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Cine y literatura
La adaptación de la obra de Mario Vargas Llosa al cine
El fallecimiento del escritor nos presenta el último enigma de por qué el cine casi nunca supo aproximarse con éxito a su obra

Era una amante del cine desde su infancia, cuando según confesión propia superó el miedo a la sala oscura para convertirse en auténtico devorador de películas. Un cinéfago más que un cinéfilo que, como ocurre a menudo, disfrutaba en la pantalla con aquello que generalmente no le interesaba fuera de ella: "En el cine me gustan cosas que en la literatura detesto, por ejemplo el western. Me pasa lo mismo con las películas policiales". No deja de ser curioso que ese mismo cinematógrafo resultara un tanto alérgico a llevar al celuloide las mejores obras del autor peruano. Y que, salvo contadas excepciones, cuando lo hizo fue para mostrar sus limitaciones e incapacidad de captar la brillantez de su prosa e imaginación.
Paradójicamente, Vargas Llosa se vio en 1975 casi “obligado” a codirigir la primera adaptación de su entonces popular novela "Pantaleón y las visitadoras". Una producción española firmada a medias junto a José María Gutiérrez Santos y protagonizada por José Sacristán, cuyo resultado final no satisfizo al futuro premio Nobel… Ni a casi nadie: “Fue un disparate”, contaba el propio Llosa, “que me mostró que el cine carece completamente de seriedad. ¿Cómo si no, iba a terminar yo codirigiendo una película?”

"Pantaleón y las visitadoras" venía precedida por una versión mexicana de "Los cachorros" (1973), dirigida por Jorge Fons, que pese a no carecer de méritos apenas si tomaba algo más que el título y la anécdota del libro de Llosa, desarrollando su argumento de forma tan autoral como alejada del mismo. El mundo del escritor se mostraba irreductible ante la cámara, mucho más según sus novelas fueron creciendo en páginas, ambición y complejidad.
Quizá el único director capaz de sacar buenos resultados cinematográficos a las obras de Llosa haya sido su compatriota peruano Francisco J. Lombardi. Sus versiones de "La ciudad y los perros" (1985) y de "Pantaleón y las visitadoras" (1999) funcionan de manera más que aceptable, tal vez porque su inteligente y dotado director es un espíritu afín a la literatura, que ha llevado a la pantalla también obras de autores como Jaime Bayly o Alberto Fuguet, además de colaborar habitualmente con escritores peruanos como José Watanabe o Augusto Tamayo San Román. La ciudad y los perros fue reconocida ampliamente por la crítica y su peculiar éxito en la entonces Unión Soviética y otros países de Europa del Este llevaría a que los rusos rodaran su propia versión apenas dos años después: Yaguar (1987). Por cierto, mucho más afín al espíritu de su autor que la fallida usamericanización de su popular "La tía Julia y el escribidor", estrenada en España como "Realidad y ficción" ("Tune in Tomorrow", 1990), donde Jon Amiel fracasaba estrepitosamente al intentar llevar el mundo de Llosa a los códigos de la comedia romántica estilo Hollywood.

Quizá por su esencia coral, multidimensional y hasta épica, las novelas de Llosa han sido más fácilmente trasladadas al formato de telenovela, con el que guarda cierta afinidad propia de casi toda la literatura latinoamericana, tanto popular como culta. Mientras el escritor limitó su trabajo directo con el cine a su labor como guionista en documentales como "La odisea de los Andes" (1976) o "Sepa: Nuestro Señor de los milagros" (1986), la televisión del siglo XXI descubrió su potencial como generador de culebrones con prestigio, capaces de enganchar al gran público: "El Chivo" (2014), coproducción entre Colombia y México basada en "La fiesta del Chivo"; la colombiana "Cuando vivas conmigo" (2017-18) según "El héroe discreto", y la mexicana "Travesuras de la niña mala" (2022), consiguieron lo que el cine no había logrado: atraer miles de espectadores y hacer un poco más rico y famoso al Nobel peruano.
Otra excepción cinematográfica sería la correcta adaptación de "La fiesta del Chivo" (2005), coproducción entre España, Inglaterra y la República Dominicana realizada por el primo del escritor, el estupendo Luis Llosa —director de joyas de la exploitation como "Anaconda" (1997) o "El especialista" (1994), curtido con Roger Corman—, con un reparto internacional encabezado por Tomás Milian, Isabella Rossellini, Paul Freeman y Juan Diego Botto. También para su primo firmaría Vargas Llosa su último trabajo cinematográfico: el guión de "Tatuajes en la memoria" (2024), producción peruana dirigida por Luis Llosa según las memorias del terrorista de Sendero Luminoso Lurgio Gavilán Sánchez.
La relación entre el cine y Vargas Llosa fue casi siempre tan errática como insatisfactoria para él y la mayoría de sus lectores. No deja de ser ejemplo de lo difícil que la literatura latinoamericana moderna, habitual y equívocamente etiquetada como “realismo mágico”, se lo pone a guionistas y directores, incapaces quizá de convertir en buen material audiovisual la incomparable riqueza de autores como Márquez, Carlos Fuentes, Sábato, Mujica Lainez, Carpentier, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Uslar Pietri o, por supuesto, Mario Vargas Llosa. Todos esperan aún sus Orson Wells, Kubrick o Coppola. Si tal cosa es aún posible.
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