcha que trataba de desentrañar sus tinieblas, un muchacho confuso pero decidido a obtener todas las respuestas, y tomasteis buena nota de su catecismo. Hablo de unos días de zonas sucias en los que la juventud tenía tanto filo que el futuro era pura nebulosa. Nadie sabía entonces que el «indie», que iba para monarca despótico de toda una generación, se quedaría en una caricatura sin patria ni bandera.

A veces, cuando sientes que vuelas, te golpea un fuerte aroma a bollos recién hechos y en una décima de segundo vuelves a la calle Zamora y tomas conciencia plena de quién eres y de dónde vienes, y cuando abres los ojos tus pies pisan otra vez el suelo. Pero la música es un viaje y diseñar canciones la mejor manera de mantenerte alerta, ávido, en guardia. Y hasta la electrónica tiene su propio mensaje, que es el de acariciar los sentidos, tan necesitados, y hacerte bailar ajeno a todos y a todo.

Uno no escoge a sus maestros y sólo las emociones te llevan a abrir ciertas puertas y a hacerles una reverencia a hombres y mujeres a los que nunca has visto pero que te han regalado más minutos de felicidad que muchos conocidos. Y por eso «Perfect day» y «I drove all night» son tan tuyas como de Lou y Roy, pues cada vez que sonaban iluminaban todos los rincones. Y es poner el «Creeks» de Bon Iver o entrar en un poema de Anne Carson y sentirte de nuevo en casa.

En Mozota hay una oficina sin horarios ni jefe cabrón en donde cuatro locos se ríen de los lunes mientras reman a través de unas aguas que se van aclarando a medida que las piezas encajan. Qué lejos y qué cerca queda aquella carretera que no se acababa jamás y aquel volante que se turnaban ocho manos.